Cine

Fiesta europea

La Seminci de Valladolid cumple 50 años

20 octubre, 2005 02:00

Escenas de Feliz Navidad, Factotum y Caché

La Seminci alcanza su medio siglo de existencia abriendo fuego con Arcadia, la última película de Costa-Gavras. A partir de mañana, la Semana de Cine de Valladolid trae a sus pantallas una intensa programación centrada en el cine autoral europeo, con las últimas películas de Lars von Trier, Michael Haneke o François Ozon a concurso, que se disputarán la Espiga de Oro con varios debutantes del cine español. Estrenando director, el festival echa la vista atrás con una sección especial que recupera para la gran pantalla títulos de culto que han marcado la historia del certamen.

Estrena director esta Semana Internacional de Cine de Valladolid que cumple cincuenta años. Juan Carlos Frugone tiene por delante la difícil tarea de mantener el nivel del certamen a la altura que marcara su predecesor en la gerencia, Fernando Lara. Comienza su mandato -que algunos ven como algo provisional- con una programación que podrían envidiar otros festivales de mayor categoría y glamour, al menos hipotéticamente, siempre y cuando todos los largometrajes a competición fueran estrenos mundiales, que no es el caso.

Calidad y cantidad no están esta vez reñidas en un parrilla de películas dividida en seis apartados -"Sección Oficial", "Punto de Encuentro", "Tiempo de Hisotria", "50 años amando el cine", "Escuales de Cine" y "Spanish Cinema"-, cuyas 219 propuestas (128 largos y 91 cortos) se verán durante ocho días repartidas por nueve salas de la capital vallisoletana. A través de la sección excepcional "50 años amando el cine", la Seminci ha querido recuperar varios momentos de su historia rindiendo homenaje a las películas que, por distintos motivos que van de la calidad de la película al "saludable escándalo" que levantó, han brillado con luz propia a lo largo de su medio siglo de existencia. Una celebración por todo lo alto que no tiene que ver con los efímeros saraos ni los fastos mediáticos, sino con el amor al cine que se inscribe en el título.

Películas de culto
De tal modo que podrán verse de nuevo en pantalla grande largometrajes con el distintivo que da el culto como El apartamento (1961, Billy Wilder), Caro Diario (1994, Nanni Moretti), La naranja mecánica (1975, Stanley Kubrick), Dies Irae (1943, C. T. Dreyer), Fat City (1973, John Huston), Léolo (1992, J. C. Lauzon), Sacrificio (1986, Andrei Tarkovski), El empleo (1962, Ermanno Olmi), El proceso de Juana de Arco (1963, Robert Bresson), Vania en la calle 42 (1994, Louis Malle) o La vía láctea (1969, Luis Buñuel), hasta un total de sesenta joyas de autor que por sí solas son motivo más que suficiente para asistir con el corazón encogido al festival.

Pero la atención estará puesta en lo nuevo, en lo que está por llegar a nuestras salas comerciales, en las películas que, un año más, competirán por la Espiga de Oro (dotada este año, muy pertinentemente, con 50.000 euros). Fuera de concurso abrirán y clausurarán la Sección Oficial, respectivamente, Arcadia y Feliz Navidad, ambas con acento francés. Dirigida por un Costa-Gavras todavía en plena forma, que con su cámara sigue desenmascarando injusticias históricas y presentes, Arcadia se lanza sin paracaídas al abismo laboral que dejan las restructuraciones económicas del mundo globalizado. Víctima de un sistema que se devora a sí mismo, el protagonista de Arcadia (José García) no difiere mucho de los soldados alemanes, franceses y escoceses de Feliz Navidad, que durante la Nochevieja de la Gran Guerra dejan sus diferencias en el campo de batalla y juegan al fútbol.

