Cine

Vidas paralelas, miradas comunes

Bollaín-Querejeta

7 noviembre, 1999 01:00

Han llevado vidas casi paralelas. Al menos en cine. Ambas se dieron a conocer como actrices cuando apenas tenían quince años. Luego saltaron a la dirección. Sus últimas películas, aclamadas por la crítica y extraordinariamente recibidas por el público, las han consolidado como las cineastas españolas más interesantes y con mayor proyeción del momento. Hoy las dos directoras conversan para EL CULTURAL. Hablan de influencias, del cine actual y coinciden en el motor de sus películas: las relaciones humanas.

En cine el tiempo es sagrado. Y eso lo saben muy bien Icíar Bollaín y Gracia Querejeta. Con la lección bien aprendida de los rodajes, Bollaín hace gala de un sentido muy desarrollado de la puntualidad. A la una en punto del mediodía, justo la hora convenida, el botones abre la puerta principal del Hotel Palace y ella entra sonriente, amistosa, pintando todo lo que mira con la misma luz verde que encandiló a los espectadores de "El Sur" hace dieciséis años. Dos minutos después, en el tiempo que se invierte en intercambiar apenas cuatro palabras, la hija del productor de aquella película, Gracia Querejeta, entra en escena. Se saludan con el recibimento que sólo se otorgan las viejas amistades, sin histrionismo, como si se hubieran visto hace unas horas, cuando en realidad hace varias semanas que no se reúnen. Desde entonces no paran de hablar, ni de reír. Sólo una mueca de disgusto asoma en el rostro de Querejeta cuando se entera de que hay que subir a la terraza del hotel para una sesión de fotos. "No soporto los ascensores", dice, y sube andando por las escaleras. Icíar Bollaín no puede evitar acompañarla. Tienen muchas cosas de las que hablar.

-Bollaín: Ví tu película ayer. Es fantástica. De las tres que has hecho, tengo que reconocer que sólo he visto dos. La primera, "Una estación de paso", y esta última, "Cuando vuelvas a mi lado". Me encantó la escena en la que Adriana Ozores entra en el cuarto de su hermana y se mete en la cama con ella. Aunque las dos rondan los cuarenta años, consigues que parezcan dos niñas, me transportaste a la niñez. Y lo curioso es que lo consigues sin efectos de música, sin provocación. Se nota que detrás hay un gran trabajo de puesta en escena, de guión, de dirección de actores.

-Querejeta: En ese sentido creo que hacemos un cine muy parecido. Tenemos unos gustos muy afines, nos obsesionan las relaciones humanas y hacemos todo lo posible por analizarlas. Pero también son temas muy arriesgados, porque lo más difícil es hacer las historias creíbles. Si hay un mínimo de duda, la historia se cae, no se sostiene.

-Bollaín: Por eso quizá me siento más cómoda dirigiendo que escribiendo. De todo el proceso de una película, lo más complicado es escribirla. Para mí es muy importante inmiscuirme en la película desde el principio. El guión de "Flores de otro mundo" lo hizo Julio Llamazares, pero siempre he estado comprometida con la historia. Cuando voy a rodar algo, y me doy cuenta de todo el tiempo que voy a echar en el rodaje, todo el trabajo que hay que hacer, echo cuentas y llego a la conclusión de que me sale más rentable, artísticamente hablando, ser yo quien escriba la historia. Porque para rodar una buena película hay que ver las escenas desde el principio, desde que se lee en el papel. Por ejemplo, la novela "Memorial del convento", de Saramago, es una historia que me encantaría llevar a la pantalla, sería una preciosidad, pero exige mucho presupuesto y hacerla como una superproducción, con lo que de momento es sólo un sueño imposible.

-Querejeta: Mi sueño imposible sería llevar al cine una novela de Bulgakov titulada "El maestro y Margarita", pero también exige mucho dinero, y muy buenos guionistas. Es cierto que la elaboración del guión es lo más complicado, pero sobre todo porque es un momento de mucha soledad. Cuando se empieza a rodar ya se tiene algo, hay una base sobre la que trabajar, pero cuando se empieza a escribir es cuando te enfrentas al vacío, cuando tienes que parir algo, en fin, crear. Me da una mayor satisfacción entregar el guión a la productora que que terminar el rodaje.

Angustia colectiva

-Bollaín: De todas formas, el guión a fin de cuentas, al menos en mi caso, acaba siendo una guía, un medio y no un fin. Luego durante el rodaje cambio muchas cosas, e incluso durante el montaje de la película.
-Querejeta: Sobre todo en los diálogos, a mí me pasa lo mismo.

-Bollaín: Pero sí es cierto que durante el rodaje siempre hay gente ayudando, dando un empujón para que el proyecto salga adelante. Sobre todo ayudando a soportar las presiones.

