Image: El beso del asesino

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Cine

El beso del asesino

Stanley Kubrick en DVD

27 enero, 2005 01:00

Escena de El beso del asesino

El Cultural entrega el 27 de enero, por sólo 8,95 euros, el DVD El beso del asesino (1955), el debut oficial de Stanley Kubrick, una antología del cine negro de poderosa fuerza visual con la que Kubrick dio muestras de su genio incipiente. Con un guión original del propio Kubrick, el film narra la historia de amor de dos almas solitarias en un Nueva York hostil.

Película de callejones vacíos, de púgiles, bailarinas y gángsters, de ambientes en los que rezuma la peste de garitos y pensiones, El beso del asesino es la única historia original en la filmografía de Kubrick -exceptuando su debut no oficial con Fear & Desire-, y se adscribe de pleno al llamado film noir hasta el punto de poder entenderse como una antología del género. Davy Gordon, un boxeador fracasado de Greenwich Village, recuerda su historia en una estación de tren. En un largo flashback, que ocupa la totalidad de la película, reflexiona desconsolado ("Mi problema es que me tomo la vida demasiado en serio") sobre los acontecimientos recientes que le han empujado a huir de la ciudad. Todo empieza cuando rescata a su vecina, la bailarina Gloria Price, cuando es golpeada por su jefe, un gángster de poca monta (interpretado por Frank Silvera), enamorado de la chica, que finalmente acabará persiguiendo al púgil por los tejados de Nueva York para darle muerte. En apariencia es la clásica historia de dos almas solitarias (y enamoradas) enfrentadas a una ciudad hostil, pero en su interior hay más misterio y zonas oscuras de lo que cabría esperar. En su debut oficial, aun mirando a Hollywood (de ahí el happy end), Kubrick demostró que su cine buscaría la singularidad por encima de todas las cosas.

La originalidad comienza en la propia estructura del film, ese largo flashback que a su vez recoge otras voces y otros saltos temporales de naturaleza extraña -con la trampa, perdonable, de que el protagonista recuerda escenas que no ha podido vivir-. El sorprendente segmento en el que Gloria Price relata su tragedia familiar está visualmente resuelto de un modo tan bello como enigmático: el fantasma de su hermana (¿o es su madre?) baila en un escenario oscuro y vacío, de calidad onírica, durante tres minutos. No será la única escena desconcertante y hasta irrelevante para la trama, pues también hay un sueño precediendo el encuentro de los enamorados que evoca el final de 2001, y una voz en off leyendo una carta familiar que por su gélida amabilidad sienta el primer precedente de HAL 9000. Hallamos también en El beso del asesino un magníficio empleo de la imagen sin necesidad de palabras, evocando el mejor cine mudo -antes de conocerse, los protagonistas bajan las escaleras del edificio en un montaje paralelo muy expresivo-, o escenas de acción -la pelea final en una fábrica de maniquíes- que parecen rodadas con mucho más oficio del que se espera de un joven de veintisiete años como era Kubrick entonces. Sólo su genio incipiente explica la calidad de la escena en el ring, donde gracias a un eficaz ritmo y a la cámara subjetiva, el espectador, y no sólo Davy Gordon, también es noqueado.

Un estilo elocuente
En el peor de los casos, Kubrick mostró con El beso del asesino -título tan acertado, enigmático y paradójico como La naranja mecánica o Eyes Wide Shut- que con un presupuesto muy limitado, de producción independiente, era capaz de orquestar un siniestro film de serie negra con mejor estilo y mayor elocuencia que otras producciones de su época bastante más caras. El aprovechamiento del espacio, con habitaciones que revelan la historia de sus habitantes; la expresiva puesta en escena (los amantes espiándose por ventanas que parecen rejas), el empleo de un estilizado, inquietante blanco y negro, o el score de jazz festivo en contraste con el drama que sucede, dan fe de la claridad de ideas de su director, que siempre parecía saber a dónde iba y cómo llegar, aunque el resultado se resiente en ocasiones de un guión con fisuras, de subtramas que no se cierran y motivaciones no justificadas. En todo caso, es estimulante asistir a la historia de amor menos escéptica y más ingenua filmada por Kubrick, quizá porque todavía está concebida desde la pasión y la fe de un veinteañero. En este sentido, no deja de ser irónico el significado fonético del nombre de la chica ("el precio de la gloria"), o la posibilidad apuntada de que el condescendiente final con el reencuentro de los amantes en la estación, empañado por la elocuente sobreimpresión del título del film, se revela en última instancia como un inquietante y falso happy end.


Detrás de la pantalla
-El filme costó apenas 75.000 dólares que Kubrick recopiló de amigos y familiares. Se rodó durante el otoño y el invierno de 1954.
-Las escenas callejeras, rodadas con cámara al hombro o desde un coche, están rodadas sin permiso de las autoridades.
-La bailarina del segmento de ballet es Ruth Sobotka, la primera esposa de Kubrick.
-Las voces están dobladas debido al deficiente sonido directo grabado con un magnetófono no profesional. La protagonista, Irene Kane, no pudo asistir a la postproducción del sonido, por lo que su voz es en realidad la de la actriz de radio Peggy Lobbin.