Juan Antonio Bardem
En España hay un falso triunfalismo con el cine
30 enero, 2002 01:00Juan Antonio Bardem. Foto: Mercedes Rodríguez
Juan Antonio Bardem verá el sábado cómo pasa toda su vida por delante. Será cuando reciba el Goya de Honor en reconocimiento a su carrera, en una gala en la que Los otros parte como favorita. Desde Esa pareja feliz, su debut con Luis G. Berlanga, ha llovido medio siglo de cine y militancia, cincuenta años en la historia de un arte que tiene cien. A finales de febrero publicará sus memorias y la Filmoteca Española ha proyectado durante enero toda su obra. Una filmografía comprometida y audaz. Veinte filmes entre los que se hallan obras esenciales como Calle Mayor, Muerte de un ciclista, Sonatas, Cómicos o Siete días de enero. Pero Bardem, patriarca de una famila con genes de cine, todavía tiene cuerda para rato. De sus proyectos, del desarraigo del cine español, de su militancia comunista, de sus compañeros de fatigas, del papel del cine en las artes. De todo ello ha hablado con El Cultural.
A falta de inversores
-Porque este homenaje no lo interpreta usted como una retirada, ¿verdad?
-Claro que no, eso nunca. Tengo dos proyectos preciosos, pero no encuentro el dinero para realizarlos. Me dicen que no son comerciales, ya ve, y no me lo dice una empresa privada sino Televisión Española. ¡Ahora es que todo lo manejan los ejecutivos! Pienso aprovechar mi pequeño parlamento en la ceremonia para preguntar si hay un productor en la sala... Le diré que soy un buen director, eficiente y no muy caro. A ver si así alguien me contrata.
-Uno de esos proyectos es una segunda parte de Calle Mayor. ¿Cómo lo plantearía?
-Ya está escrito. Se titula Regreso a Calle Mayor y sería algo parecido a lo que hizo mi camarada Carlo Lizani en Celuloide, ese making of de Roma, ciudad abierta que realizó cincuenta años después del estreno. La idea nació cuando a Fernando Méndez Leite se le ocurrió la idea de celebrar un festejo por los treinta años de Calle Mayor. Allí me encontré con los actores que todavía estaban vivos, a saber, Betsy Blair, Dora Doll, Yves Massard, Manuel Alexandre y Alfonso Goda. El truco de esta segunda parte consistiría en que Calle Mayor no es una ficción sino una realidad, y que un estudiante entrevista a los que todavía quedan para desentrañar qué ha sido de sus vidas desde entonces. Todos los actores estaban de acuerdo, pero de repente Yves Massard murió. Y además no he encontrado inversores. Con el otro proyecto, que es una historia autobiográfica con los mismos actores de Nunca pasa nada, Julia Gutiérrez Caba y Jean-Pierre Cassel, pasa lo mismo. Nadie pone el dinero, y eso que no son muy caros.
-¿Se siente no ya infravalorado, sino infrautilizado?
-Absolutamente. Si he demostrado algo es que sé hacer películas y conozco este oficio. Ahí están mis películas para que las vean. Todavía resisten, y algunas muy bien.
-Habrá algunas por las que siente más cariño que por otras, o que le parezcan mejores. ¿Cuáles?
-En todas he puesto lo mejor que podía dar en ese momento. Las quiero a todas, claro. Pero las hay mejores y peores. Ayer fui a la proyección que hizo CC.OO. de Siete días de enero, por los veinticinco años, y la verdad es que está muy bien, me gusta más que antes. Guardo un muy buen recuerdo de La advertencia, la película que rodé en Bulgaria sobre George Dimitrov. Puestos a elegir, me quedo con ésa.
Hemingway dijo que la medida de un escritor está en los manuscritos que tira a la papelera. En tal caso, el valor de un cineasta podría medirse por la cantidad de proyectos que nunca llega a rodar. Una frase que el autor de Cómicos no dudaría en suscribir: "Las filmografías que existen de mí sólo contemplan películas estrenadas -explica-, pero no incluyen la cantidad de películas que se pararon un día antes de que empezara el rodaje. Contando todos estos proyectos, que yo los considero películas porque consumí mucho tiempo de mi vida en ellos, me salen veinte películas más a las conocidas oficialmente".
Detrás de la máscara
-Prácticamente el doble. ¿Con qué obstáculos se ha encontrado?
-Siempre los productores. Es lo que tiene esto del cine. O me dicen que no son comerciales, o que no tienen erotismo o que les falta violencia. Siempre hay un pero.
-Su amigo Luis G. Berlanga ya está saturado de cine, lo ha abandonado definitivamente y lleva cinco años sin ver una sola película. ¿Nunca se ha planteado usted algo parecido, alejarse del cine?
-No me creo nada de esas cosas. Muchas veces uno se disfraza para acomodarse a lo que la gente piensa de él. Buñuel siempre me decía que nunca iba al cine ni leía a los críticos. Pero era una gran mentira, se lo sabía todo. No me puedo creer que Berlanga lleve cinco años en absoluta dieta cinematográfica. Es imposible. Se crea la máscara que le conviene, como que es un erotómano y todo eso. En cuanto a mí, ¿alejarme del cine? En todo caso es el cine quien se ha alejado de mí.
