La patóloga holandesa Johanna Westerdijk

Sánchez Ron vuelve a poner el foco en mujeres que hicieron historia. En esta ocasión, la patóloga de plantas holandesa Johanna Westerdijk es uno de los nombres que el académico pone como ejemplo de la lucha que la mujer debe realizar para conquistar determinadas parcelas científicas y académicas.

La semana pasada, a propósito de la celebración del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia, recordé algunos casos de falta de oportunidades y de discriminación que han tenido que sufrir históricamente las mujeres para convertirse en científicas. Finalizaba mi artículo señalando que recordar la historia está muy bien, pero que lo importante es el presente. Soy historiador, pero para mí la importancia de la historia no reside en el recuerdo y la reconstrucción de lo que ya pasó, sino en las lecciones que se pueden extraer de esa memoria para intervenir en el presente y orientar el futuro. Comparto lo que escribió en 1938 el historiador y filósofo italiano Benedetto Croce en La storia come pensiero e come azione (1938): "La cultura histórica tiene por fin conservar viva la conciencia que la sociedad humana tiene del propio pasado, es decir, de su presente, es decir, de sí misma; de suministrarle lo que necesite para el camino que ha de escoger; de tener dispuesto cuanto, por esta parte, pueda servirle en lo porvenir".



Sabemos que, al menos en los países desarrollados, las aulas universitarias ya no son lugares en los que la presencia de mujeres constituye una rareza, pero aun así, como se señalaba en la presentación del mencionado Día Internacional, según un estudio realizado en 14 países, la probabilidad de que las estudiantes terminen una licenciatura, una maestría y un doctorado en alguna materia relacionada con la ciencia es, respectivamente, del 18%, 8% y 2%, mientras que la correspondiente probabilidad para los hombres es del 37%, 18% y 6%. Para subsanar esta situación, y otras similares, la ONU invitaba a sus Estados Miembros, así como a todo tipo de organizaciones, internacionales y regionales, al sector privado, al mundo académico y, en general, a la sociedad civil, "a eliminar toda forma de discriminación contra la mujer y sortear las barreras jurídicas, económicas, sociales y culturales al respecto mediante, entre otras cosas, la promoción del establecimiento de políticas y planes de estudio en el campo de la ciencia".



Una iniciativa interesante es la que ha tomado la Real Academia Holandesa de Ciencias y Artes, corporación fundada en 1808 y que cuenta en la actualidad con 556 miembros, elegidos, de por vida, "en base a sus logros académicos y científicos" (ser miembro de esa Academia constituye un gran honor en Holanda). Por especialidades, los 556 académicos se reparten de la siguiente manera: 125 pertenecen al mundo de las Ciencias del Comportamiento, Sociales y Jurídicas, 125 a las Humanidades, 86 a las Ciencias Médicas, Biomédicas y de la Salud y 215 a las Ciencias Naturales e Ingeniería. De esos 556 académicos, sólo el 13 % son mujeres. Para mejorar esa proporción, el 11 de noviembre de 2016 la Academia Holandesa decidió que a lo largo de 2017 celebrará dos rondas de elecciones abiertas únicamente a mujeres, una iniciativa inspirada en el hecho de que hace un siglo, concretamente el 10 de febrero de 1917, la patóloga de plantas, Johanna Westerdijk (1883-1961) pronunció su conferencia inaugural como catedrática en la Universidad de Utrecht, siendo la primera mujer en ser nombrada catedrática en una universidad holandesa.



En la primera convocatoria se elegirán 10 académicas y 6 en la segunda. Los criterios serán los mismos que los que se exigen en las elecciones habituales (para elegir 16 nuevos académicos), que, abiertas tanto a hombres como a mujeres, continuarán teniendo lugar anualmente. Un portavoz de la Academia declaró que con estas elecciones especiales piensan que "el aumento de académicas hará que crezca el número de mujeres nominadas para ser elegidas". "Estamos convencidos", añadió, "de que existe una inclinación oculta en las elecciones cuando éstas están dominadas por los hombres".



Según el estudio Women for Science. Inclusion and Participation in Academies of Science, publicado en octubre de 2015 por InterAcademy Partnership -una agrupación de 103 academias fundada en 1993- la proporción de mujeres en la academia holandesa es similar a la existente en otras academias nacionales de Ciencias. En ese estudio se tomaron datos de 63 de esas corporaciones, encontrando que la media de mujeres es del 12%. La mayor proporción corresponde a la Academia de Ciencias de Cuba, constituida por 313 miembros, 85 de los cuales son mujeres, esto es, el 27% del total, mientras que en Europa el liderazgo lo ostenta la Academia de Ciencias Checa (250/60, 24%). Muy lejos de esas proporciones aparecen corporaciones tan distinguidas como la Real Academia Sueca de Ciencias (624/78, 12,5%), la Académie des Sciences francesa (262/28, 10,6%), o la Royal Society inglesa (1.419/92, 6%).



Ante la pregunta de si otras academias europeas están considerando seguir el ejemplo holandés, un portavoz de la poderosa y antigua Royal Society (1600) manifestó su negativa. "Los miembros de la Royal Society", dijo, "son elegidos únicamente en base a la excelencia de sus contribuciones a la ciencia". No se piense, sin embargo, que la academia londinense no se involucra en la tarea de promover la participación de mujeres en la ciencia: ha creado varios tipos de becas para facilitar las carreras científicas con doctorado y con responsabilidades familiares y, junto a la Royal Academy of Engineering, mantiene el proyecto Athena, establecido con el fin de incrementar el número de científicas e ingenieras con puestos de responsabilidad en las universidades y centros de investigación británicos.



Un problema importante que subyace al plantearse una mayor incorporación de mujeres a las academias, y que afecta sobre todo a las corporaciones con un número reducido de miembros (el caso de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, que cuenta en la actualidad con 50 miembros, cinco de los cuales son mujeres), es que si éstas agrupaciones buscan distinguir la excelencia, las mujeres están en desventaja al llevar menos tiempo incorporadas a la investigación científica y haber experimentado más dificultades que los hombres para desarrollar sus capacidades. En parte, es cuestión de tiempo, como sugiere el hecho de que si se toma como tope la edad de 65 años en los miembros de la Real Academia Holandesa de Ciencias y Artes, entonces el porcentaje de académicas aumenta al 24 %.



Si no lo hacemos mal, pronto dejará de ser necesario recurrir a políticas de igualdad para que no existan diferencias apreciables de género entre los miembros de las academias (y otras instituciones). Mientras llega ese momento es imprescindible vigilar que no se produzcan discriminaciones, como las del denominado "efecto tijera", que muestra que al inicio de sus carreras las diferencias entre la situación profesional de mujeres y hombres no es demasiado apreciable, pero al avanzar se abren -como una tijera- las diferencias entre los puestos y salarios que las mujeres alcanzan y los de los hombres, en beneficio de éstos. Esto sí que no hay que permitirlo.