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Cine

El gran salto

El paso al largometraje de seis cortometrajistas

22 julio, 2004 02:00

Escenas de "Las tetas más bonitas...", "Malas compañías", "Nada que perder" y "Uno más, uno menos"

Con motivo de la celebración a partir del 23 de julio del 21 Festival de Cine Independiente de Elche, referencia ineludible del cortometraje español, El Cultural ha hablado con seis cortometrajistas que preparan su salto al largometraje. Daniel Sánchez Arévalo, Antonio Hens, Eneko Obieta, Rafa Russo, Antonio Naharro y álvaro Pastor exponen aquí las dificultades de conseguirlo.

"El mundo del cortometraje es un mundo agradable, placentero, necesario, pero en el que nadie se quiere quedar a vivir de por vida". Daniel Sánchez Arévalo (Madrid, 1970) sabe bien lo que dice. Después de dirigir cuatro exitosos cortometrajes -con uno, Exprés, fue nominado al Goya; con otro, Física II, ha sido preseleccionado para el Oscar-, este joven director por fin va a cambiar de estratosfera. Está a punto de acceder a la categoría profesional del juego: el mundo del largometraje. De los miles de directores de cortos que han aparecido en los últimos años, muy pocos consiguen dar ese paso. La mayoría de ellos ha rebasado la treintena, y lógicamente aspiran a vivir de lo que hacen, es decir, dirigir películas. Pero la realidad acaba reduciendo todo a pura matemática: no hay sitio (ni dinero) para todos. ¿Cómo pasar la criba? Con kilos de trabajo, paciencia y mucha suerte.

A Daniel Sánchez Arévalo no se le escapa que está entre los elegidos. Debutará el año que viene con Azul oscuro casi negro, título muy pertinente para definir el mundo del corto, pero que en este caso remite a otras obesiones del autor ("Los protagonistas de mis historias siempre encuentran en sí mismos su peor enemigo", establece como corpus de su breve obra). ¿Cómo lo ha conseguido? Por la primera de las vías posibles: contando con la total confianza de un productor sin miedo al riesgo: José Antonio Félez, de Tesela Films, no en vano el mismo ojo clínico que descubrió a Achero Mañas (El bola) y Santi Amodeo (Astronautas). "Me he paseado por muchas productoras con un guión bajo el brazo y nadie me ha hecho caso. Necesitas a alguien que confíe en ti, que vea potencial y apueste", explica Sánchez Arévalo, para quien "todo ha ido muy rodado" desde que fue nominado al Goya con el corto Exprés, y que empieza a recoger ahora los frutos de diez años trabajando como guionista profesional en series de televisión. Aparte de José Antonio Félez, el autor del estupendo corto cómico Profilaxis -galardonado en el Festival de Alcalá de Henares- también ha contado con el apoyo de Julio Médem, "padrino" y guionista de su última pieza corta, La culpa del alpinista, uno de los cinco cortometrajes del proyecto Nescafé 50 minutos.

Rafa Russo (Madrid, 1962) también ha llegado a la meta. Considerado otro clásico del cortometaje español reciente, ha dirigido El cumplido (2000) y Nada que perder (2002), con el que obtuvo el Goya al Mejor Corto de Ficción en 2002. El 20 de septiembre comenzará a rodar su ópera prima, Amor en defensa propia, a partir de un guión original que narra una historia de amor entre perdedores, y que protagonizarán Ana Fernández y Gustavo Garzón. Rafa Russo ha logrado la financiación para su largo por la segunda vía posible: como consecuencia de un concurso para ópera prima, organizado por Studios Universal, cuyo premio era un millón de euros para la financiación de la película. "Sin este premio no estaría rodando mi primer largo, de ninguna manera, a pesar de todos los premios que han ganado mis cortos -explica Russo-, y a pesar de que ya he escrito guiones de largo que se han producido (Lluvia en los zapatos y Aunque tú no lo sepas)".

