Quijote-Cine

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Cine

Don Quijote desde la butaca

El ingenioso hidalgo ha adoptado múltiples rostros en la pantalla. Carlos F. Heredero repasa las adaptaciones más interesantes, que van del cine mudo a nuestros días

6 enero, 2005 01:00

El ingenioso hidalgo ha adoptado múltiples rostros en la pantalla, desde el ruso Feodor Chialapin al francés Jean Rochefort, pasando por Peter O'Toole, Francisco Reiguera o Juan Luis Galiardo. Aunque las aproximaciones al mundo cervantino, desde la ficción o el documental, superan el centenar de intentos, todavía no se puede hablar de una película definitiva sobre el Quijote, máxime cuando grandes cineastas como Orson Welles o Terry Gilliam no pudieron terminar sus respectivas y personalísimas versiones del mito.

En las más quijotesca de las aventuras fílmicas emprendidas por cineasta alguno, Orson Welles filma cómo un insólito Alonso Quijano, provisto de armadura y yelmo, pero sentado en las butacas de un cine, se levanta indignado tras ver amenazada a la heroína de ficción y arremete con su lanza contra la pantalla en defensa de la doncella. Probablemente en ninguna otra ocasión la dialéctica entre la realidad y la imaginación o, dicho con más propiedad, el diálogo entre los seres de ficción y las formas de representación que les conforman como tales haya alcanzado sobre soporte de celuloide una concreción visual tan próxima a la autorreflexiva y metalingüística conciencia narrativa que palpita en las páginas cervantinas donde se narran las aventuras de Don Quijote de La Mancha.

Sucede, sin embargo, que esa secuencia fundamental (prisionera de un complejo litigio internacional sobre derechos jurídicos y económicos, que atenaza todavía hoy a relevantes materiales rodados en su día por el cineasta americano) permanece invisible, ajena incluso al discutido montaje realizado por Jesús Franco, en 1992, con una parte del extenso y heterogéneo metraje que Orson Welles empezó a filmar en México, en 1957, y en el que todavía seguía trabajando en 1985, poco antes de morir. Pero es precisamente en esas imágenes inéditas, así como en otras de espíritu semejante, filmadas para el mismo proyecto, donde quizá reside lo más cervantino que ha dado el cine en torno al héroe manchego.

Paradójicamente, eso sí, el Quijote cinematográfico nace muy lejos de La Mancha, puesto que ni siquiera es español, sino francés. De la primera y pionera tentativa, fechada en 1898 y producida por la casa Gaumont, se tiene noticia, pero no se conservan imágenes. De la segunda, producida por la empresa rival (Pathé), y dirigida por Lucien Nonguet y Ferdinand Zecca, se realizó una versión coloreada manualmente, y en ella se reproducían (a modo de tableaux vivants) varios episodios del original literario hasta el punto de constituir la primera película de ficción larga de la historia, pues la duración de Les Aventures de Don Quichotte de la Manche, subtitulada Escena cómica en 15 cuadros, se extiende ya hasta los veinte minutos.

Filmada en 1903, esta obra fundacional se proyectará después, de forma pública y gratuita, a lo largo y ancho de la España de 1905 que celebraba, hace ya un siglo, el tercer centenario de la novela. Se iniciaba así un largo itinerario cinematográfico que ha dejado en el camino más de sesenta intentos de abordar la novela desde el campo de la ficción narrativa de imagen real, más de veinte con los recursos del cine de animación y más de treinta con las armas propias del documental. Un sinfín de aproximaciones, en definitiva, ya sea a partir de la historia central, ya sobre cualquiera de sus figuras individuales, o incluso tomando como base alguno de los relatos independientes, incluidos por Cervantes dentro de su texto.

El retraso español

Será necesario esperar hasta 1910, sin embargo, para encontrar el primer Quijote que cabalgue por la pantalla con identidad española. La hazaña se atribuye a Narcís Cuyás, pero como la copia forma parte del ingente patrimonio fílmico nacional que se ha perdido, no se sabe muy bien si esta película, titulada Don Quijote de La Mancha es, o no es, la misma que su realizador filmó con el título de El curioso impertinente (igualmente desaparecida), mientras que esta última sí sería, en todo caso, la primera en adaptar una de las novelas independientes incrustadas por Cervantes dentro de su libro. Pero lo más sorprendente de todo es que el cine español no volverá a ocuparse de la gran novela hasta... ¡1934!, si bien sólo para proponer un mediometraje documental dirigido por Ramón Biadiu (La ruta de Don Quijote), en el que se recorren los lugares de La Mancha por los que supuestamente transcurren las aventuras literarias del hidalgo.