Las dos piden un Rioja cuando el camarero interrumpe la conversación para tomar nota. Sus últimos trabajos se han llevado bien con la crítica, pero sobre todo con el público, que es al fin y al cabo lo que todo cineasta desea. Sobre todo cuando la productora se ha marcado unos objetivos intocables de taquilla.

-Querejeta: Es cierto, las malditas presiones. El tema de las taquillas es para volverse loco. Estamos entrando en una histeria colectiva que es malísima y además no sirve para nada. Quiero decir, en el fondo no tiene demasiado sentido esta locura. Yo cuando hice mi primera película de lo único de lo que me preocupé fue de no arruinar a la productora. Ahora todos estamos pendientes de cuánto dinero ha hecho nuestra película el primer fin de semana, porque es determinante para su permanencia en cartel. Cada vez se le exige más al cine español, a todas las películas, y creo que esto viene determinado porque en el último año ha habido una serie de películas que han tocado el techo de los mil millones de recaudación. Entonces se le exige más al resto de las películas. Pero hay que tener en cuenta que esas películas hicieron algo excepcional, no es lo frecuente y tampoco se puede apuntar siempre tan alto.

-Bollaín: Esta histeria colectiva de la que hablas demuestra una cosa: que el cine español ha entrado en esa vorágine de mercadeo rápido en el que está también el negocio del libro y de la música. Esto puede ser un signo positivo, porque significa que genera dinero y tiene buena salud; pero también puede ser muy peligroso, porque yo creo que las películas son un producto de largo recorrido, que a veces necesitan tiempo para asentarse y madurar. Y ahora lo que hay es un cine de usar y tirar. Antes de ponerme a rodar "Flores de otro mundo" yo tenía un objetivo en taquilla que cumplir. Eso me parece una barbaridad, y, quieras o no, es una carga que influye en la manera de trabajar.

-Querejeta: También es cierto que genera la competencia, lo que hace posible que veamos cada vez mejores películas en las pantallas. Por ejemplo, los trabajos de Amenábar, aunque tocan temas muy distintos a los míos y, en principio, no me interesan demasiado; tengo que admitir que su manera de rodar y de hacer cine me ha impresionado muchísimo.

-Bollaín: Una película que se me ha quedado grabada desde que la vi, no hace mucho tiempo, es "La promesa", de los hermanos belgas Jean-Pierre y Luc Dardenne. Y últimamente, del cine español me ha dejado sobrecogida la película "Solas", es impresionante.

Mirada femenina

-Querejeta: Estoy segura de que si de esa película se quitaran los títulos de crédito, todo el mundo pensaría que la ha dirigido una mujer. No quiero decir con esto que exista un cine de mujeres, pero sí creo que existe algo así como la mano femenina en el cine. A veces se nota y a veces no. Mi última película, donde las cinco protagonistas son mujeres, da mucho pie a que la gente piense que hago películas de y para mujeres, pero en mi trabajo anterior apenas había personajes femeninos. Es simplemente una opción.

-Bollaín: A mí eso del cine para mujeres me parece una barbaridad. Es como hablar de cine para negros, no hay por dónde cogerlo. Es cierto que seguramente existe una mirada femenina en el cine, una voz distinta, eso no lo niego, y menos mal que la hay, porque somos distintas a los hombres, está claro. Yo conecto con lo que tú haces y con lo que hace Chus Gutiérrez o Isabel Coixet, u otras directoras, porque hay muchas más que antes; pero también conecto con Médem o con Mariano Barroso. Es simplemente otro tipo de miradas. No sé si han sido influencias en mi trabajo, pero desde luego hay obras suyas que se han quedado grabadas muy profundamente en mi retina.

-Querejeta: Lo de las influencias cinematográficas me parece extremadamente ambiguo y complicado. Creo que en este mundo que vivimos estamos tan contaminados por diversas fuentes, que hablar de influencias claras sería, por mi parte, completamente falso. Siempre he sido una devota de Joseph Losey, pero no puedo ni mucho menos decir que mi cine tenga algo de Losey. A lo mejor en mis películas hay más influencia del mundo de la publicidad que de grandes cineastas. No lo sé. Todo me influye, aunque sea de manera indirecta. Comprendo que haya cineastas que tienen referencias muy claras de lo que quieren hacer, pero no es mi caso.

-Bollaín: A mí me ha influenciado más la gente con la que he trabajado directamente que directores de renombre o los clásicos del cine. He aprendido a mirar las cosas de una manera distinta, al menos de una forma consciente, gracias a cineastas con los que he trabajado, como Manuel Gutiérrez Aragón o José Luis Cuerda. Ellos tienen una mirada muy particular sobre las cosas, y me la han contado. Esa transmisión de ideas ha influido en mi trabajo más que la filmografía completa de Alfred Hitchcock.

