El escritor Henry Adams.

El escritor Henry Adams.

Entre dos aguas Opinión

'La educación de Henry Adams': el hombre al que no prepararon para los nuevos tiempos

Publicada
Actualizada

La relación de la ciencia con la literatura y el ensayo es plural y compleja; se podría asemejar a una casa con múltiples habitaciones conectadas entre sí de diferentes y, en ocasiones, alambicadas maneras. La relación más sencilla acaso sea la de temas científicos como protagonistas de novelas, no necesariamente de ciencia ficción, pero el caso del que me voy a ocupar ahora se ubica con dificultad en ese plural universo literario.

Se trata de la autobiografía, no de un científico, sino del bostoniano Henry Adams (1838-1918): La educación de Henry Adams (Alba Editorial, 2001). Esta obra, de una calidad literaria extraordinaria, aunque inundada por un pesimismo casi desolador, vio la luz por primera vez en 1907 en una edición privada costeada por el propio Adams (la publicación comercial apareció en 1918, el mismo año en que falleció su autor, recibiendo en 1919 el Premio Pulitzer).

La editorial Modern Library, fundada en 1917, lo situó en el primer lugar en la clasificación que creó en 1998, The Modern Library 100 Best Nonfiction, de los mejores cien libros publicados desde 1900. El interés asociado a las obras de Henry Adams se ve aumentado por el hecho de que fuera nieto de John Quincy Adams (1767-1848), sexto presidente de los Estados Unidos, y bisnieto de John Adams (1735-1826), el segundo presidente y vicepresidente con George Washington.

Su padre, Charles Francis Adams (1807-1886), no llegó a esas alturas políticas, pero sí fue un notable diplomático. Durante la Guerra Civil norteamericana (1861-1865) fue el embajador de Abraham Lincoln en Londres, llevando a su hijo Henry, ya graduado por Harvard, como secretario personal.

John Adams, su bisabuelo, perteneció a una generación, hermana de la Ilustración y de la Revolución francesa, que valoraba, y mucho, la ciencia (el tercer presidente, Thomas Jefferson, es el mejor ejemplo). Al igual que otros padres fundadores de la Constitución de Estados Unidos, Adams invocó conceptos científicos en su pensamiento político, como en un debate público con Benjamin Franklin sobre si la legislatura debería ser bicameral o unicameral. Adams, que defendía el bicameralismo, combatió los argumentos de Franklin citando la autoridad de Isaac Newton y la tercera ley del movimiento.

Pero no son los Adams políticos los que ahora me interesan, sino su descendiente y el libro que ha desafiado el paso del tiempo, ofreciéndonos no sólo una ventana a un mundo diferente al actual, sino también algunas de las frustraciones de un joven de una familia de altísima posición social. Resulta sorprendente que La educación de Henry Adams sea un libro dedicado a la educación de una persona que repetidamente declara que en pocas ocasiones obtuvo una educación.

Según el autor, por sus propias limitaciones, pero, lo que es más importante, porque se daba cuenta de que el futuro que se abría ante él y ante los miembros de su generación iba a ser muy diferente, situación esta que ofrece cierto paralelismo con la actual. "La generación que vivió entre 1840 y 1870 –escribía– podía arreglárselas con las antiguas formas de educación; la que había de llevar a cabo su obra entre 1870 y 1900 necesitaba algo absolutamente nuevo".

"La educación de Henry Adams desafía el paso del tiempo y ofrece una ventana a un mundo diferente al actual"

Pero la educación que había recibido, "excepto tal vez en matemáticas, estaba más cerca del año primero que del año 1900". Semejante fracaso le llevó a otra alternativa de vida: "Así, Henry Adams –se refería a sí mismo en tercera persona–, consciente de que no podía triunfar como alumno, al hallar que su posición social no necesitaba mejora ni esfuerzo, se entregó a la sencilla ambición que de otro modo nunca habrá parecido un verdadero resultado de la universidad, aunque era el último remanente de la vieja supremacía unitarista. Se aficionó a la pluma. Escribió".

No hace falta decir lo agradecidos que estamos por su decisión: pudo haberse perdido un científico más, pero se ganó un gran escritor y analista. Tuvo algún éxito con la geología y paleontología: "La única doctrina que apeló a su imaginación fue una serie de conferencias de Louis Agassiz sobre el periodo glaciar y la paleontología, que ejerció más influencia en su curiosidad que el resto de toda su instrucción universitaria".

Louis Agassiz (1807-1873) no es uno de los nombres de científicos más recordados actualmente, pero fue un muy influyente geólogo y biólogo, especialmente cuando, tras una exitosa carrera en Europa (era suizo pero, además de en Alemania, amplió estudios en París con Cuvier y Humboldt y fue profesor de Historia Natural en la Universidad de Neuchâtel), emigró a Estados Unidos en 1847 convirtiéndose en catedrático de Zoología y Geología en Harvard, donde fundó el Museo de Zoología Comparada.

Entre sus contribuciones destaca su propuesta (1837) de que la Tierra había pasado por una edad de hielo. Sin embargo, fue un ferviente enemigo de la teoría de la evolución de las especies de Darwin, a la que Adams dedicó un capítulo de La educación, en donde rememoraba que supo de la contribución de Darwin cuando vivía en Londres (1861-1866), como secretario personal de su padre.

"Adams –escribía– se contentaba con leer a Darwin, especialmente su Origen de las especies y su Viaje del Beagle. Era darwinista antes de haberlos leído; un seguidor predestinado de la corriente; pero apenas tenía preparación para entender las pruebas de Darwin. La mentalidad inglesa podía ser fragmentaria, pero en aquellos días llevaba a cabo un gran trabajo de una manera muy poco inglesa, levantando tantas y tan vastas teorías sobre tan estrechos cimentos que los conservadores se escandalizaban y los frívolos estaban encantados.

Y continúa: La teoría atómica, la correlación y conservación de la energía, la teoría mecánica del universo, la teoría cinética de los gases y la ley de selección natural de Darwin eran ejemplos de aquello en lo que debía confiar un joven. Ni Adams ni nadie sabía lo suficiente para verificarlas. Las ideas eran nuevas y parecían llevar a alguna parte, hacia una gran generalización que podía poner fin a la búsqueda de una educación. Nadie podía esperar, menos aún exigir, que un principiante las entendiera por completo o creyera en ellas. Henry Adams era darwinista porque era más sencillo que no serlo, pues su ignorancia superaba sus creencias". Lean este libro. Merece la pena.