Hasta entonces se suceden intentos diversos que proceden de Italia, Francia, Estados Unidos y Dinamarca, pero el cine español sólo se acuerda ocasionalmente de Cervantes —durante las tres décadas del cine silente— para adaptar dos de sus novelas ejemplares (La gitanilla, en 1914, y La ilustre fregona, en 1927). La figura de Don Quijote reaparece después en 1939, pero lo hace dentro de una farsa cómica (Leyenda rota, dirigida por Carlos Fernández Cuenca) cuya historia convoca, simultáneamente, a Alonso Quijano, a Don Juan y a Carmen para bromear, sin demasiado ingenio, sobre otros tantos supuestos arquetipos de “lo español”.

Siete años después, la figura de Dulcinea se convierte en protagonista de la película homónima (dirigida por Luis Arroyo), pero la historia narrada por ésta no surge de la obra original, sino de la tragicomedia de Gaston Baty sobre el personaje de Cervantes. Todavía será necesario esperar un año más, en consecuencia, hasta que, ¡por fin!, la industria española se decide a abordar, con llamativo y sonoro retraso, su primera adaptación más o menos canónica. Surge así, con producción de CIFESA y bajo la batuta de Rafael Gil, Don Quijote de La Mancha (1947), donde la partitura de Ernesto Halffter y los decorados de Enrique Alarcón envuelven una aproximación reverente y ampulosa, académica y dócil, en la que Alonso Quijano se arrepiente al final de las locuras de Don Quijote para que el ordenado mundo oficial acabe por imponerse al intento de cuestionarlo. Estábamos entonces, a fin de cuentas, en el núcleo duro del franquismo.

La ficción inagotable

Salvada sea lo que podría llamarse la “anormalidad española”, vigente durante casi medio siglo, la filmografía quijotesca resulta extensa y, sobre todo, extraordinariamente variopinta, pues en ella caben las propuestas más atrevidas, heterodoxas y delirantes que quepa imaginar. Así que lo mismo podemos encontrarnos con una producción italiana titulada Mademoiselle Don Quichotte (Aldo Molinari, 1918) que con un cortometraje pornográfico de animación facturado en Alemania (Don Pichote, 1971), lo mismo con una producción finlandesa en la que Alonso Quijano se ha vuelto loco de tanto leer cómics (Don Quijote; Eino Ruutsalo, 1961) que con un film americano titulado Cuando el sexo era un asunto de caballeros, estrenado en las salas “S” de la transición española como Las eróticas aventuras de Don Quijote (Raphael Nussbaum, 1976).

La extrema diversidad de los acercamientos al texto literario incluyen tanto una versión portuguesa protagonizada por marionetas (Don Quixote e Sancho Panza, Cecilia Nieto, 1992) como representaciones coreográficas a cargo de Rudolf Nureyev o Maya Plisetskaya. Lo mismo se ficcionaliza una conversación de Alonso Quijano con Hamlet y una visita del hidalgo a su propio monumento en la Plaza de España (La vida de Don Quijote y Sancho; Revaz Chjeidze, 1989), que un encuentro final del caballero, ya en su lecho de muerte, con su soñada Dulcinea (The Adventures of Don Quixote; Alvin Rakoff, 1972). Lo mismo podemos hallar esforzados trabajos de más o menos inspirados artesanos (desde el español Rafael Gil hasta el norteamericano Arthur Hiller) que personalísimas aproximaciones de cineastas tan ilustres como Wilhelm Pabst, Grigori Kozintsev, Eric Rohmer, Orson Welles, el dramaturgo Mauricio Scaparro o Manuel Gutiérrez Aragón.

