Cine

Pedro Almodóvar

“Nunca he querido transgredir nada”

16 marzo, 2006 01:00

Vuelve Pedro Almodóvar con Volver. Su regreso al seno materno, a su primera infancia, a la Mancha, a Carmen Maura, a Penélope Cruz.. Su regreso al universo de Qué hecho yo para merecer esto. El 17 de estrena en nuestras salas su decimosexto largometraje, con el que podría competir en Cannes, y la Cinemateca de París le dedica una colosal retrospectiva de abril a julio. El autor de Todo sobre mi madre habla con El Cultural de su última obra, un emocionante y emocionado canto a la maternidad, a las mujeres y a "la España blanca". Vuelve un Pedro Almodóvar ya de vuelta de todo.

"El problema del cine americano de izquierdas es que cuando llega a Europa se queda siempre corto". A sus 56 años o 16 películas, Pedro Almodóvar lo sabe bien. También sabe que sus historias producen el efecto contrario: cuando llegan a América, suelen cruzar más de una línea. Es lunes por la tarde en El Deseo. La noche anterior estuvo viendo la 78 edición de los Oscar. Su verbo rápido y afilado desgrana la fiesta del cine -"Hollywood ha vuelto a demostrar que sigue tan conservadora como siempre"-, después calla y cruza las manos sobre la mesa, alerta. "Pero yo no debería decir estas cosas, porque allí siempre me tratan muy bien...". No sólo allí. Francia volverá a rendirle pleitesía con una colosal exposición en la Cinemateca de París a partir del 5 de abril, seguramente como aperitivo a la otra gran fiesta del séptimo arte, la de Cannes. Nostálgica y cómica, neorrealista y pop, almodovariana hasta la médula, pero sin excesos, Volver reúne todos los ingredientes para que Europa y América se rindan de nuevo a sus pies.

-De rodar una película exclusivamente con hombres, ha pasado a rodar sólo con mujeres... y le ha salido mucho más divertida.
-Sí, es curioso cómo las películas de mujeres me salen mucho más analgésicas. Las películas que he hecho de hombres son mucho más áridas, más secas, más pesimistas, donde la emoción que te lleva es una emoción corrosiva y oscura. Por alguna razón, es evidente que mis películas con hombres son más implacables con los personajes. Si hablo de mi propio género, lo que me atrae es lo más oscuro de mí mismo o del hombre en general. Un psicoanalista debería decir a qué responde esto, porque no es algo casual.

-Quizá nunca había idealizado tanto a la mujer como aquí...
-Es que las mujeres que pongo son las que recuerdo hasta los ocho años que estuve en La Mancha. Tengo muy idealizadas a las mujeres de esa época. Las mujeres que recuerdo alrededor de mi madre, en los patios, cuando iba a lavar... yo las recuerdo como mujeres muy fuertes, con muchísima iniciativa, muy alegres a pesar de que La Mancha no es un lugar alegre. Estoy marcado por la memoria de mi madre y las vecinas, que para mí eran un espectáculo. Las historias que contaban a veces eran terribles, yo las escuchaba y a mi modo las imaginaba, eran historias de embarazos, de suicidios, de peleas matrimoniales... grandes dramas que para mí eran al mismo tiempo la vida y la ficción. Había algo en ellas donde está el origen de la ficción.

Sobre la maternidad
-La mirada de la cámara, por la altura en que rueda determinadas escenas, es la mirada de un niño...
-Es la mirada de alguien que está mirando lo que significa la maternidad. La imagen habla de la maternidad con planos que van de la clavícula a la rodilla, sobre todo de Penélope Cruz, con ese culo lleno de energía que le hemos incorporado y esos grandes pechos que dan mucha confianza, porque de ellos nos alimentamos y porque nos dan la ilusión de firmeza, de poderío y de instinto de supervivencia. Volver es una película sobre la maternidad

-También la muerte, que está tratada de un modo muy natural. ¿Es Volver, en cierto modo, su venganza contra la muerte de su madre?
-Yo con la muerte siempre he tenido una mala relación, y tengo que replanteármela, porque creo que ha cambiado algo después de la película. La muerte es lo más real que hay, y sin embargo a mí me provoca mucha angustia y no la reconozco. Me revuelvo contra ella. Y es un problema grave porque el tiempo pasa y el ciclo se termina. No creo que sea venganza, porque he intentado acercarme a ella con los ojos de mis paisanos, con naturalidad. Por otro lado, he intentado no manipularla. Al final, los muertos de la película son como yo pienso que son los muertos. En La Mancha los cuerpos no mueren. Es una muerte que no tiene que ver con la España negra, ni con el subdesarrollo, ni con cosas esotéricas ni mundos paralelos, simplemente conviven de un modo natural con la muerte y sus muertos. La idea general de la película era poner en escena la simultaneidad de muertos y vivos con la que viven los manchegos . De todos modos, ¿hay algo que se pueda hacer para vengarte de la muerte?