-Querejeta: Al fin y al cabo las influencias no importan tanto. Lo esencial es encontrar un estilo, tener una historia que contar que guste a los espectadores. Cuando hago películas, me gusta ponerme en el lado del espectador. Entonces pienso en lo que yo le pido a una película cuando voy a verla, que en resumidas cuentas es que me traslade a otro lugar, que me emocione y me entretenga al mismo tiempo. Como decía Billy Wilder: "Yo a lo único que aspiro es a que la gente se olvide de las patatas fritas que está comiendo". Con eso me conformo. Luego en esas películas suele haber mensajes por descubrir, pero que no se pueden verbalizar. Son emociones.

-Bollaín: Cuando yo salgo del cine quiero irme con algo nuevo a mi casa. Y eso es precisamente lo que quiero aportar con mis películas, algo nuevo con lo que el espectador pueda quedarse. Lo que no puedo pretender es tratar de lanzar mensajes milenarios o dar con el quid de todas las cuestiones, es demasiado pretencioso, pero sé que hay mucha gente que va al cine a buscar algo, y luego medita sobre lo que ha visto, la película le interesa como algo más que un producto para pasar el tiempo. A ese espectador es al que pretendo llegar, porque quizá mi cine pueda llenarlos de alguna forma, o al menos con él puedo lanzar preguntas al aire.

-Querejeta: Lo que de verdad perseguimos las dos es que el espectador salga del cine con la película dentro, que a la media hora después de finalizar la película, sus imágenes sigan dando vueltas y vueltas en la mente de los que la han visto.

De actrices a directoras

No hay duda de que son las dos cineastas del momento, dos directoras que de una porción trivial de la existencia han sabido exprimir todo el jugo de la complejas relaciones humanas, y ponerlas sobre la mesa de operaciones, intervenirlas quirúrjicamente para mostrar al público toda su crudeza, pero también toda su ternura.

Para ponerse detrás de la cámara, ambas han tenido que mostrarse delante de ella en la piel de otros personajes. Sus cortas biografías coinciden en demasiados aspectos como para achacarlo a la simple casualidad. Con quince años se estrenaron como actrices. Icíar Bollaín en "El sur", y Gracia Querejeta en "Las últimas palabras de Max" (Emilio Martínez-Lázaro, 1977). A esa temprana edad empezó todo para ellas.

-Bollaín: Después de tanto actuar, una faceta que no he abandonado, llegó un momento en que me planteé la pregunta: ¿Y si lo cuento yo? Fue algo inevitable. Las circunstancias me han llevado al punto en el que estoy ahora. Ni siquiera protagonizar "El Sur" fue algo que busqué. Víctor Erice fue de colegio en colegio buscando a la niña que quería para el papel y me encontró a mí. Yo no me presenté a ningún casting. Ahora creo que no sé hacer otra cosa más que cine, actuando o dirigiendo, pero es lo único que sé hacer.

-Querejeta: Mi entrada en el cine tampoco ha sido el resultado de una vocación muy definida, porque yo nunca he sido una persona de vocaciones claras. Para entrar en la dirección, creo que fui llevada más por la inercia que por una decisión propia. Hay gente que sabe que quiere hacer cine desde los cinco años, pero ése no es ni muchísimo menos mi caso. Tampoco sé cuánto va a durar esto, si me cansaré pronto o no, si quiero seguir haciendo películas toda la vida. Es algo que no me planteo. En cualquier caso, me parece muy lógico el paso de actor a director, es un salto que comprendo perfectamente. Además hay personajes que son mucho más interesantes como directores que como actores, como por ejemplo Robert Redford. A las dos nos ha pasado lo mismo, pero tú has seguido actuando y yo lo dejé porque me di cuenta claramente de que actuar no era mi vocación.

-Bollaín: Estar en las dos cosas a veces me resulta complicado. Cuando actúo me acuerdo de lo divertido que es dirigir, y cuando dirijo me pasa lo contrario. Disfruto y sufro con las dos cosas. Ahora que estoy trabajando como protagonista en el rodaje de la nueva película de José Luis Borau, siempre le digo que qué suerte tiene, que qué fácil es dirigir, porque interpretar todavía me resulta enormemente complicado. Para cualquier director, ponerse delante de la cámara, además de ser conveniente, es también una cura de humildad. Ayuda mucho a dirigir cuando antes se ha actuado, porque sabes cómo exigir y qué exigir.

-Querejeta: Eso ayuda, sin duda. Pero después de mi experiencia con Bibi Andersen en mi primera película, a mí ya no me gusta "coleguear" mucho con los actores cuando soy yo la que dirijo. Podemos ser muy buenos amigos, pero cuando se trabaja cada uno debe estar en su sitio, con sus responsabilidades y haciendo su trabajo lo mejor que sabe hacerlo.

-Bollaín: Nosotras nunca hemos trabajado juntas, quizá es una posiblidad que habría que plantearse. ¿No crees?
-Querejeta: Ya sabes que en el cine todo es posible.