La herencia de Paula Hernández
Paula Hernández
El cine argentino sigue apostando por las nuevas miradas. El 23 de mayo llega a España Herencia, ópera prima de Paula Hernández. Desmarcándose de su generacion, la cineasta ofrece un retrato optimista de su país en tiempos de crisis.
-Escribí el guión hace cinco años y aunque la cuestión histórica no coincida con el tiempo de la película, creo que la visión esperanzadora de Herencia ha sido una especie de bálsamo en tiempos de crisis. Sólo así puedo explicar el éxito que ha tenido la película en Argentina, al ser una producción tan pequeña.
-¿De qué quería hablar cuando empezó a escribir Herencia?
-En líneas generales, las ideas que daban vuelta en mi cabeza cuando comencé a escribir son prácticamente las mismas que se desprenden del filme. Es una película que habla de las posibilidades de tener una segunda oportunidad, de poder encontrarse con otro más allá de las diferencias que se tengan, de la solidaridad y el trabajo, de la necesidad de la gente para salir adelante y encontrar su lugar en el mundo. De algún modo, apuesta por la necesidad de tender puentes entre las personas.
Tono costumbrista
-Resulta irónico que Herencia trace un símbolo de la argentinidad a partir de la relación entre dos extranjeros en Buenos Aires, y sin embargo tenga un tono costumbrista.
-Creo que es así porque el argentino es la suma de muchos modos de ser. Los extranjeros son una italiana y un aléman, y el argentino tiene mucho de ambas culturas. Consideré muy atractivo resaltar que el germen de la argentinidad proviene de diversas naciones y actitudes. Peter, cincuenta años después, está viviendo la misma historia que vivió Olinda, un personaje en parte basado en mi abuela, que fue una inmigrante italiana. Son dos inmigrantes provenientes de Europa que llegan a Argentina tras los pasos del amor. Y la defensa del costumbrismo, en la era de la globalización, me parece necesaria.
-Casi toda la película transcurre en un sólo espacio. ¿Qué buscaba con este planteamiento casi teatral?
-Tenía un especial interés por trabajar con limitaciones de espacio, pues tenía la convicción de rodar con cámara fija y explorar el mundo de mis personajes sin demasiadas exigencias técnicas. En este sentido, un restaurante es un microcosmos en el que se dan cita todo tipo de perfiles humanos.
-¿Se considera de algún modo discípula de Eduardo Mignogna?
-Desde luego. Aparte de que he trabajado con él de ayudante de dirección, siempre he admirado su sencillez expositiva y su forma de combinar el humor y la emoción. Creo que, inevitablemente, he recogido ese tono en mi película.