Ya ha comenzado el programa de vacunación mundial —o al menos del mundo de los países privilegiados—. Ha comenzado Inglaterra, saltándose las recomendaciones europeas de esperar a la autorización de la EMA, la Agencia Europea del Medicamento. Me imagino que el Brexit tendrá algo que ver en esta falsa demostración de fuerza británica —falsa puesto que no han tenido nada que ver en la vacuna de Pfizer, estadounidense-alemana, elaborada y distribuida desde una localidad medio secreta de Bélgica—.
Esa es otra historia. El caso es que la vacunación masiva ha dejado ya un par de titulares. Por una parte, que el riesgo 0 no existe. Como con cualquier medicamento —¡cualquiera!—, existe un pequeño riesgo de que ciertas personas presenten alguna reacción adversa. Suelen ser autolimitantes y pasajeras aunque, si ya tienes un historial de graves alergias —como los afectados en Inglaterra, que llevaban hasta epinefrina para contrarrestar los efectos de un posible alérgeno—, la cosa podría complicarse. Alergias a medicamentos se diagnostican todos los días…
Por otra parte, tanto la vacuna de Pfizer como la de Moderna siguen sin demostrar su eficacia a la hora de prevenir la dispersión del virus. También puede tener explicación inmunológica y no por ello desaconsejar la vacunación: al vacunarnos intramuscularmente, la respuesta inmune IgG, sistémica, que se genera podría no proteger las mucosas, que cursan más con IgA, de una posible infección y diseminación del virus aunque, y esto es hoy por hoy lo importante, sí protegernos de generar sintomatología grave. La inmunidad de rebaño seguirá siendo válida por vacunación o infección; preferiblemente lo primero, siempre y cuando alcancemos más de un 70% de inmunizados. Lo dicho, el programa de vacunación ya está en marcha, mucho antes de lo que yo mismo pensaba, y ahora es responsabilidad de todos aceptar el riesgo si queremos realmente avanzar hacia la luz más allá de este ya largo túnel.