Cine

Azorín, a pie de pantalla

Monóvar reivindica en una exposición su pasión por el cine

9 marzo, 2006 01:00

Azorín con Sara Montiel

Azorín descubrió el cine cuando ya era un escritor maduro, y durante su vejez "se conviritió enteramente a la religión de los cinéfilos", como señala Andrés Trapiello en el prólogo de El cinematógrafo, antología de los artículos que Azorín escribió sobre cine. La Casa-Museo Azorín de Monóvar (Alicante) reivindica esta faceta menos conocida del autor de La voluntad en la muestra "El cine que vio Azorín".

Como máximo representante de la generación del 98 -a la que él mismo acuñó el término-, la actividad literaria de Azorín evolucionó a la par que lo hizo el cine. Sus caminos se encontaron en junio de 1921, cuando con cuarenta y ocho años el novelista, filósofo y ensayista escribió por primera vez sobre cine a raíz de una película documental sobre la expedición de Shackleton al polo sur. Fue en "La Prensa" de Buenos Aires, en junio de 1921, y ya entonces reflexionaba sobre la relevancia del cinematógrafo en la evolución humana, que llegaría a comparar con la importancia de la imprenta.

A partir de entonces, su relación, incluso adicción por el cine -llegó a ver seiscientas películas en tres años, de las que dejó críticas o referencias de un centenar-, iría en aumento, hasta el punto de que en determinado momento llegó a anteponer "el goce estético" que produce la película al que pueda producir el libro. "Dicen que el cine es el séptimo arte; yo digo, sin empacho, que es el primero", escribió, distanciándose así de muchos de sus ilustres coetáneos que no veían en el cine más que un entretenimiento de barraca de feria. "No comprendo cómo mis compañeros, novelistas, ensayistas, poetas, no prestan su atención a un arte que lo es intensamente del presente y que lo será con los adelantamientos que se esperan... de lo porvenir". Un arte, en palabras del maestro de Monóvar, que era "una modernísima síntesis de todas las artes".

Recorrido completo
De esta intensa relación del autor de La voluntad con el cinematógrafo, en la que no se detienen demasiado sus biografías, sí da cuenta la interesantísima y completa exposición "El cine que vio Azorín", organizada por la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) en la Casa-Museo Azorín de Monóvar (Alicante), que permanecerá abierta hasta el 3 de abril. En colaboración con los archivos de Manuel Ferrando, Guzmán Beltrá Jover y Ricardo Matas, la exposición hace un recorrido completo por los interiores y alrededores de la pasión cinéfila de ese hombre curioso, como de curiosidad está tejida su obra, que fue José Martínez Ruiz.

Es el Azorín crítico de cine, pero también el Azorín creador de imágenes con sus textos literarios (su estilo, a la luz de la actualidad, se revela muy cinematográfico), el que protagoniza esta muestra instalada en varias de las dependencias de la Casa-Museo de la plácida Monóvar, pueblo natal del escritor, tanto en el rellano de entrada como en la biblioteca particular, situada en la buhardilla. El corazón de la muestra lo forman su colección particular de libros de cine (con dedicatorias manuscritas de Edgar Neville), los escritos a máquina originales (con sus profusas correcciones, tachaduras y añadidos) de artículos dedicados al cinematógrafo, la mayoría de ellos publicados en el diario ABC, cuyos recortes originales también podrán encontrarse en la exposición.

Una lectura de estos artículos -reunidos en la obra El cinematógrafo, editada por Pre-textos y la CAM, que también incluye guiones de películas escritos por Azorín durante sus últimos años de vida-, nos confirmará en la impresión de estar frente a un crítico apasionado, erudito, popular, imaginativo, visionario de un arte del que tuvo la suerte de conocer sus mejores años. El autor de Reflexiones de un pequeño filósofo llegó a establecer una analogía entre la comedia burguesa de aquel Hollywood dorado con la comedia nacional de Lope en el siglo XVIII. Dejó escrito que su película preferida era Rebecca, de Hitchcock, y colocó en el altar del gran arte La dinastía de los Frosyte (1949, Comptom Bennet) y La heredera (1949, William Wyler).

Coser y cantar. Rodeado de carteles originales, encontrará el visitante artículos referentes a Gregory Peck, los cineclubs, al neorrealismo, a Fernán Gómez y hasta a los doblajes, así como fotografías de La guerrilla, de Rafael Gil (única adaptación cinematográfica que se ha hecho de una obra de Azorín), y el guión de un proyecto de documental de Basilio Martín Patino basado en La ruta de Don Quijote. "Tan de coser y cantar son las películas -escribió en 1950-, que el mejor día salgo yo con mi guioncito". Y no mentía.