El diccionario de la Real Academia Española dice que "color" es la "sensación producida por los rayos luminosos que impresionan los órganos visuales y que depende de la longitud de onda". El color es algo tan natural para el ser humano como abrir los ojos y mirar a su alrededor, y sin embargo, ya lo ven, sumamente difícil de definir. Más aún los colores concretos, imposibles de explicar en sí mismos sin establecer una comparación con objetos conocidos. Así, amarillo es aquello cuyo color es "semejante al del oro o al de la yema de huevo". Dependerá de la yema, claro, porque las hay de color naranja —que en este caso porta, convenientemente, la comparación en el nombre—.
El Espacio Fundación Telefónica de Madrid inunda su tercera planta de color con una exposición que indaga en los aspectos físicos, biológicos, neurológicos, tecnológicos, industriales y culturales de este fenómeno tan cercano y a la vez tan esquivo. Titulada Color. El conocimiento de lo invisible —se puede visitar desde hoy hasta el 9 de enero de 2022—, abarca desde Newton a las nuevas investigaciones acerca de nuestra percepción subjetiva del color o la manera de enseñar a las máquinas cómo distinguir unos de otros, pasando por la simbología asociada a ellos. En definitiva, un viaje hacia el conocimiento a todo color.
“Esta exposición nace del reto de plantear una muestra que explorase un concepto muy amplio, accesible y de comprensión inmediata, pero que al mismo tiempo fuera complejo desde el punto de vista de su desarrollo”, explica María Santoyo, una de los dos comisarios de la exposición. “El color es una idea de partida positiva y compartida por todos, pero en realidad es un concepto muy difícil de definir, tiene significados múltiples dependiendo del ámbito desde el que se observe, ya sea artístico, científico, industrial o tecnológico”.
Como explica Miguel Ángel Delgado, el otro comisario de la muestra, esta comienza con Newton —se expone una edición original de su Opticks— y su descubrimiento, gracias a un prisma, de que la luz blanca estaba formada por haces de distintos colores. Continúa con las teorías que desde entonces han tratado de “cartografiar” el color, como por ejemplo las de Goethe, que adoptó un enfoque basado más en la percepción humana del color que estrictamente en la física. En su día su teoría fue rechazada porque no se consideraba científica y ahora “se da la ironía de que la neurociencia le está dando la razón en el sentido de que el color también es una experiencia absolutamente subjetiva, y comprender cómo funciona nuestro cerebro puede darnos claves para los campos más avanzados en los que se está trabajando ahora mismo”. La percepción del color es, de hecho, tan subjetiva que —dejando aparte el daltonismo— es posible que lo que todos llamamos por consenso rojo, verde o azul sea interpretado visualmente de manera distinta en cada cerebro, explica Delgado.
En otra sección de la muestra, se abordan las connotaciones sociales y culturales del rojo y el azul en los campos del arte, la moda, la cartelería de propaganda o el cómic, con cuadros de artistas como Esteban Vicente, Yves Klein, vestidos de Balenciaga y Elio Bernhayer. Resulta interesante también contemplar los avances de la Inteligencia Artificial en el reconocimiento y asignación de determinadas formas y texturas para colorear automáticamente películas antiguas en blanco y negro.
Mención especial merece la sección dedicada a uno de los científicos más importantes de la historia de España, Santiago Ramón y Cajal, que además de sus conocidos descubrimientos en el campo de la neurología estudió a fondo la ciencia de los colores y patentó su propio método de fotografía en color —como explicó hace unos días el historiador de la ciencia y académico José Manuel Sánchez Ron en las páginas de El Cultural—. Además de su método y algunas fichas con longitudes de ondas de distintos colores o su cámara fotográfica, también se muestra una placa de Lippmann confeccionada por él y es, de hecho, una de las pocas que se conservan en el mundo.
Un siglo después, los científicos españoles herederos de Cajal continúan investigando las propiedades y aplicaciones de los colores —no solo del espectro visible, también del invisible—, para inventar aplicaciones de utilidad en campos como la astrofísica, la neurociencia o la medicina.