Yo creía que los girasoles siempre miran hacia el Sol; esto es, que siguen la trayectoria del Sol de este a oeste durante el día y que al llegar la noche reorientan su "cara" hacia el este en previsión de la salida del Sol. Y lo seguiría creyendo si el eminente bioquímico y biólogo molecular de la Universidad de Oviedo, Carlos López Otín -que a su excelencia como científico, une su extraordinaria calidad humana y arte expositivo- no me hubiera advertido hace unos meses que no es así. Lo que sucede es que al final de su periodo de floración -denominado "antesis"-, cuando el girasol ya está completamente desarrollado, su cara deja de seguir al Sol (fenómeno denominado "heliotropismo", un tipo particular de "fototropismo", la respuesta de una planta a cualquier estímulo luminoso) y permanece orientada hacia el este.



Sería bonito pensar -esto es lo que, tal vez, haría un poeta- que lo que ocurre es que al entrar en la madurez que da paso a la vejez, los girasoles, conscientes ya de que han adquirido toda la "luz", todo el conocimiento que les es dado apropiarse de nuestro astro rey, lo que hacen es mirar hacia levante, buscando la savia nueva, o, acaso, esperando que les alcance un nuevo día que alargue un poco más su vida. Parecido a lo que podría hacer-sentir un anciano que ve con alegría la salida levantina del Sol. ¡Un día más!



Como pueden ustedes imaginar, las cosas no van por ahí. Si alguien quisiera ahora decir que la ciencia desprovee a la vida de poesía, allá él; para mí, una maravillosa forma de poesía es, precisamente, desvelar el "plan oculto de la naturaleza", un plan fruto del azar y la necesidad: el azar de las circunstancias particulares y la necesidad de las leyes de la naturaleza.

La explicación de este comportamiento apareció en un artículo publicado en agosto de 2016 en la revista Science, bajo el título "Regulación circadiana del heliotropismo de los girasoles, orientación floral y visitas de polinizadores" y firmado por seis biólogos estadounidenses. Lo de "regulación circadiana" se refiere al ritmo que todos los animales y plantas poseen y que está asociado a cambios ambientales periódicos; es como un reloj interno que, por ejemplo, a los humanos nos dicta cuándo dormir o comer. Como todo en la vida terrestre, se trata de una herencia biológica: es posible que los ritmos circadianos surgiesen en las primeras células eucariotas (con núcleo) para proteger la replicación del ADN de la elevada radiación ultravioleta que llegaba durante el día a la superficie de la Tierra primitiva, carente de la protectora capa de ozono. Por una parte, existen resultados que muestran que una proteína denominada SPA 1 interviene en la manera en que las plantas ajustan su reloj interno al nivel de luz de su entorno. Y por otra, tenemos que uno de los factores que explican el comportamiento de los girasoles es que las plantas se calientan más rápidamente por las mañanas, con la consecuencia de que atraen entonces cinco veces más insectos polinizadores. Es como si el girasol al ir envejeciendo, pensase: "Bien, ya he dado las flores que hacían falta, puedo dar por finalizada la floración. Ahora me voy a ocupar de atraer a los insectos que harán que mi estirpe no se extinga".



¿No les parece hermoso?