Image: Claude Chabrol: He querido filmar la perversidad

Image: Claude Chabrol: "He querido filmar la perversidad"

Cine

Claude Chabrol: "He querido filmar la perversidad"

EL CINEASTA FRANCÉS ESTRENA "GRACIAS POR EL CHOCOLATE"

28 marzo, 2001 02:00

Claude Chabrol, cineasta superviviente de la Nouvelle Vague, estrena el próximo viernes Gracias por el chocolate. Con su musa, Isabelle Huppert, en estado de gracia, Chabrol ha construido una intriga psicológica donde varios géneros se dan la mano para explorar los rincones más oscuros de la perversidad. El septuagenario cineasta francés explica las claves del filme que de momento concluye su dilatada trayectoria fílmica.

Quedan pocos cineastas en activo con un currículum tan apabullante como el de Claude Chabrol. No sólo por la cantidad de largometrajes que ha filmado -más de cincuenta- o por los distintos itinerarios cinematográficos que ha recorrido desde su debut en 1958, sino sobre todo por la importancia que supuso para el panorama cinematográfico mundial el florecimiento de la "nueva ola" (Nouvelle Vague) francesa de los años sesenta, el movimiento que lideró junto a otros colegas de la revista "Cahiers du Cinéma" -Eric Rohmer, Jean-Luc Godard, François Truffaut y Jacques Rivette- con la intención de subvertir los lenguajes narrativos del cine imperantes y "liberarlo de sus cadenas" [Henri Deutshmeister, Arts, 1958].

No es casualidad que escribiera junto a Eric Rohmer el imprescindible ensayo Hitchcock (1957), con el que abrieron los ojos de la crítica mundial al maestro del suspense, entonces considerado un mero cineasta comercial de serie B. Y no es casualidad porque a lo largo de su carrera Chabrol se ha ido ganando película a película el sobrenombre de "el Hitchcock francés". "Desde Fritz Lang a Hitchcok -explica Chabrol-, el género del suspense constituye el vehículo más popular y más eficaz para abordar cualquier tema abstracto". De nuevo bajo esta incontestable premisa, el septuagenario cineasta galo ha construido su último filme, Gracias por el chocolate, protagonizado por su musa tardía Isabelle Huppert y por el galán Jaques Dutronc, y que llega este viernes a nuestras pantallas.

"Obras morales"

Basada en el relato The Chocolat Cobweb de Charlotte Armstrong (1905-1969), escritora norteamericana que Chabrol ya ha adaptado en otras ocasiones y que, según el cineasta galo, "revolucionó el género policiaco desviándolo hacia las morality plays", el filme relata una inquietante historia familiar en la que Mika (Isabelle Huppert), directora general de una chocolatería en Suiza, vive casada con un prestigioso pianista, André Polonski (Jacques Dutronc), y con el hijo de éste, Guilliame, cuya madre falleció en un misterioso accidente de tráfico. La intrusión en la familia de la joven pianista Jeanne (Anna Mouglalis) en busca de sus orígenes familiares (ella sospecha que su verdadero padre es André Polonski) y de un maestro musical, pone en guardia a Mika, que sólo ve en ella una amenaza a la estabilidad familiar.

"Lo que yo quería hacer en esta película es filmar y definir la perversidad con más sutileza que la definición que viene en el diccionario ["Tendencia a desear el mal y muchas veces sintiendo placer"], explica Chabrol. "Con este fin -continúa el director-, desmonto alguno de los mecanismos psicológicos y analizo sus nefastas consecuencias en una sociedad supuestamente civilizada, de la que quizá es uno de sus productos". Efectivamente, el centro de la diana social es la burguesía, donde el autor de La mujer infiel siempre ha arrojado sus vómitos más demoledores, quizá porque en ella encuentra los elementos asociados a la ambigöedad que requieren sus personajes, siempre psicológicamente complejos y manipuladores. No resulta extraño, por tanto, que la coguionista del filme, Caroline Eliacheff, sea psicoanalista. En el cine de Chabrol, como en los ambientes de la burguesía y en las consultas de los psiquiatras, los silencios suelen ser mucho más elocuentes que las palabras.
Mika es por ello una mujer que reside en Suiza (país neutral por excelencia), de mirada serena y amabilidad calculada. Pero el Bien es sólo el bonito envoltorio del caramelo envenenado, representado en el termo que esconde el chocolate (el arma del crimen) que Mika ofrece a sus huéspedes y familiares. "La mayoría de los perversos se mueven dentro del Bien, como Mika. Pero el Bien asociado a la perversidad produce el Mal absoluto. Existe una relación muy estrecha entre el Bien y el Mal", explica el realizador galo.

