Margaret Thatcher, Angela Merkel y Claudia Sheinbaum. Ilustración: Rubén Vique

Margaret Thatcher, Angela Merkel y Claudia Sheinbaum. Ilustración: Rubén Vique

ENTRE DOS AGUAS

El laboratorio, ¿un trampolín para alcanzar la presidencia de un país?

La irresistible atracción de la política ha frustrado la carrera científica de nombres como Claudia Sheinbaum, reciente máxima mandataria de México

19 julio, 2024 01:48

México ha elegido a Claudia Sheinbaum Pardo (Ciudad de México, 1962) como presidenta de la nación. Es la primera mujer que ocupará este cargo, pero lo que yo quiero destacar aquí es que, al contrario que la inmensa mayoría de políticos de cualquier país, Sheinbaum posee un notable currículum científico: estudió Física en la Universidad Nacional Autónoma de México, licenciándose en 1989 y doctorándose en 1995 en Ingeniería de la Energía con una tesis titulada Tendencias y perspectivas de la energía residencial en México.

El mismo año en que obtuvo su doctorado se trasladó al prestigioso Laboratorio Lawrence, en Berkeley, donde pasó cuatro años ocupándose de cuestiones aplicadas relacionadas con el empleo de la energía y las emisiones de dióxido de carbono en la industria del hierro y del acero en México.

Inmediatamente surgen tres cuestiones. La primera, si la nueva presidenta mexicana hará honor a su formación y se esforzará para que la ciencia de su país mejore, algo sobre lo que es posible dudar a la vista de que su mentor, Andrés Manuel López Obrador, disminuyó la financiación a la ciencia y en ocasiones mantuvo relaciones difíciles con la comunidad científica mexicana.

Una de las cuestiones importantes es si la presidenta Claudia Sheinbaum hará honor a su formación y se esforzará para que la ciencia de México mejore

La segunda, si tomará medidas para combatir el cambio climático, objeto de una parte de sus investigaciones. Y la tercera, si al desempeñar su cargo aplicará los mismos criterios que en su trabajo como científica, a la cabeza la toma de decisiones basadas en la evidencia, una tarea complicada porque en las sociedades complejas intervienen elementos difícilmente reducibles a sistemas lógicos.

Por esta última cuestión, y también porque debe ser difícil abandonar una actividad como es la investigación científica, a la que se ha dedicado mucho esfuerzo, son pocas las personas con sólida formación científica que hayan alcanzado las máximas responsabilidades políticas. Veamos algunos ejemplos no muy alejados en el tiempo.

Herbert Hoover, presidente de Estados Unidos entre 1929 y 1933, estudió Geología en la década de 1890 en la Universidad de Stanford (California). Y ganó mucho dinero como consultor internacional en minas. Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial vivía en Londres y alcanzó fama estableciendo un programa para suministrar alimentos a Bélgica, entonces ocupada por Alemania, lo que hizo que el presidente Woodrow Wilson le encargara hacer lo propio para Estados Unidos durante el resto de la guerra.

En 1921 pasó a ser secretario de Comercio, cargo que consolidó su reputación de tecnócrata capaz, pero no tuvo el mismo éxito al convertirse en presidente en 1929, precisamente el mismo año en que comenzó la peor recesión de la historia de Estados Unidos, el conocido como el Crac del 29. Otro buen ejemplo es el del distinguido químico Jain Weizmann, primer presidente del Estado de Israel.

Particularmente conocido es el caso de Margaret Thatcher, primera ministra del Reino Unido entre 1979 y 1990. Thatcher estudió Química en la Universidad de Oxford, y después de graduarse en 1947 pasó un año investigando la estructura de un antibiótico en el laboratorio de Dorothy Hodgkin, premio Nobel de Química en 1964 por descubrir la estructura de la penicilina y de la insulina utilizando la técnica de difracción de rayos, la misma que empleó Rosalind Franklin en sus trabajos sobre la estructura del ADN.

Trabajar con Hodgkin era una oportunidad extraordinaria, pero Thatcher no la aprovechó y pasó a trabajar en el departamento de investigación de una compañía de plásticos de Essex, BX Plastic, y después a otra de alimentación, J. Lyons and Company, en la que publicó en septiembre de 1951 en la revista Journal of the Science of Food and Agriculture su único artículo científico.

Poco después abandonó la ciencia para dedicarse exclusivamente a la política, en la que ya se había involucrado, en el partido conservador, desde sus años de estudiante. Cuando en 1970 Edward Heath se convirtió en primer ministro, nombró a Thatcher secretaria de Estado de Educación y Ciencia, el primer escalón oficial en una carrera que le llevó a dirigir su país.

Una pregunta relevante es si su formación científica se manifestó de alguna manera en sus decisiones políticas, en las que dominó la privatización de numerosas empresas estatales y servicios públicos y la reducción de gastos en salud pública y educación. Tampoco se libró de esas reducciones la ciencia, fomentando además la investigación aplicada frente a la básica.

Pese a esto, sí parece que su formación científica fue importante, pues durante su largo mandato tuvo que enfrentarse a serios problemas de base científica, entre otros, la pandemia del SIDA, el problema de los desechos radiactivos de las centrales nucleares y la decisión de si se construían nuevas centrales, la lluvia ácida, o la Iniciativa de Defensa Estratégica promovida por su amigo el presidente norteamericano Ronald Reagan.

Angela Merkel, canciller de Alemania entre 2005 y 2021 –como Thatcher y Sheinbaum, la primera mujer en desempeñar un cargo de tal nivel–, estudió Física desde 1973 hasta 1978 en la Universidad Karl Marx de Leipzig, entonces parte de la República Democrática Alemana, doctorándose en 1986 con una tesis sobre los mecanismos de las reacciones de desintegración en cierto tipo de moléculas, mediante métodos de química cuántica, trabajo que realizó mientras estaba en el Instituto Central de Química-Física de Berlín-Adlershof, y que dejó en 1990.

En noviembre del año anterior había caído el Muro de Berlín y Merkel comenzó entonces su carrera política uniéndose a un nuevo partido, Demokratischer Aufbruch (“Despertar democrático”), del que en febrero de 1990 fue nombrada portavoz de prensa. En política, Merkel se caracterizó por su pragmatismo al tratar cuestiones como la reducción progresiva de las centrales nucleares en Alemania, o la pandemia de la Covid. Un pragmatismo en el que recurría a procedimientos similares a las pruebas en ciencia, qué teorías podían funcionar y cuáles no.

Ni Thatcher ni Merkel ni Sheinbaum fueron elegidas para sus altos cargos políticos por sus credenciales científicas, algo que sí sucedió con Abdul Kalam, presidente de la India entre 2002 y 2007, un científico aeroespacial de la Organización de Investigación Espacial india que había dirigido la fabricación del primer satélite construido enteramente en ese país, lo que le convirtió en una figura nacional.

Son los anteriores, unos pocos ejemplos que muestran que también los científicos pueden entrar en política. Como cualquier otra persona.

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