También fuera de concurso se proyectará la película ganadora en Venecia, Brokeback Mountain, donde, rompiendo moldes y falsas creencias, Ang Lee se atreve a contarnos una relación homosexual en el tradicional universo del western. La aspereza y profundidad psicológica de los hermanos Dardenne (El niño) y el oropel de luces y música de Carlos Saura (Iberia) también participan sin derecho a premio. No será la única participación española en una sección oficial que ha puesto su mirada en directores noveles del patio nacional. Daniel Cebrián presentará su segundo largometraje, Segundo asalto, primera de las insólitas citas que el cine español tiene este año con el género pugilísitco (le seguirán Juan Vicente Córdoba e Iñaki Doronsorro), mientras que el guionista Santiago Tabernero presenta su debut en la dirección, Vida y color, y Marcos Carnevale (de quien cuenta su productor, José Antonio Félez, que hizo su primer corto con ocho años) compite con el título de ecos fellinianos Elsa y Fred.

Competición europea
El cine europeo le gana la batalla, al menos numéricamente, a cualquier otro cine continental también representado en las películas a competición. De Alemania llega la tragedia festiva El banquete de boda, una celebración que termina en pesadilla dirigida por Dominique Deruddere; desde Polonia viajará el filme Moj Nikifor, donde el director Krzysztof Krauze reconstruye los últimos años de vida del artista "naive" Nikifor Krynicki; proveniente de Dinamarca, la segunda parte de la oscuray austera trilogía sobre Norteamérica de Lars von Trier, Manderlay, donde Bryce Dallas Howard toma el relevo de Nicole Kidman en el papel de Grace; y de Francia, acaso las propuestas más perversas: Kilomètre Zéro, drama bélico en coproducción con Finlandia y el Kurdistán dirigido por Hiner Saleem; Caché, del insobornable e impredecible Michael Haneke, y Le temps qui reste, dirigida por el prolífico niño terrible François Ozon (cada vez menos niño y menos terrible).

Aunque sólo sea para seguir la estela de la política de "rechazo insconsciente" que ha practicado este año San Sebastián con el cine norteamericano, Valladolid sólo incluye una película a competición procedente de Estados Unidos (aunque dirigida por un director noruego, Bent Hamer). Se trata de Factotum, adaptación de la novela hómonima del pope del realismo sucio de las letras y escritor de culto Charles Bukowski, cuyo alter-ego Henry Chinaski está incorporado por Matt Dillon recogiendo el fruto que sembró Mickey Rourke en Barfly. A su lado, en el papel de la convulsa Jan, Lili Taylor, después de dos años alejada de las pantallas.

Sin salir del continente americano, Chile se presenta al festival con la película de un debutante, Matías Bize, quien pone en escena una intensa relación sexual de una sola noche entre dos desconocidos en el filme En la cama, protagonizado por Blanca Lewin y Gonzalo Valenzuela. De Oriente, participan con sendas películas los gigantes del cine contemporáneo India, China y Japón. Deepa Mehta compite con su tercera película sobre los elementos, y después de Fuego y Tierra, presenta ahora Agua, una historia situada en los años 30, durante el alzamiento de la población contra el imperio colonial británico, contada a través de un grupo de viudas obligadas a vivir en la pobreza en un tempo de la ciudad santa Varanasi.

Cine oriental
Ping Pong Mongol es el fonético título del largometraje chino a concurso, un excéntrico relato filosófico dirigido por Hao Ning, quien pretende conducir al espectador a un aprendizaje espiritual por las sendas del humor naif y las metáforas históricas. Las artes marciales, ya material asumido por obligado en cualquier festival con inquietudes hacia las tendencias del mercado (algunas no menos efímeras que las modas), encontrarán a su portavoz en Valladolid en la figura de Yoji Yamada, leyenda del cine japonés que en La espada oculta logra esta vez conmover con una historia de amor integrada sin aparente esfuerzo en la trepidante acción del tradicional género japonés.

Cine exquisito, pero sin rendirse a las excentricidades del arte y ensayo. Fiel a su historia, prima la vocación autoral de las propuestas en un certamen que programa en sus salas tanto la última de Amos Gitai (Free Zone) como el primer capítulo de la serie de televisión dirigida por Campanella. Una programación libre que augura, al menos, otros cincuenta años de buen cine.