Héroes cervantinos

Desde George Meliès (en 1908) hasta Jean-Luc Godard (que confronta al entrañable Lemmy, interpretado por Eddie Constantine, con el mismísimo Don Quijote dentro de Alemagne, neuf zéro), desde humildes cortometrajes hasta lujosas y grandes superproducciones pasando por multitud de documentales didácticos, la huella de los héroes cervantinos se extiende, incluso, a las películas que se basan de forma más o menos embozada en algunas de las novelas interiores del gran libro, como es caso de Un diablo bajo la almohada (José María Forqué) o de La noche más hermosa (Manuel Gutiérrez Aragón), que se inspiran en El curioso impertinente.

Y todo ello sin contar ambiciosos proyectos minuciosamente planificados que ni siquiera llegaron a iniciar su rodaje (el de Vicente Blasco Ibáñez en 1916, desarrollado en más de 200 páginas; el del dibujante Ricardo Marín, en 1928: Dorotea, o la princesa Micomicona), aventuras visionarias que consumieron toda una vida (la de Orson Welles) o naufragios tan aparatosos como el sufrido por Terry Gilliam, del que se da cuenta en el documental Lost in La Mancha (2002).

Personajes de leyenda

La irreductible personalidad del hidalgo cervantino, ese personaje universal que según Thomas Mann “vive de la gloria de su propia glorificación”, es un molde poliédrico de infinitos matices que han rellenado, enriquecido y ampliado algunos de los más grandes actores del cine mundial. La nómina internacional va desde el cantante de ópera ruso Feodor Chaliapin (a las órdenes de Pabst) hasta Jean Rochefort (frustrado Quijote de Terry Gilliam), pasando por Nikolai Cherkasov (dirigido por Kozintsev), Peter O'Toole (en el musical americano) o Rex Harrison (en una propuesta televisiva de la BBC británica). La galería española incluye los nombres señeros de Rafael Rivelles (frente a la cámara de Rafael Gil), Francisco Reiguera (el hidalgo de Welles), Fernando Fernán-Gómez (en la versión mejicana de Roberto Gavaldón), más Fernando Rey y Juan Luis Galiardo, los dos más recientes, ambos bajo la atenta mirada de Manuel Gutiérrez Aragón.

Pero sucede que la novela de Cervantes no sería tal sin el intercambio constante entre Don Quijote y Sancho Panza, dos figuras que comparten en igualdad de condiciones —como ni siquiera sucede nunca en la obra de Shakespeare (Harold Bloom dixit)— “el honor de la primacía imaginativa”. De ahí que el personaje del escudero haya ofrecido también, a cuantos actores se han hecho cargo de él, una construcción dramática de la que sabios y connotados histriones han sabido extraer un inagotable manantial de humanidad. Y ahí están, como muestra, las aportaciones de George Robey, Juan Calvo, Yuri Tolubuyev, Mario Moreno (“Cantinflas”), Akim Tamiroff, James Coco, Frank Finlay, Alfredo Landa y Carlos Iglesias, antes de que Johnny Depp (reclutado por Terry Gilliam) se quedara, finalmente, sin poder incorporarse a tan distinguida familia.

Las imágenes imprescindibles

Queda en pie, al final, un exigente ramillete de obras escogidas en las que se concentra lo mejor del esfuerzo fílmico por apropiarse de o por prolongar la inventiva literaria cervantina. La versión pesimista, y muy sensible a su trágico contexto histórico, del austriaco Wilhelm Pabst (Don Quichotte, 1933), para la que Ravel compuso una partitura que no se llegó a utilizar. Una obra en la que el protagonista muere al mismo tiempo que se quema su librería, en transparente metáfora de la hoguera que la Alemania nazi había escenificado, ese mismo año, con los libros que consideraba subversivos. Tras ella, la visión soviética que surge con el deshielo posestalinista, facturada por G. Kozintsev (Don Kihot, 1957): populista y escenográfica, inflamada de manierismo y filmada con el asesoramiento estético del escultor español Alberto Sánchez, exiliado en la URSS.

La aproximación didáctica y reflexiva de Eric Rohmer desde el territorio del documental (Don Quichotte de Cervantes, 1965) propone, a la vez que recorre las ilustraciones gráficas dedicadas a la novela desde el siglo XVII, una sugerente reflexión sobre la forma en que la pintura y el grabado reformulan un mito literario. A su vez, la recreación teatralizante de Maurizio Scaparro (Don Chisciotte, 1984), encerrada entre las paredes de Cinecittà y basada prioritariamente sobre la palabra, trata de ilustrar la idea de que la acción transcurre en el paisaje mental de los personajes.

