Ciudades y Ciencia (3): El Berlín de Unter den Linden
Edificio principal de la Universidad Humboldt en Berlín
No era este el artículo que tenía en mente para hoy, pero al pasear estos días festivos por Madrid y ver un número insólito de huecos en las habitualmente repletas plazas de estacionamiento de mi barrio y constatar que tanto el número de personas como el tráfico habían disminuido sustancialmente pensé que en esta era de nomadismo turístico no pocas de esas personas, ahora ausentes, estarían de viaje por algún lugar del extranjero y que, por tanto, debería continuar la serie de la huella de la ciencia en ciudades, que inicié con París. Además, las vacaciones de verano ya se vislumbran en el horizonte, así que en las próximas semanas dedicaré algunos artículos más a esta serie. Por cierto, y a propósito de lo mucho que ahora se viaja por el mundo, he llegado a pensar que de haber sido esto posible en tiempos de Darwin acaso la recepción de su gran libro, El origen de las especies, habría sido diferente. Esta obra se puso a la venta el 24 de noviembre de 1859, agotándose los 1.250 ejemplares de la primera edición ese mismo día, debido a las peticiones de los libreros. La respuesta a la pregunta de cómo fue posible esto, si la teoría que Darwin defendía allí sobre la evolución de las especies aún no se había difundido, se encuentra en la popularidad que adquirió Darwin tras la publicación, en 1839, de su Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, en el que narraba sus experiencias durante el viaje que realizó a bordo del Beagle entre diciembre de 1831 y octubre de 1836, y al hecho de que la gente viajaba entonces leyendo libros de viajes, como este de Darwin.Hoy voy a hablar de Berlín, la ciudad que durante el primer tercio del siglo XX fue la capital mundial de la ciencia. Luego, a causa del nazismo, lo sería de la infamia, y más tarde una ciudad destruida y dividida, situación ésta última que se revertió la noche del 9 de noviembre de 1989 cuando se abrieron las puertas del infame muro que separaba la parte este de la ciudad de la oeste, dando comienzo de aquella manera al final de la Guerra Fría y a la destrucción del muro. En la actualidad, reconstruida, Berlín no sólo ha recuperado su dignidad sino también el estatus de una gran ciudad.
Decía que Berlín se convirtió a comienzos del siglo XX en la capital mundial de la ciencia -de la física en particular-, pero su distinción científica había comenzado mucho antes. En 1700 y siguiendo el consejo de Leibniz, el príncipe Federico III fundó la Academia de Ciencias de Brandeburgo, de la que fueron miembros luminarias como Euler, Maupertuis o Lagrange. En marzo de 1914 esta corporación pasó a denominarse Preussische Akademie der Wissenschaften (Academia Prusiana de Ciencias) con sede en el actual número 8 de la espléndida avenida Unter den Linden (Bajo los tilos), dentro de un colosal complejo arquitectónico que incluye la antigua Biblioteca Real, ahora uno de los edificios de la Staatsbibliothek. Nada más pasar el arco de entrada, a la derecha se encuentra la puerta de acceso a la Academia Prusiana y una placa recuerda que Albert Einstein perteneció a ella. Fue allí donde, el 25 de noviembre de 1915, Einstein presentó la versión definitiva de uno de los grandes logros de la humanidad: la teoría general de la relatividad. A veces pienso en qué momentos históricos me hubiera gustado estar presente; aquel es uno de ellos (otro también tuvo lugar en Berlín: el discurso que pronunció el 26 de junio de 1963 el presidente Kennedy, discurso que terminó con una frase memorable, “Ich bin ein Berliner”, “Yo soy un berlinés”).
No es difícil encontrar el edificio de la Academia Prusiana ya que Unter den Linden comienza en la Puerta de Brandeburgo. Mi recomendación es que inicien esta pequeña ruta científica atravesando la famosa Puerta, que durante años permaneció en tierra de nadie, entre el Berlín Oeste (República Federal) y el Berlín Este (República Democrática), y continúen por Unter den Linden con dirección a la Isla de los Museos donde se encuentra el extraordinario Museo de Pérgamo. Tres manzanas después de la Pariser Platz (Plaza de París), encontrarán la Academia Prusiana y, algo más adelante, justo antes de pasar por una placa que recuerda que Max Planck, “el introductor de los cuantos elementales de luz” (que darían origen a una de las más grandes revoluciones científicas de la historia, la cuántica) “enseñó aquí entre 1889 y 1928”, se llega a la que en la actualidad se denomina Universidad Humboldt, en honor a su fundador, el educador Wilhelm von Humboldt, hermano de Alexander, el renombrado científico-explorador (cuando se fundó en 1810, y hasta 1949, se denominó Friedrich-Wilhelms-Universität, por el rey Federico Guillermo III de Prusia). Delante de ella (ya lo mencioné en un artículo previo) hay tres estatuas: las de los extremos corresponden a los hermanos Humboldt, la del centro a Hermann von Helmholtz. No dejen de entrar en el edificio. En el vestíbulo encontrarán enseguida una gran escalinata, en cuya parte central aún se lee una famosa frase de Karl Marx (tras la segunda guerra mundial y el reparto de Berlín, la universidad se encontraba en la zona comunista): “Die Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert, es kommt aber darauf an sie zu veradern” (“Los filósofos sólo han interpretado el mundo de diferentes maneras, pero lo importante es cambiarlo”). No se contenten con leer esto, suban a la primera planta: allí se encuentran las fotografías de todos aquellos que enseñaron en la universidad y ganaron un Premio Nobel, en cualquiera de las disciplinas; conté veintitantos.
En el entorno de la universidad, hay más huellas de la ciencia berlinesa. En una calle paralela a Unter den Linden, en Behrenstrasse 21, está la casa (no la original, que como tantas otras fue destruida durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial), donde vivió entre 1743 y 1766 uno de los grandes de la matemática de todos los tiempos: Leonhard Euler (fue nombrado director de la Academia de Ciencias de Brandeburgo en 1759). Justo opuesta al Museo de Pérgamo, separada de él por el río Spree, en Am Kupfergraben 7, se encuentra una principesca casa, la Magnus Haus. Construida a mediados del siglo XVIII, en ella vivió entre 1766 y 1787 Lagrange, quien como Euler también fue director de la Academia de Brandeburgo. Gustav Magnus, catedrático de Física en la Universidad, la adquirió en 1840, utilizándola no sólo como vivienda sino también como sede de su laboratorio, al que permitía acceder a estudiantes, además de organizar reuniones que culminaron en el establecimiento de los, con el tiempo mundialmente famosos, Coloquios de Física de Berlín, reuniones que a su vez condujeron a la idea de crear una Sociedad de Física, finalmente establecida en 1845. Desde 1958, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Planck, la sede de la Sociedad de Física de Alemania del Este se estableció en la Magnus Haus. Después de la reunificación alemana la actual Sociedad Alemana de Física utiliza esta casa como centro de comunicación entre los físicos y el público mediante la organización de conferencias y debates.
Podría continuar ofreciendo más ejemplos del entorno científico de Unter den Linden, pero mi espacio se agota. No así el Berlín científico, de manera que en otra ocasión continuaré con otros entornos berlineses: Dahlem y Postdam.