Esclusas de Lelystad en la provincia de Flevoland. Imagen: Turismo de Holanda
Sánchez Ron recorre los grandes logros científicos de Holanda. Desde la avanzada tecnología de la marca Philips hasta los descubrimientos de Lorentz, Vries, Kapteyn, De Sitter o Jan Oort, todo en Holanda respira investigación e interés por la tecnología.
Sé que no es imposible que un país atrasado en ciencia y tecnología dé un salto cualitativo y cuantitativo como consecuencia de decisiones políticas; así sucedió, por ejemplo, en Japón cuando en 1868 comenzó la Era Meiji y se introdujeron medidas que condujeron a la modernización del país. No es posible entender el Japón de hoy sin tener en cuenta lo que ocurrió entonces. El caso de Holanda es diferente, y lo es porque se puede decir que ciencia y tecnología constituyen señas de identidad históricas de la nación. Ya cuando Galileo quiso publicar su segundo gran diálogo, Discursos sobre dos nuevas ciencias, en el que había condensado sus investigaciones sobre el movimiento, ante la imposibilidad de hacerlo en Italia (a consecuencia del juicio al que fue sometido por la Inquisición en 1633, estaba confinado en una villa, teniendo prohibido publicar escritos que pudieran favorecer a la cosmología de Copérnico), consiguió que algunos discípulos sacaran a escondidas el manuscrito, que se publicó finalmente en Ámsterdam en 1638.
Un repaso superficial a la historia de la ciencia holandesa permite encontrar nombres que han dejado una huella profunda en la investigación universal. Científicos como Christiaan Huygens (1629-1695), físico y astrónomo, Anton van Leeuwenhoek (1632-1723), pionero de la investigación microscópica, Hugo de Vries (1848-1935), que redescubrió las leyes de la genética que había encontrado Mendel pero que habían pasado desapercibidas, o Jacobus van't Hoff, Premio Nobel de Química en 1901, uno de los "padres" de la Químico-Física. Sorprende que en un país en el que no existen terrenos elevados, se hayan dado tantos astrónomos distinguidos, entre ellos Jacobus Kapteyn, Willem de Sitter o Jan Oort, en cuyo honor se bautizó a la zona de cuerpos situada más allá de Neptuno conocida como "nube de Oort. Pero donde Holanda deslumbra es en la física; en los dos últimos siglos están, por ejemplo, Johannes van der Waals, famoso por sus estudios sobre líquidos y gases, Heike Kamerlingh Onnes, Premio Nobel de Física 1913 por sus muy exigentes investigaciones en bajas temperaturas, Pieter Zeeman, Premio Nobel de Física de 1902, galardón que compartió con Hendrik Lorentz, uno de los faros que más y mejor alumbraron la física de las últimas décadas del siglo XIX y primeras del siglo XX.
Admirando como admiro las contribuciones de Lorentz a la física (estuvo muy cerca de haber producido esa obra de arte de la física que es la teoría de la relatividad especial), en mi estima por él figura también un hecho que quiero resaltar. En enero de 1916, dos de las barreras que rodeaban el Zuiderzee, la bahía del mar del Norte que se internaba en el noroeste holandés, se rompieron, provocando una gran inundación. Se tomó entonces la decisión de construir un gran dique que cerrase la entrada de las aguas del mar y permitiese posteriormente ganar, mediante drenaje, una gran extensión de tierra firme, lo que en la actualidad es la provincia de Flevoland. Para presidir la comisión que debía estudiar cómo llevar a cabo aquel gran proyecto se eligió a Lorentz, quien asumió el reto. Independientemente de que haya que reconocer su generosidad dando a su país una parte importante de su tiempo, para mí es más importante que supiera aplicar sus conocimientos científicos a problemas prácticos, contribuyendo a hacer posible aquella gigantesca empresa. No son muchos los físicos teóricos capaces de esto. Los grandes sí; Einstein, por ejemplo, produciendo una patente de refrigerador en colaboración con Leo Szilard, o Richard Feynman descubriendo el fallo del transbordador espacial Challenger.En Holanda, ciencia y tecnología son señas de identidad históricas. Ya en 1638 Galileo publicó en Ámsterdam sus discursos sobre dos nuevas ciencias
Mencioné antes a la empresa Philips, fundada en 1891; recordaré que su éxito se basó en lo que ahora denominamos Investigación+Desarrollo+Innovación, un éxito que comenzó con la fabricación en sus laboratorios de lámparas que superaban a las producidas por Edison en Estados Unidos. Nada da mejor idea de cómo coexistieron en Philips ciencia básica y aplicada que el caso del físico Hendrik Casimir. Formado en la Universidad de Leiden bajo la dirección de Paul Ehrenfest, un austríaco que había sucedido a Lorentz en su cátedra (un detalle éste también a tener en cuenta: en ciencia no deberían importar las nacionalidades, únicamente las capacidades), Casimir obtuvo en 1938 un puesto docente en su alma mater. Pero al contrario que la inmensa mayoría de los científicos que nunca abandonan el cálido hogar de su campus universitario, en 1942 Casimir pasó a trabajar en los laboratorios de Philips en Eindhoven, empresa en la que permaneció el resto de su carrera, llegando a ser miembro del equipo de dirección de la compañía. Allí no sólo contribuyó a los intereses de la empresa sino que continuó realizando aportaciones importantes a la física, a la cabeza de éstas el conocido como 'Efecto Casimir', que muestra el efecto de las fluctuaciones del vacío cuántico en la fuerza de atracción entre dos objetos metálicos separados por una distancia muy pequeña.
Y podría continuar citando ejemplos, como los de los físicos teóricos Martinus Veltman y Gerardus't Hooft, que compartieron el Premio Nobel de Física de 1999, pero con lo dicho basta, creo, para demostrar que una nación pequeña puede producir ciencia grande y, así, hacerse grande ella misma.