Cine

Téchiné en Tánger

Depardieu y Denueve, juntos en Otros tiempos

16 febrero, 2006 01:00

Depardieu y Denueve en una escena de la película

El cineasta galo André Téchiné ha reunido en la pantalla a Catherine Denueve y Gérard Depardieu en Otros tiempos, la hermosa historia de un ingeniero que viaja a Tánger para recuperar a su primer amor, perdido hace treinta años.

Como si fuera una etiqueta colgada a su filmografía, la homosexualidad vuelve a viajar en moto en la nueva película de André Téchiné (Midi-Pyrénées, Francia, 1946), Otros tiempos, como hiciera en su ya clásico Juncos salvajes (1994). Pero sí allí era el corazón del bizcocho, la homosexualidad ocupa aquí una ínfima parte de lo mucho que al prolífico cineasta francés le preocupa contarnos. Para empezar, la hermosa resurrección de un amor extraviado por el tiempo (nada más que treinta años). A esa segunda oportunidad es a la que aspira el ingeniero Antoine (Gérard Depardieu), que ha removido cielo y tierra para ser destinado a Tánger, allí donde vive su primer amor, la periodista Cécile (Catherine Denueve), mujer cuyo aroma no han borrado de su mente ni años ni exorcismos.

Pronto comprobaremos, sin embargo, que la nostalgia del futuro que reivindica Antoine -"un loco muy dulce", según Téchiné- con la confianza de quien vuelve para recuperar lo que es suyo, sólo es la cabeza más visible de una acelerada narración hecha de pequeñas historias y múltiples personajes.

Lejos del melodrama
"Sobre todo, yo no quería realizar un filme de corte psicológico o intimista -aclara el autor de Alice et Martin-. Quería abrirlo lo máximo posible a otros vientos externos". En este caso, como ya hiciera en Lejos (2001), a los vientos cruzados de Tánger. De modo que lo que en los primeros instantes de la película (contada en un largo flash-back) tiene visos de convertirse en una actualización desdramatizada de La mujer de al lado -con una descuidada Denueve como la mujer casada que interpretaba Ardant en el filme de Truffaut-, avanza sin embargo hacia un lugar lejos del melodrama, hacia el terreno Téchiné de lo social y lo político, de lo económico y lo humano. En esta séptima ocasión en la que Denueve y Depardieu comparten pantalla, el cineasta francés ha reivindicado la necesidad de "plantarles los pies en el suelo, de confrontar el mito que han creado con la realidad y la dimensión de los tiempos". Pero el filme no se detiene en esa confrontación reactualizada sino que, hundiendo el dedo en la llaga, abarca cuestiones como la brecha económica que separa Europa de áfrica, el conflicto entre religiones, el papel de la mujer en Marruecos, la magia negra o la bisexualidad.

Acaso como el hijo de Cécil, el pelirrojo Sami -"mitad parisino, mitad marroquí; mitad hombre, mitad mujer"-, la plural identidad de Otros tiempos no hace sino enriquecer el alcance de su mensaje, amplio y matizado, aún a riesgo de resultar emocionalmente parco y disuelto. A todos los involucrados en este juego de la verdad (por encima de las traiciones, la sinceridad con que se hablan es casi embarazosa), Antoine, Cécil y su marido Natan, Sami y su amante Bilil, las gemelas Nadia y Aïcha (perfecta metáfora de la dislexia cultural del filme), nos los presenta Techiné en un cruce de caminos existencial, en la sala de espera que proporciona el estío y sus tiempos muertos, allí donde todos deben definir su identidad, su amor, sus ambiciones. "Todos los personajes -explica el director- deben existir por sí mismos y servir a la historia".

Movimiento en Súper16
No acompaña la vibrante narración de Techiné al sopor del septiembre marroquí. No en vano, sólo es Sami quien está de vacaciones en un Tánger escrito por Paul Bowles, acompañado de su pareja femenina pero en busca de su amante masculino. Con una cámara Súper16 en perpetua agitación, pegada a las arrugas de los ojos y a las muecas de las bocas, Techiné contagia la inquietud existencial de sus criaturas, que se mueven dubitativos al vertiginoso compás de una prosa de escritura automática. "Tenía que ceñirme a las posibilidades económicas y a las localizaciones reales. Los travellings hubieran complicado las cosas, hubiera resultado todo muy rígido, algo incompatible con el torbellino vital que quería trasladar a la pantalla". En prosa poética, en todo caso, deviene felizmente este cine de Téchiné capaz de concentrar en un sólo plano los vestigios del amor (esa foto en llamas, reivindicando un futuro hurtado) o la evidencia de que entre una y otra orilla del estrecho hay mucho más que diez kilómetros de agua salada.