-¿Qué impresión tiene del cine que se está haciendo ahora en nuesro país?
-Creo que es completamente mimético, seguidista y que sólo busca el rendimiento en taquilla, salvo muy contadas excepciones. No me interesa mucho, la verdad. Todos los gobiernos de la democracia han ejercido la misma política, desde el UCD al PP. Ya sabe, la aldea global, el pensamiento único y la entronización de la taquilla. Aquí las películas son buenas si dan dinero y si no a morir por Dios. En años como éste, en el que han funcionado muy bien dos películas, se produce un falso triunfalismo, que hace pensar a la gente que en España se hace el mejor cine de Europa. Nada más falso. Creo que el mejor cine europeo lo están haciendo los ingleses, un cine muy pegado a la realidad que hace uso de todos los géneros, como Billy Elliot, Soplando al viento, Full Monty... o Ken Loach.
-En este sentido, ¿cree que el cine español corre el riesgo de perder sus raíces, las que sembraron directores como usted?
-Sin duda. Su concepto como testimonio de un país a lo largo de distintas épocas, que es como entiendo el cine, está en decadencia. En 1956 me pidió la revista L’Express de París un artículo que se acabó convirtiendo en algo así como mi declaración de principios. Se titulaba ¿Para qué sirve el cine?, y terminé diciendo que para mí, antes de nada, el cine debe ser un testimonio crítico de un momento humano. El cine será testimonio o no será nada. No obvio, por supuesto, que su función primordial es el entertainment, como dicen los americanos. Pero el juego del capitalismo consiste en verter este entretenimiento en la dirección completamente comercial, y ahí es donde se acaba el cine.
-El mensaje de sus filmes tiene una raíz militante. Con todo lo que ha llovido, ¿no está desencantado con el comunismo?
-En ningún caso, porque no creo que haya nada del Manifiesto de Marx y Engels de 1848 que esté superado. Asumo los errores del comunismo, pero mi mensaje sigue siendo el mismo, luchar por una sociedad en la que cada uno reciba según su necesidad y dé según su capacidad. Cuando empecé en esto del cine junto a Berlanga, lo que nos ocurrió a todos es que optamos por una opción filosófica que pretendía transformar el mundo. Y no es que sea comunista de 5 a 7, lo soy todo el día y toda la vida.
-En su popular intervención de las Conversaciónes de Salamanca, en 1955, dijo: "El cine español es políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico". ¿Ha cambiado mucho desde entonces?
-No cambiaría una sóla coma para definir el estado actual. Políticamente es igual de ineficaz, bailando al son de Estados Unidos; socialmente está cada vez más alejado de la gente, de la realidad; intelectualemente no tiene ningún criterio, nadie puede defender desde el punto de vista intelectual las películas de Almodóvar, nuestro representante; estéticamente, salvo pocas excepciones, está hueco, e industrialmente está bastante peor que entonces, ni siquiera hay estudios. Los estudios los tienen las televisiones.
La técnica de Huxley
-¿Cree que las nuevas generaciones se sienten en sintonía con su cine, que lo disfrutan y lo interpretan correctamente?
-Francamente, no lo sé. No puedo contestarle con seguridad. Tengo entendido, sin embargo, que el ciclo que me dedica la Filmoteca está funcionando muy bien, la sala se llena en cada proyección... no sé, quizá me descubran ahora.
-Se ha dicho de su cine que perdió sutileza con la democracia.
-Porque dicen que la censura aviva el ingenio. Pero eso es sólo verdad hasta cierto punto. No creo que sea una cuestión de sutileza, simplemente de libertad.
-En poco menos de un mes publicará sus memorias. ¿Cómo las ha planteado?
-Las presentarán mis queridos Fernando Fernán Gómez y Eduardo Haro Tecglen, que supongo que ahora las están leyendo. Abarco en ellas tres temas principales: el cine y el teatro, mi vida personal y mi compromiso político. He usado la técnica de uno de mis favoritos, Aldous Huxley, en cuya novela Eyeless in Gaza salta de un año a otro de forma arbitraria, sin respetar el orden cronológico. Yo he hecho lo mismo. Es decir, empiezo en el año 2000, pero en el siguiente párrafo hablo de 1917, porque de otro modo me hubiera resultado muy aburrido. Hacer unas memorias es como meter la mano en un cesto de cerezas, no sale una sino sesenta. Yo llevo un diario literario desde 1965, que ha sido la base para escribir estas memorias, y el mejor modo para ordenar mis recuerdos.
-¿Cómo se titularán?
-¿Ha leído la etiqueta de las botellas de Johnnie Walker? Si se hafijado, leerá: "Born in 1820 and still goes on" (Nació en 1820 y todavía sigue). Pues ése es el título: Y todavía sigue. Yo nací en 1922 y todavía sigo. Resistiendo.