Manuel Martín Cuenca y Lorenzo Silva
El escritor y el cineasta conversan sobre La flaqueza del bolchevique
30 octubre, 2003 01:00Martín Cuenca y Lorenzo Silva. Foto: Mercedes Rodríguez
Rioja Films. Despacho de José Antonio Romero, productor de La flaqueza del bolchevique, que se estrena el 31 de octubre. Sus artífices, el director Manuel Martín Cuenca y el escritor Lorenzo Silva, conversan para El Cultural sobre la dificultad de convertir una popular novela (finalista del premio Nadal 1997) en película, del riesgo de una historia donde el sexo y el amor caminan por cauces subterráneos. Hablan de un falso triunfador, de una adolescente irresistible, de una actriz que rompe moldes, de la moral, la corrupción y la tragedia, en definitiva, de una de las películas más audaces y honestas del reciente cine español.
Lorenzo Silva: Y quedamos a comer. Fundamentalmente en esa comida lo que hicimos es dilucidar qué película veías tú. Cuando me senté delante de ti, yo tenía muy claro que pondría mi novela en manos de alguien que tuviera una comprensión de la historia afín a la mía...
MC: Sí... porque es una novela muy personal. Me hablaste de la forma en que brotaron las primeras páginas, de un modo muy visceral...
LS: Es que empecé a escribir esta novela después de tragarme dos horas de atasco en Madrid, y llegué a la oficina tan cabreado que me desahogué y salió el primer capítulo. Pero en el caso de alguien que lleva muchos años escribiendo literatura, entra en juego el "fingidor" del que hablaba Pessoa, por muy auténtico que seas y por mucho que partas de experiencias, empiezas a recrear. A mí mucha gente me imputa cosas del personaje del bolchevique... que conduzco como un temerario, que no me gusta Bach. Algunas las comparto y otras no.
MC: Hay mucha cercanía en las páginas, y por eso también me tocó a mí. De lo que he leído tuyo es lo más escrito con el estómago, creo...
LS: Es cierto que era una historia para mí especialmente frágil, que no podía poner en manos de cualquiera, porque había muchas maneras de distorsionarla. Para mí era muy importante que lo hiciera alguien con la sensibilidad adecuada, alguien que no viera simplemente una historia de un hombre que se lía con una adolescente. Recuerdo que me dijiste que esto era una historia de amor, en toda la extensión de la palabra, con todo lo que tiene de sacrificio, renuncia y entrega por el otro. Eso me gustó.
MC: Una de las grandes virtudes de la novela es que está latente la tensión sexual. La fuerza de esa historia está en lo que no ocurre. Pablo jamás toca a María, sólo hay una vez en que están a punto, pero algo les interrumpe. No hay carne, pero sí hay deseo, contradicción, atracción, ésa es la verdadera fuerza.
LS: Alguna crítica definía la película como una fábula moral, que me parece una definición muy acertada. Nunca he escrito una historia que no tuviera un contenido moral, un sentido ético de los personajes consigo mismos. Eso es, en definitiva, lo que hace interesante las historias.
MC: El contenido moral de la película está en Pablo. Aunque parece que es un tipo sin principios, no puede convertise en un completo cínico. Su moral interviene cuando le tocan el corazón. Es un personaje desalmado y antipático, y le va saliendo el lado ético a lo largo de la película. Hay cosas que no puede traicionar cuando se enfrenta a la historia de amor con María.
LS: Es un personaje totalmente marcado por la culpa. Cuando salió la novela, creo que fue Sánchez Dragó quien dijo que había visto mucho de Dostoievski en ella. El sentimiento de la culpa es otro de los elementos rusos que hay en la novela, porque hay muchos, Vladimir Nabokov también estaría.
MC: A mí es que la culpa me parece una palabra tan pesada que me gusta más hablar de vergöenza. Yo no creo que el personaje tenga culpa, sino más bien vergöenza y cierto compromiso con la honestidad.