Ni los premios ni el currículum, por tanto, son una garantía para cruzar el embudo que separa a los directores del cine en pequeño formato de los que dirigen largometrajes. En esta criba o lotería que corta como una guillotina la carrera profesional de muchos cineastas, impedidos para desarrollar el talento ya demostrado en el campo del corto, hay quien advierte motivos más bien oscuros. Eneko Obieta (Guernica, 1972), director del excelente y conmovedor corto Las tetas más bonitas del mundo, denuncia: "Creo que el criterio debería ser menos aribitrario que el ‘dedismo’ y el ‘amiguismo’. Me imagino que diciendo esto no caeré simpático a mucha gente, pero creo que es una sensación generalizada que ya es hora de que se haga eco de ella". Obieta apuntala estos días su primer guión de largometraje, que puesto en palabras suyas es "una historia de sentimientos, de vidas que se cruzan, de amistad, de amor, de opciones de vida y de posiciones frente a la muerte", y cuando lo termine se enfrentará a la dura odisea de llamar a las puertas (generalmente cerradas) de las productoras. "Creo que el principal obstáculo es básicamente el encontrar un productor al que vayas, le presentes el guión del largo y la cinta con tu cortometraje, le digas ‘Esta es la historia que quiero contar y esta es la manera como cuento yo las historias. ¿Tienes X00.000 euros para producirla?’ y que te conteste ‘¿Cuándo empezamos?’; y todo esto siendo un absoluto desconocido".

Otros factores
De nuevo topamos con la figura del padrino, el vaso comunicante con la industria, con el entorno en el que las cosas del cine se mueven, aunque sea muy lentamente. "La figura del padrino si no es imprescindible al 100% lo es al 95%. Además, creo sinceramente que influyen muchos más factores que solamente el talento para conseguir que te produzcan", añade el autor vasco. "Un padrino puede resultar escaso. Mejor si se cuenta con la familia al completo", ironiza Antonio Hens (Córdoba, 1969), quien a pesar de los premios que avalan su corto Malas compañías -desde el London Film Festival al primer Premio de La Noche Más Corta- ha tardado varios años en encontrar la confianza de un productor para que se implique en la financiación de su ópera prima. Se titula Círculos viciosos, la produce Nephilim (Luis Collar) y el guión -que cuenta las tribulaciones de un prostituto cubano para salir de su país y comenzar nueva vida en España- es el resultado de varios meses de trabajo en Casa de América, con la colaboración de Paz Alicia Garcíadiego (guionista de Arturo Ripstein) y el director argentino Marcelo Piñeyro (Kamchatka).

También en los talleres de Casa de América se ha gestado el guión Yo también, escrito por Antonio Naharro (Albacete, 1968) y álvaro Pastor (Madrid, 1972), co-directores del corto Uno más, uno menos, que obtuvo una candidatura al Goya en 2002. Si aquella popular pieza en el entorno del cortometraje narraba el proceso de realización de un documental sobre una chica con síndrome de Down, ahora ambos directores quieren recibir el bautismo en las aguas del largometraje trabajando sobre el mismo terreno. "Nuestro protagonista es un hombre de treinta años con síndrome de Down, con una carrera universitaria y con una lucidez que ya quisiéramos muchos. Y frente a él, un antagonista: el mundo y los seres ‘inteligentes’ que lo pueblan", explica Naharro. El guión, que ya está en su quinta versión, ha contado con la tutoría del guionista Fernando Castets, de ahí que álvaro Pastor considere preferible contar con un "maestro" que con un "padrino" para el acceso al largo. "Todavía no hay nada concreto. Yo también lo puede producir cualquier productora o nosotros. Ya veremos", añade Pastor.

El corto se revela así, en ellos como en tantos otros directores, como un campo de pruebas en su camino hacia el largo, si bien Pastor prefiere verlo de otra manera: "Un cortometraje es una obra completa. No es un tránsito hacia el largo y la fama". Rafa Russo sí reconoce que "el corto es un trampolín hacia el largo, un formato donde los errores son menos trascendentales y, por lo tanto, uno puede permitirse el lujo de experimentar, arriesgarse, aprender...". Para Daniel Sánchez Arévalo el cortometraje es un "medio de expresión válido y necesario, con entidad propia", pero asegura que "si no haces varios cortometrajes, nadie va a confiar en ti para hacer un largometraje". Antonio Hens, por su parte, encuentra "muy comprensible que quienes hacen cortos no aparten de su mente verse en un futuro no muy lejano dirigiendo un largo". Obieta es más categórico: "Es un grave error que muchas veces se comete el considerar el corto como un paso intermedio. Con esa idea muchos de ellos acaban convirtiéndose en ejercicios de estilo o fuegos de artificio pretenciosos".