Probablemente, lo lógico hubiera sido presentar el relato armado sobre el esqueleto de un thriller psicológico, en la línea del Roman Polanski de Repulsión o el Hitchcock de Psicosis, pero el veterano Chabrol tiene sus propias ideas sobre el cine de género: "Cualquier género tiene sus propias reglas, un aspecto visual determinado y sobre todo un tono. A mí me interesa más el tono y el aspecto que las reglas. Aquí no hay crímenes, ni sangre , ni policías, aunque la protagonista sea una asesina en potencia. Lo que más me importa es el tono".

La ambigöedad como fin

Y el tono es la absoluta ambigöedad, como ambiguos son todos los personajes y el género y el desenlace y, sobre todo, la adorada Mika, interpretada por una Isabelle Huppert que vuelve a hacer gala de sus ilimitados recursos interpretativos. La elegancia, las buenas formas y la armonía social conviven bajo el mismo techo con la perversión y la mentira, en un microcosmos donde incluso las nociones de filiación dejan de ser una certeza cuando Guilliame Polonski (Rodolphe Pauly) y Jeanne Pollet, que nacieron el mismo día y en la misma clínica y además sus pulseras identificativas tenían las tres primeras y mismas letras de sus apellidos, se plantean si los padres de uno no son en realidad los del otro y viceversa, porque la matemática de los genes, es decir, la vocación musical del señor Polonski y de Jeanne, así lo indica.

"En definitiva, la ambigöedad es el fin de la película, y no un simple medio para alcanzar las sensaciones. Quiero que la sensación general sea la total confusión de principio a fin, porque en esa neblina conceptual viven los personajes -argumenta Chabrol-. Cuando se vive en un mundo poblado de certezas y cuando, tal como ocurre en el filme, esas certezas quedan arrasadas, lo único que queda es el desconcierto, la ambigöedad, un universo absolutamente perverso. Las certezas son el auténtico veneno".

Chabrol reconoce que en este intranquilo cosmos de perversidad que ha creado en Gracias por el chocolate hay un fuerte componente personal. La inquietante música al piano (no olvidemos que dos de los personajes principales son pianistas y melómanos, igual que Chabrol), sobre todo expresada a través de partituras de Liszt y Rohypnol, va leyendo el espíritu de los personajes y marcando el ritmo de las secuencias, generalmente largas y reflexivas. El género musical, por lo tanto, se une a la fábula para-policíaca y a los rasgos propios del género del suspense y del melodrama, concluyendo en una película que Chabrol ha querido rodar con absoluta sencillez y elegancia, porque, según afirma, su experiencia le dice que "es la mejor manera de añadir un toque de perversidad al aspecto visual de la película".

Filmografía

esencial

El bello Sergio (1958). ópera prima de Chabrol en la que condensa la dicotomía entre el campo y la ciudad. Además, una historia de amistad con apuntes de melancolía y tragedia.

Una doble vida (1959). Chabrol adapta una novela de Stanley Ellin. Una historia de intriga en la que no escatima artillería de odios y rencores.

La mujer infiel (1969). Quizá el mejor filme de Chabrol hasta esa fecha, donde profundiza en el desprecio a la burguesía y la pérdida de la dignidad.

Que la bestia muera (1970). También una novela, de Nicolas Blake, sirve de argumento a esta historia que resulta un duelo al sol contemporáneo.

Niña de día, mujer de noche (1978). Isabel Huppert aparece en la filmografía del director. Obra polémica en la que tampoco faltan asesinatos y ciertos perfiles siniestros.

El inspector Lavardin (1986). Chabrol sigue instalado en la intriga en una cinta donde la perversión traza el camino.

Madame Bovary (1991). Toque personal de Chabrol al clásico de Flaubert. Enorme la Huppert.

Betty (1992). Chabrol se vuelve introspectivo y analiza el devenir existencial de dos amigas. Muchos dicen que es su mejor filme.

El infierno (1994). Remake del de Clouzot, donde Chabrol inspecciona el universo de los celos. Para la historia, los planos de Emmanuelle Béjart.

La ceremonia (1995). En esta cinta, Chabrol hace una reformulación de todo su cine. Un auténtico estudio sobre el asesinato analizado con distancia y minuciosidad.