Image: Oliver Stone en el laberinto del comandante Castro

Image: Oliver Stone en el laberinto del "comandante" Castro

Cine

Oliver Stone en el laberinto del "comandante" Castro

5 junio, 2003 02:00

Stone y Castro en una escena del documental Comandante

Nadie había tenido antes acceso a la intimidad de Fidel Castro. Nadie excepto Oliver Stone, que durante tres días de febrero de 2002 le siguió, le preguntó y le escuchó hasta reunir treinta horas de metraje de incalculable valor testimonial. De la condensación de todo ese material, y cofinanciada por la productora española Morena Films, nace Comandante, que tras su paso por la Berlinale llega el 6 de junio a nuestras pantallas. Antes incluso de su estreno en suelo estadounidense, el documental ha despertado agrias polémicas entre norteamericanos y anticastristas por dar una visión demasiado benevolente del dictador cubano. Además, la cadena HBO ha exigido al autor de JFK que actualice el contenido de la cinta al son de los últimas ejecuciones ordenadas por Castro. ¿Es tan dócil el león como lo pintan? El descubrimiento de la persona detrás del personaje que ha realizado el autor de Platoon ofrece varias lecturas.

¿Qué es lo que más les gustaría saber si hubieran tenido la oportunidad de seguir durante tres días a, pongamos por caso, Marilyn Monroe? ¿No hubieran preferido verla dormir o conocer sus terrores más íntimos que preguntarle por la escena de la falda y el metro de La tentación vive arriba? Vean, si no, el bellísimo retrato que hacia Truman Capote de la ingenua explosiva en Una hermosa criatura. Un restaurante, una conversación, una despedida antes de coger el taxi. La persona detrás del personaje. La debilidad, la tristeza, la inocencia. En Comandante, Oliver Stone ha hecho lo mismo con Fidel Castro: sabemos que este ilustre dictador, que ha soportado bloqueos y ha ejecutado a "disidentes del régimen" con idéntica profesionalidad y locuacidad, ha visto Titanic y Gladiator; también sabemos que bromea con el Viagra y que ha tenido amores y desengaños; sabemos que, en definitiva, la vida ha pasado por su piel como un camión sobre un sendero de gloria. Esas huellas han tapizado un mapa humano que la cámara insidiosa e insistente de Stone no se permite el lujo de ignorar. Los ojos cansados y las manos agrietadas, el sentimiento de muerte en la retaguardia del sentido del humor, del cinismo y la verborrea. Stone se ha tomado su tiempo para desnudar al personaje y mostrarnos al actor. Porque la política, ya lo saben, es puro teatro.

Estrella del cine cubano
Comandante es, como J.F.K, Nixon o Nacido el 4 de julio, una película sobre la interpretación. No sólo sobre lo que significa interpretar la realidad sino también sobre nuestro papel en un mundo en el que, probablemente, somos marionetas torpes y malheridas. Castro es un representante, una cabeza visible, un líder carismático, la más célebre estrella del cine cubano. Y Stone, que admira a los supervivientes y a los actores, le atrapa entre sus redes y le obliga a confesar. El divo se resiste, se hace el interesante, es evasivo y coqueto como una risueña cantante de ópera, pero responde. Stone conoció a Fidel Castro en 1986, cuando llevó Salvador a Cuba. "No fue fácil convencerlo de hacer este documental", admite el director de Platoon. Le envié una carta, y él me respondió con otra carta. Le encantan los escritores, de aquí su admiración por García Márquez y Hemingway. Y nunca me dijo nada en privado que no haya hecho público. Salvo a su dormitorio, me dejó entrar a su vida".

La virulenta reacción de los anticastristas ante tal intimidad no se ha hecho esperar. Reacción que no puede ser más injusta. Stone no simpatiza con el dictador porque no elude preguntarle por cuestiones políticas. Stone empatiza con el hombre que ha resistido, empecinado en su verdad como sólo los actores poderosos pueden hacerlo. Como si el documental fuera un telediario. Como si fuera la primera vez que Fidel Castro ejecuta a disidentes cubanos.