Y queda también el díptico formado por las dos aproximaciones de Manuel Gutiérrez Aragón, primero para televisión en cinco capítulos (El Quijote, 1991), y luego para cine al abordar, con fuertes dosis de autoconciencia y de reflexión metaficcional, el segundo libro de las aventuras de Alonso Quijano (El caballero Don Quijote, 2002). Pues es sobre todo en esta última pieza, así como en la inacabada, prometeica aventura de Orson Welles (más “un ensayo sobre España” que sobre el personaje, al decir del propio cineasta) donde las imágenes del cine encuentran esa estrategia poética, esa milagrosa capacidad —alquimia cervantina donde la haya— de “tomarse simultáneamente en serio y con ironía el juego del mundo, así como el envés de ese juego en el que están inmersos Don Quijote y Sancho Panza”, invocando aquí, de nuevo, las sabias palabras de Harold Bloom.

Un aniversario de intenciones

Por Carlos Reviriego

Dice el cineasta Manuel Gutiérrez Aragón, cuya obra confiesa que bebe tanto de John Ford como de Miguel de Cervantes, que las celebraciones con motivo del IV Centenario pueden muy bien volverse en contra de sus propósitos, es decir, que el bombardeo institucional y mediático en torno al Quijote, en lugar de estimular la lectura de la novela logre saturar a un público que terminará por aborrecer al ingenioso hidalgo y su escudero. En todo caso, las actividades en relación con la cinematografía, que por supuesto no faltarán, son todavía poco más que un misterio, pues en su mayoría no pasan de declaraciones de intenciones que en el mejor de los casos irán tomando forma a lo largo de los próximos meses.

Organizado en colaboración con la Empresa Pública Don Quijote de la Mancha 2005, se conoce ya el avanzado estado del documental de montaje (es decir, con material de archivo) que está editando Javier Rioyo, y que dará cuenta de las múltiples y diversas aproximaciones a la figura manchega que se han realizado a lo largo de la historia. Una cantidad ingente de producciones, muchas de ellas incompletas o desaparecidas, que durante este año serán sometidas por primera vez a una ardua y fiable catalogación de carácter nacional e internacional. Gran parte de estas obras, tanto las de ficción como los documentales o las películas de animación realizadas a lo largo de toda la geografía mundial, formarán parte del ciclo de proyecciones previsto por la Filmoteca Española (esperemos que itinerante), y que seguramente gozará de una segunda vuelta. Paralelamente al ciclo, que no será exclusivo de la Filmoteca y tendrá cabida en diversas casas culturales y cine-clubs, se organizará una exposición de carteles cinematográficos y fotografías.

Con ánimo recapitulatorio, y en una ciudad todavía por determinar, se prevé la organización de un Congreso Internacional sobre el Quijote en el cine, en el que intervendrán los máximos expertos en la materia con ponencias que más tarde serán editadas en un libro. Aunque todavía pendiente de fechas, se espera, pues, un año cinematográfico inevitablemente quijotesco, a la espera de que los temores del autor de El caballero Don Quijote no se hagan realidad.

FILMOGRAFÍA IMPRESCNIDIBLE

Don Quixote, de Lau Lauritzen. (1926, Dinamarca)

Don Quichotte, de Wilhelm Pabst. (1933, Francia/Gran Bretaña)

La ruta de Don Quijote, de Ramón Biadiú. (1934, España). Mediometraje documental

Leyenda rota, de Carlos Fernández Cuenca. (1939, España)

Don Quijote de la Mancha, de Rafael Gil. (1947, España)

Don Kihot, de Grigori Kozinstev. (1957, URSS)

Don Quichotte de Cervantes, de Eric Rohmer. (1965, Francia)

El hombre de la Mancha, de Arthur Hiller. (1972, Italia/Estados Unidos)

Don Chisciotte, de Maurizio Scaparro. (1984, Italia)

Don Quixote e Sancho Panza, de Cecilia Nieto. (1992, Portugal)

Don Quijote de Orson Welles. (1992, España, montaje de Jesús Franco)

El caballero Don Quijote, de Manuel Gutiérrez Aragón. (2002, España)

Lost in La Mancha, de Keith Fulton y Luois Pepe. (2002, Reino Unido/Estados Unidos)

Lee todo el especial Los 400 del Quijote