La erupción no se esperaba tan rápida, pero desde luego no ha pillado por sorpresa. Horas antes los investigadores hablaban de “calma tensa” sin quitar el ojo de los sismógrafos, que desde el pasado día 10 registraban una actividad superior a la normal. Ahora, a partes iguales fascinados por el espectáculo y en alerta por los riesgos de toda erupción en áreas pobladas, anticipan ansiosos la captura de datos que saben que durará durante, al menos, meses.
"Podremos reconstruir lo que ha pasado bajo la isla los últimos años, los acontecimientos que han dado lugar a esta erupción". Ramón Casillas, vulcanólogo
“Podremos reconstruir como en una película lo que ha pasado bajo la isla los últimos años, los acontecimientos que han dado lugar a esta erupción”, dice a SINC Ramón Casillas, experto en petrología y geoquímica de la Universidad de La Laguna, miembro del Comité Científico del Plan Especial de Protección Civil y Atención de Emergencias por Riesgo Volcánico (PEVOLCA).
Las Canarias siguen creciendo como islas volcánicas, y quedan muchas preguntas sobre cómo lo hacen. Hace diez años tuvo lugar la erupción submarina en la isla de El Hierro que generó un nuevo volcán, Tagoro, y el proceso se prolongó durante meses. Esta vez el magma ha tardado apenas ocho días en abrirse camino, mientras además de los terremotos –más de 20.000−, los instrumentos medían una elevación de unos 19 centímetros en la parte central de la isla, según ha ido informando el PEVOLCA estos días.
“Cuanto más sepamos, mejor podremos predecir lo que vaya a ocurrir la próxima vez”, revela Casillas. Este investigador, que estudia el crecimiento submarino y emersión de las islas Canarias, invoca el principio del ‘actualismo’, según el cual lo ocurrido en el pasado sirve para entender el presente, y viceversa. En su opinión, esta erupción del volcán de Cumbre Vieja se parece más a la del volcán de San Juan, en 1949, que a la del Teneguía, en 1971, ambos en La Palma.
Gran vigilancia desde el principio
Sin embargo, ninguno de esos volcanes estuvo tan vigilado como el que despertó ayer. El domingo 19 de septiembre a las 15h12, hora local, había muchos ojos, cámaras y sismógrafos pendientes del volcán en La Palma.
“¡Chicas, acaba de entrar en erupción, no me lo puedo creer!”, exclama una investigadora de INVOLCAN, el Instituto Volcanológico de Canarias, en un vídeo colgado en redes sociales. “¡Aquí! ¡A nosotros! ¡Directo!”, llaman los reporteros de la televisión canaria que estaban retransmitiendo justo desde la zona de Cabeza de Vacas, en el municipio de El Paso, donde se habían producido desprendimientos horas antes.
Ya se sabía desde hace unos años que el volcán de Cumbre Vieja se estaba reactivando. Así se publicó hace un año en el Journal of Volcanology and Geothermal Research.
Ahora, los periodistas han contado en directo el ruido del chorro de fragmentos y ceniza saliendo a presión, y en las horas siguientes sus cámaras captaron la apertura de hasta ocho bocas por las que la lava sale a más de 1.200 ºC y va bajando, lenta pero imparable, hacia la costa. Ocho horas después del comienzo de la erupción habían sido evacuadas ya unas 5.000 personas. La lava había llegado a una decena de viviendas, sin producir víctimas personales.
Como recordaba en Twitter la sismóloga Itahisa González, en la Universidad de Leeds (Reino Unido), “Esta no es una erupción inofensiva. Mucha gente en esta zona de la isla vive de la agricultura, cientos han sido evacuados de momento y muchos han perdido/pueden perder no sólo sus casas sino también cultivos, animales… (…) Con el corazón encogido pensando en la gente de La Palma. Si yo posiblemente no duerma esta noche, me imagino ellos”.