El riesgo decisivo
El componente del riesgo, obviamente, juega una baza muy importante en el paso decisivo al largo. "Por lo general los productores no se arriesgan con directores nuevos ni con actores nuevos, ni con nada nuevo -sostiene Antonio Naharro-. Cuando tienes un proyecto arriesgado es complicado dar con alguien que lo vea como un negocio, así que a las dificultades económicas yo añadiría una dificultad mayor y es la credibilidad". El productor, mal que les pese, es siempre quien tiene la sartén por el mango, en sus manos está la decisión de poner en marcha un proyecto o no. Evidentemente, en esa decisión se impone la vertiente comercial del proyecto. "Se suele decir que faltan guionistas buenos en este país. Yo diría que faltan productores buenos, productores con sensibilidad, que quieran hacer cine de verdad, y no sólo negocio con el cine", opina Rafa Russo. "Por lo general, los productores no saben dónde poner el dinero", asegura Naharro.

Pero además del productor, también entran en juego el compromiso de otras fuentes de financiación, lo que multiplica las dificultades de reunir el dinero suficiente. Como sostiene Antonio Hens, "siempre dependes de que los derechos de tu película los compre alguna televisión. Si no hay una tele que decida poner dinero, no hay película". Rama fundamental de la financiación cinematográfica, las televisiones están obligadas por ley -que no todas cumplen- a invertir un 5% de sus presupuestos en el cine español. Los profesionales que deciden a qué proyectos destinar ese dinero (con el que compran los derechos de emisión del filme) son generalmente especialistas en derecho o en economía, que muy poco tienen que ver con el mundo del cine. "A no ser que seas ya un director con cierta trayectoria, es muy difícil que decidan apostar por ti y, mucho menos, que tengas la libertad de narrar tu película sin ningún tipo de censuras", asegura el autor de Malas compañías.

El diagnóstico de Rafa Russo no es desde luego más esperanzador : "Está muy crudo dar el salto al largo en estos momentos. Hemos pasado los dos o tres años más difíciles del cine español en mucho tiempo. Las televisiones no están comprando nada de antemano, y menos a directores noveles. Conozco a muchos cortometrajistas muy, muy talentosos que han demostrado tener una mirada especial y ser merecedores de una oportunidad". Oportunidad que nunca llega y que, a la larga, juega en detrimento de la propia industria, que desde su conservadurismo cultural puede estar perdiendo, sin saberlo, muchas miradas nuevas y necesarias. Eneko Obieta propone una solución: "Debaría existir una ONG que se dedicara a apadrinar directores noveles. Yo me apuntaría. Como apadrinado, evidentemente". Es una idea.


Cortos en Elche
Según la organización, el principal objetivo del Festival de Cine Independiente de Elche, que alcanza este año su 27 edición, es dar a conocer a jóvenes directores a través de sus cortometrajes, y de este modo ayudar a la promoción de jóvenes promesas del cine nacional e internacional. A partir de mañana y durante una semana, se proyectarán un total de 81 cortometrajes -seleccionados de entre 328-. Tanto en vídeo como en 35 mm, 70 de los cortos participantes han sido dirigidos por jóvenes españoles, mientras que la procedencia del resto se reparte entre Alemania, Argentina, Brasil, Cuba, Estados Unidos, Perú, Portugal, Puerto Rico y México. Cita ineludible para tomarle la temperatura al cine que se hará en un futuro en nuestro país, el certamen no sólo da cabida a realtos de ficción (39 de los cortos), sino también documentales (6) y, sorprendentemente, una alta participación de piezas de animación (22). El festival ha elevado este año la cuantía de los galardones a 10.000 euros para el cortometraje ganador.