LS: El argumento siempre es símbolo de otras cosas. Tiene una lectura superficial y una lectura subterránea. A la hora de trasladarlo a la pantalla, también era otra baza pensar en alguien que no solamente iba a contar la historia con el dramatismo, el humor y la tensión necesarios, sino que permitiera atisbar qué representan esos personajes respecto a la sociedad en que vivimos. En el caso de Pablo que simbolizara a todos esos falsos triunfadores, y respecto a María que pudiera proyectar lo que es la potencia redentora de todas las fuerzas de la juventud.
MC: Evidentemente todo eso está en la narración. Lo que pasa es que el cine tiene que ser más físico, me interesan menos las simbologías. En la película todo el conglomerado de símbolos y metáforas está presente como un juego. A mí me interesaba que a ella le hiciera gracia que él se autodenomine en determinado momento bolchevique.
LS: En lo que se refiere al símbolo de la flaqueza del bolchevique, podemos contar que lo eliminamos en común acuerdo. Intentamos trasladar al cine toda la disquisición acerca de la analogía subterránea que Pablo ve entre su destino y el de los bolcheviques... todo eso era muy discursivo en la novela y en la película no cabía de ninguna manera. Lo que hicimos, es cierto, fue conservar en la película la parte más traviesa y juguetona del símbolo. Hay una travesura en que un ejecutivo del banco de inversiones se autodenomine bolchevique.
MC: Cuando la película empieza con un tipo mirando un libro sobre la revolución rusa, es más para dar una clave de misterio, para presentar a un tipo ambiguo y extraño. Igual que el hecho de que escuche a Extremoduro...
LS: Es que es un personaje muy singular. Es una relación entre dos personajes que de hecho se atraen por su singularidad.
MC: él no es sólo singular, es que es un personaje antipático. En la película se le ve desde fuera y no existe la justifiación narrativa de que está contado en primera persona. Había que conseguir que ese tipo que cae mal, acabe siendo alguien que cae bien. Eso se consigue a nivel de actuación. Creo que en ningún momento Luis (Tosar) trabajó un personaje ambiguo, siempre trató de que todas las miradas fueran honestas. El punto de intriga de qué es lo que va a hacer, de si va a ser un pervertido o no, lo pone el espectador desde fuera. Además, el físico de Luis jugaba a favor del mito de la bella y la bestia, de ahí la importancia de encontrar a la actriz adecuada...
LS: Es algo que tuvimos muy presente escribiendo el guión, la dificultad de encontar una chica con el aplomo y la naturalidad de esta María... que, por cierto, en la novela es Rosana. Lo único que te reprocho es haberle cambiado el nombre.
MC: Los primeros en descubrirla fueron Eva y Yolanda, del equipo de casting. Ellas intuyeron que María Valverde funcionaba, iba pasando todas las pruebas. Yo no tenía la seguridad, sí la intuición, y haciendo las pruebas de improvisación con Luis Tosar ya quedó más claro.
LS: En la ronda final, además, quedaron ella y otra actriz con más experiencia, que ya había hecho dos películas, y que ni mucho menos era una incompetente: Aida Folch. Yo confieso que no lo tenía nada claro entre las dos.
MC: Yo me dejé llevar por la intuición. Con María ha habido que trabajar mucho. Ella es muy buena y creo que puede ser una gran actriz si trabaja y no se tuerce. En el rodaje la ayuda de Luis fue fundamental. Pero luego está la labor de montaje. Muchos actores le deben gran parte de su interpretación al montador, y esta película sin el trabajo de ángel (Hernández) sería otra cosa bien distinta. María lo tiene, pero hay que sacárselo.
LS: Se puede decir que tiene suerte, porque con quince años protagonizar una película es suerte, pero esa suerte la peleaba.
MC: Por supuesto... tuvo que hacer muchas pruebas y el rodaje fue muy duro. ¿Pero háblame de las conclusiones a las que llegaste cuando viste la película terminada?
LS: Como sabes, he tenido un problema para verla. He estado tan metido que he tardado mucho en sentirme como espectador, y todavía no sé si lo soy. Vi copiones de la película y trozos en la sala de montaje. No tengo esa primera vez. Yo también soy culpable de la película, y mi dificultad para convertirme en espectador es obvia.