Cuando en el Festival de Berlín se le reprochó a Stone no haberle preguntado a Castro por la situación de los derechos humanos en la isla, el cineasta contestó con un rotundo "si lo hubiera hecho, no existiría Comandante". La reciente ola de detenciones de 75 disidentes condenados a penas de 28 años y la ejecución de los tres principales secuestradores de una embarcación para huir a Estados Unidos han agravado las críticas al trabajo de un cineasta de izquierdas que, en sus inicios, fue acusado de reaccionario (el guión de El expreso de medianoche es suyo). Parece ser que el camino que une la autocensura y la censura no es tan largo como lo pintan. La opción de Stone sigue siendo, sin embargo, apostar por su propia mirada, ser egocéntrico a través del egocentrismo del personaje al que retrata. "Me impresionó su moral, su elegancia, sus convicciones. Y eso que tiene una vida llena de problemas, no es fácil. Me recuerda a Don Quijote", concluye Stone. No es difícil entender por qué se siente fascinado por Castro: ¿Acaso no era Nixon un payaso víctima de sus propios molinos de viento? ¿Acaso no era Kennedy un iluso estrangulado por su imagen de presidente perfecto cuya vida personal estaba lejos de resultar ejemplar? ¿Acaso no era Jim Morrison un chamán que quiso cambiar el mundo y fracasó? La filmografía de Stone está llena de personajes mesiánicos y quijotescos cuyos sueños son truncados por una realidad corrupta y maligna. Fidel Castro es, tal vez, el que más resiste, el que ha conseguido vencer lo que el mundo creía invencible. Y está solo.

Semántica de la política
Es probable que el espectador tarde en acostumbrarse a la constante mezcla de idiomas que presenta la película, compuesta por el inglés de Stone, el español de Castro y la traducción simultánea de una mujer-sombra, espejo lingöístico de la lucha entre Cuba y los Estados Unidos. Esa ceremonia de la confusión idiomática acaba formando parte de la progresión dramática de Comandante, como si Stone quisiera demostrarnos que, también a un nivel sonoro, la semántica de la política ofrece multitud de lecturas. No por eso el documental es menos ameno o inte- ligible: la agilidad con que Stone samplea imágenes, discursos y la propia voz de Castro es sorprendente, pero nunca satura la atención del público. No hay tema que no toque con seriedad circunspecta o sincero interés, siempre mostrándose a una distancia del dictador que es a la vez cercana y respetuosa, precavida y contundente. Es por ello que Comandante resulta tan reveladora: las treinta horas de metraje que rodó Stone, la infinita paciencia con que se acerca a un personaje escurridizo y polémico, son la prueba de que el cine político y el cine intimista no son antónimos, la constatación de que, en tiempos de posguerra, ser americano no significa no poder hablar del Che Guevara, la crisis de los misiles y la invasión de Bahía Cochinos. He aquí, pues, un duelo de titanes cuya admiración mutua se resuelve en un doble y espléndido autorretrato: el del actor que se desnuda y el del director que le riñe y le aplaude.

Arafat, el siguiente
Antes de abordar Alejandro Magno, Stone quiere entrevistar a Yasser Arafat y dibujar a través de la conversación un retrato tan controvertido como el que ha hecho de Fidel Castro. Mientras tanto, la cadena HBO se ha negado a emitir Comandante si Stone no rueda más material para poner al día a los espectadores de la maldad castrista. Lo califica de "incompleto", ignorando que un documental debe ser subjetivo o no ser. Ni corto ni perezoso, Stone ha viajado de nuevo a Cuba para interrogar a opositores al régimen castrista de la talla de Osvaldo Payá, líder del proyecto Varela. "Me pareció que estaba muy desinformado de lo que ocurre en Cuba", declaró Payá a la agencia Reuters. "Fui yo quién insistió en hablar de los disidentes, pero él parecía no escuchar", afirmó. Sólo existe el presente, parece decirnos la HBO. Como si todo documental, género que convierte a la realidad pretérita en una ficción de ahora mismo, necesitara actualizarse día tras día.