Nunca antes una erupción en Canarias había sido seguida tan de cerca. Pablo J. González, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Tenerife, estaba comentando en una videoconferencia la alta probabilidad de erupción, a la vez que seguía en tiempo real la señal de los sismógrafos. En su despacho, en Tenerife, no oyó la erupción, pero sí la vio en los datos.
“Mira, justo acaba de haber un cambio. Se ve mayor contenido en bajas frecuencias. No me extrañaría que se tuviera que reunir el PEVOLCA de nuevo”, dijo a su interlocutor. Minutos después repetiría, más emocionado: “¡Era el volcán, estaba empezando!”.
Predecir mejor el riesgo volcánico
González investiga la deformación del terreno en volcanes y fallas, empleando también datos de satélite. Con un proyecto de la Fundación BBVA quiere desarrollar un modelo que prediga mejor el riesgo volcánico. Estos datos, ya nos han permitido reconocer que las islas Canarias crecen no solo por apilamiento de materiales, sino por abajo y se elevan por intrusiones de magma que asciende desde el manto terrestre.
Los expertos estiman que en el momento de la erupción entre 11 y 20 millones de metros cúbicos de lava habían ido ascendiendo en los últimos tiempos y almacenándose en varios puntos
La elevación registrada previa a las erupciones podría revertirse al entrar en erupción, pero no: la elevación se mantiene, como ha ocurrido con los volcanes en El Hierro. Ahora está por demostrar si en La Palma crecen en altura.
La nueva erupción será una nueva fuente de datos. De hecho, González está viajando ya a La Palma con equipos para controlar el movimiento del terreno (sismómetros, GPS e inclinómetros).
Los volcanes de la isla, como los de las demás islas canarias, están permanentemente vigilados por una red de instrumentos −sobre todo sismógrafos y estaciones GPS− que tratan de obtener el máximo de información sobre lo que está ocurriendo decenas de kilómetros bajo las islas. Antes de la erupción de ayer, Casillas estima en medio centenar el número de personas que desde diferentes especialidades de la ciencia observaba La Palma.
Su diagnóstico, en el momento de la erupción, era que entre 11 y 20 millones de metros cúbicos de lava habían ido ascendiendo en los últimos tiempos y almacenándose en varios puntos, a 20 kilómetros, 12 kilómetros y unos 6 kilómetros de profundidad. Desde ahí se abrió camino hasta la superficie.
¿Cómo evolucionará la erupción?
Lo que vaya a pasar ahora depende de que esos depósitos de lava se vacíen, o bien siga habiendo un suministro continuado de material desde el interior terrestre. En ese último caso, “la erupción seguiría”, explica a SINC el vulcanólogo.
"Esta erupción es una oportunidad para aprender más y mejor cómo funcionan los volcanes". Joan Martí
Para este investigador, la erupción actual no se parece a la del Teneguía (1971), sino a la del San Juan (1949). En esa ocasión, con la que por supuesto no se puede comparar bien porque no había entonces registros −aunque sí relatos de testigos−, también se formó un depósito de lava a unos 6 kilómetros de profundidad. “Solo que entonces la erupción tardó meses, ahora ha sido una semana”, dice Casillas.
La manera de reconstruir la película de la erupción bajo la piel de la isla pasa por tomar muestras de lava y minerales cuando esto sea posible. El estudio detallado de su composición química da información de a qué profundidad estuvo la lava, y cuánto tiempo. Cruzando esos datos con los de sismicidad puede construirse el proceso de ascenso a la superficie.
No viajará a La Palma, al menos de momento, Joan Martí, del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, CSIC, en Barcelona, que sí estuvo muy implicado en las anteriores crisis volcánicas canarias. Pero recuerda: “Esta erupción es una oportunidad para aprender más y mejor cómo funcionan los volcanes, pero sobre todo para hacernos conscientes de que canarias es una zona activa donde estos procesos van a seguir repitiéndose y hay que estar preparados.