MC: Pero sí hubo un día en que pudiste verla distanciado... que fue en el pase de San Sebastián...
LS: Ahí fue cuando estuve más cerca de ser un espectador, porque viví la película junto con un público de 600 personas. Siempre que ves una adaptación tuya, hay un punto de distancia porque ves tu historia contada por otro. Hay algo que me resultó singular en esta película, y es que ese punto de distancia estaba acompañado por momentos inauditos de proximidad. Hay momentos en que veo a Luis Tosar actuando y encarna absolutamente el personaje en el que yo pensaba al escribir el libro. Hay un par de momentos de la película que construyen muy poderosamente el sentimiento de la historia, donde la emoción está al límite, y a mí esos momentos, siendo el autor de la historia y del guión, consiguieron emocionarme.
MC: Creo que uno de ellos es cuando se reencuentran en la oficina...
LS: Esa escena para mí es sobrecogedora, sobre todo para el que sabe hacia dónde camina la historia. Eso me emocionó y no soy fácil de emocionar en el cine.
MC: Creo que en esa escena está contenida gran parte del corazón de la historia de amor entre ellos. Me alegra que te guste, porque es una vuelta que le dimos a la trama. Hicimos que pasaran más cosas pero desde el mismo espíritu del texto, convocando a la tragedia de una forma muy griega. Desde dentro, yo siempre he creído que hemos hecho una película muy arriesgada. Tiene un protagonista antipático, marca una relación que no llega a definirse y tiene un final que podría considerarse abrupto... no sé... la verdad es que ha sido todo un reto llevar tu historia a la pantalla.
LS: Yo siempre he sentido que esta historia era y no era arriesgada. Lo es en el sentido de que no transmite una visión sencilla y esquemática de la realidad, y estamos demasiado habituados a visiones con las que podamos convivir cómodamente. Es una visión llena de ambigöedad. Pero hay que jugársela para contar una historia que merece la pena contar. Puede ser presunción por mi parte, pero desde que yo tenía sesenta páginas de la novela, yo sabía que esta historia no era arriesgada porque los personajes son muy potentes, y lo que piden las historias son buenos personajes.
MC: El cine juega más en los ámbitos de lo comercial que la literatura. Creo que es nuestra implicación personal lo que puede hacer conectar con la gente, porque si nos importa a nosotros, no es imposible que importe a los demás.
LS: No es una historia ajena a los espectadores, refleja modos de vida y personajes absolutamente contemporáneos. Hay un personaje más en la historia que es Madrid, y en esta película la ciudad está retratada como nunca, con todos sus niveles, con sus caricias y sus mordiscos.
MC: Está rodada con fascinación.
LS: Sí, con algo más que eso. La verdad es que ha sido una buena experiencia poder trabajar juntos. Creo que encontramos la forma de colaborar porque hablamos un mismo lenguaje y porque lo hemos hecho desde el respeto y la lealtad.
MC: Lo que me gustó de trabajar contigo es que somos muy diferentes en muchas cosas, y eso nos ha aportado cosas nuevas. Además, me has echado muchos cables en este largo proceso. Y te lo agradezco mucho. Ojalá encontremos la posibilidad de trabajar otra vez juntos.
LS: La encontraremos.
Pura química
La primera y más evidente de las "conexiones rusas" que vertebran La flaqueza del bolchevique procede de Nabokov. Sin embargo, la pasión que siente Humbert Humbert por Lolita es mucho más enfermiza (aunque no menos trágica) que la que siente Pablo por María. Lorenzo Silva confiesa que pesó más en su historia la presencia subterránea de Noches blancas, de Dostoievski, que leyó con 15 años: "Es el amor imposible entre dos desconocidos que se enamoran en la calle, que intuyen lo más importante de sus vidas en un ser extraño y se enfrentan a la imposibilidad de poseerlo". A efectos cinematográficos, sin embargo, Martín Cuenca confiesa que se estudió a conciencia las escenas entre Timothy Hutton y Natalie Portman en Beautiful Girls, "para ver por qué funcionaba tan bien la historia entre ellos". Cuestión de química, claro. Algo que no les falta a Luis Tosar y María Valverde.