La vida, la historia, transcurren inexorablemente. Y en ese irreversible camino, que termina arrastrándonos a todos, van desapareciendo personas que contribuyeron a configurar episodios que permanecerán en la memoria de las generaciones futuras. En la memoria y en lo más valioso de su patrimonio. A la parte de ese patrimonio que constituye el conocimiento de las leyes que gobiernan la naturaleza y las entidades que existen en ella, aportó mucho un físico teórico que falleció el pasado 24 de mayo: Murray Gell-Mann. Tenía 89 años y con él ha desaparecido uno de los últimos grandes científicos que contribuyeron a la creación del denominado 'modelo estándar', el sistema que agrupa en un mismo marco las teorías relativistas y cuánticas de las interacciones fuerte (la responsable de que los núcleos atómicos puedan mantenerse), débil (que origina la radiactividad) y electromagnética. De este "modelo" escribió el físico e historiador de la ciencia Silvan Schweber: "la formulación del 'modelo estándar' es uno de los grandes logros del intelecto humano que rivaliza con la mecánica cuántica. Será recordado –junto a la relatividad general, la mecánica cuántica y el desciframiento del código genético– como uno de los avances más sobresalientes del siglo XX".
De los grandes creadores de ese espléndido marco teórico solo quedan dos aún con vida: Steven Weinberg (1933) y Sheldon Glashow (1932). Ambos compartieron con Abdus Salam (1926-1996) el Premio Nobel de Física de 1979, por establecer un marco unitario para las interacciones electromagnética y débil: la llamada "teoría electrodébil". Con ellos se extinguirá la última de las generaciones que protagonizaron durante el siglo XX una época singular de la historia de la física, una época que produjo una ruptura en la forma de entender los mundos atómico y subatómico. Continúan existiendo problemas que los físicos de hoy y del futuro deberán resolver, o descubrir. Problemas como modificar, o más bien sustituir, el modelo estándar por otro más completo que acoja a la cuarta fuerza existente en la naturaleza, de la que somos especialmente conscientes, la gravitacional, una tarea en la que están empeñados los especialistas en la famosa Teoría de Cuerdas (o de Supercuerdas). Sin embargo, cada vez es más complicado avanzar y por ello la tendencia, sobre todo en el ámbito de la física experimental, es que las investigaciones las realicen grupos numerosos de científicos, lo que hace que sea mucho más difícil asociar los avances "rompedores" a un único, o a unos pocos individuos. En realidad, Gell-Mann formó parte de una avanzadilla en ese sentido, no en vano el 'modelo estándar' constituyó un esfuerzo colectivo. Las épocas en que se dieron científicos del tipo de Newton, Lavoisier, Darwin o Einstein, no creo que vuelvan a existir.
Gell-Mann recibió el Premio Nobel de Física diez años antes que Weinberg y Glashow, por, como señaló la Academia de Ciencias sueca, "sus contribuciones y descubrimientos relativos a la clasificación de las partículas elementales y sus interacciones". Clasificar las partículas elementales conocidas era especialmente importante, ya que con la aparición en la década de 1930 de los primeros aceleradores de partículas fue manifestándose cada vez un mayor número de esas entidades, hasta el punto que era común referirse a "un zoo" de partículas elementales. Que existiesen tantas, hacía pensar que no debían ser –no todas al menos– tan elementales.
El 'modelo estándar' de gell-mann fue un esfuerzo colectivo. Es posible que las épocas de científicos como Newton, Darwin o Einstein no vuelvan a existir
La contribución más conocida e importante de Gell-Mann (en la que también participó, de manera independiente, George Zweig) fue la idea de los quarks. Hasta su concepción se pensaba que protones y neutrones eran estructuras atómicas inquebrantables, y que la carga eléctrica asociada a protones y electrones era una unidad indivisible. Los quarks no obedecían a esta regla, ya que se les asignó cargas fraccionarias. Fue una idea revolucionaria –eran más elementales–, que terminó pasando a formar parte del cuerpo establecido de la física subatómica, aunque en sus inicios fue recibida con escepticismo. En este sentido es ilustrativa la siguiente anécdota, narrada por el propio Gell-Mann: "Mi único intento, en el otoño de 1963, de transmitir la noticia de los quarks al CERN [el gran laboratorio europeo de física de altas energías] fue una llamada telefónica desde California a mi viejo maestro, Victori Weisskopf, que era el director general del CERN. Después de que le hubiese explicado que había estado trabajando desde hacía unos meses en una idea excitante [la de los quarks], Weisskopf dijo: "Por favor, Murray, seamos serios, esto es una llamada internacional".
Tuve la oportunidad de charlar en dos ocasiones con Gell-Mann y comprobé su polifacética personalidad, en particular su gran interés y conocimientos lingüísticos y literarios (era, asimismo, un apasionado de la ornitología y de la arqueología). El nombre quark que asignó a las partículas de carga fraccionaria, se debe entender en semejante contexto. En su libro El quark y el jaguar (Tusquets), una obra que permanecerá como uno de los clásicos de la literatura científica, escribió: "En 1963, cuando bauticé con el nombre de quark a los constituyentes elementales de los nucleones, partí de un sonido que no se escribía de esa forma, algo parecido a cuor'. Entonces, en una de mis lecturas ocasionales de Finnegans Wake, de James Joyce, descubrí la palabra quark en la frase "Tres quarks para Muster Mark". Y en un personalísimo razonamiento Gell-Mann pensó que podría utilizar el término quark, puesto que "el número tres encaja perfectamente con el número de quarks presentes en la naturaleza".
El quark y el jaguar es, sobre todo, un auténtico manifiesto de un campo del que Gell-Mann fue uno de sus principales creadores: el de la ciencia de la complejidad, la disciplina que se enfrenta a, en sus palabras, "uno de los grandes desafíos de la ciencia contemporánea, el de explorar la mezcla de simplicidad y complejidad, regularidad y aleatoriedad, orden y desorden, desde la física de partículas y la cosmología hasta el reino de los sistemas complejos adaptativos". Se trata, en definitiva, de entender la realidad desde un punto de vista interdisciplinar, que une disciplinas habitualmente separadas. Para desarrollar este tipo de estudios fue uno de los fundadores de un Instituto en Santa Fe, la ciudad de Nuevo México donde ha fallecido