-Quizá ignorarla, como ignoró el franquismo, a modo de venganza, a sus primeras obras. En todo caso, Volver es su película más espiritual...
-Las últimas películas me salen más espirituales y menos carnales, la verdad, como Hable con ella. Yo no creo en las apariciones, por ejemplo, pero sí creo en la gente cuando me las cuentan. No es una postura intelectual, simplemente no creo en ello, pero no puedo negar las historias que me han contado en mi pueblo, que son muchas. Es algo tan simple como que uno no acepta que el mundo se interrumpa con la muerte, le parece demasiado injusto, y la gente para hacer su vida más grata, incorpora a los muertos a su propia vida. Eso lo he notado yo con la muerte de mis padres. Creo que es algo que sólo se puede sentir con la experiencia de la muerte de alguien cercano.

Pasión y serenidad
-Asegura que en el rodaje sintió serenidad... ¿No chocó con la pasión que define sus películas?
-Es algo que produce el paso del tiempo. La pasión no ha desaparecido de mi vida. Hay algo devastador en la pasión, quiero decir, la pasión te consume. Y como estoy sobreviviendo a mi primera y segunda juventud, hay un momento en que la pasión tiene que ir acompañada de cierta serenidad, incluso para que puedas expresarla como tú quieres. Y hay algo que me ha ocurrido en esta película que uno no prevé. Yo no preveía que el contacto con mis raíces, con ese silencio que había en Almagro, yo no preveía que todo eso me diera una serenidad tan importante para narrar esta película.

-En cierto modo, Volver podría pasar por una versión más colorista de Qué he hecho yo para merecer esto...
-Creo que es una versión menos surrealista y más minimalista. La Carmen Maura de Qué he hecho yo... y la Penélope Cruz de Volver son dos personajes de la misma familia, pero aquí es más importante enterarnos de cuál es la relación de Penélope con su madre. Es una reconciliación de una madre y una hija que han tenido diferencias descomunales. A mí me siguen emocionando mucho las dos últimas secuencias, porque no sabía que estaba contando eso. En esta película yo hablo de una España blanca, una España llena de solidaridad, la de las vecinas. Hablo de una España blanca que ocurre exactamente en los mismos decorados de la España negra. Pero, efectivamente, son películas hermanas.

-Con Volver regresa a la clase social de la que procede. ¿Necesita recórdarselo de vez en cuando?
-Lo recuerdo sin esforzarme. He tenido mucha suerte ganando dinero con las películas que he hecho, pero mis recuerdos de infancia ya me dejaron muy claro de dónde procedo. Tengo imágenes muy claras del clasismo terrible que había en mi pueblo, que no sé si seguirá existiendo. Yo pertenecía a la clase de los pobres, y los ricos eran otra cosa, hasta te diría que eran los enemigos. Esa imagen no se me va, y no lo digo con ningún rencor. Pero si hubiera un gran problema, yo sabría dónde tendría que estar. Yo estaría contra los poderosos y los ricos porque mi sentimiento es un sentimiento de pobre al que no tengo que alimentar. Está dentro de mí.

-Con sus dos últimas películas parece exorcizar su infancia...
-Creo que este tipo de películas las haces o al principio, como Truffaut con Los 400 golpes, porque tienes que quitarte fantasmas de encima, o ya en la plena madurez, como yo, porque yo también tengo fantasmas de la infancia de los que desprenderme, como mi experiencia con los curas. Desde La mala educación necesito liquidar esa época de mi vida a la que hasta ahora no he querido abrir la puerta de un modo deliberado. Probablemente sea porque no me gustaba mi infancia. Pero ahora, de una forma liberadora, sí lo hago. Tanto La mala eduación como Volver tienen ese efecto liberador, muy positivo. Y todavía tengo otro guión terminado que, como si fuera una trilogía, es complementario a los anteriores. En este guión hablo ya de un modo más concreto del niño que fui o del niño que podría haber sido si hubiera seguido unos pasos determinados. No sé si será lo próximo que ruede... Hablo del supuesto de que al niño que fui y que entró en el colegio de curas, todo le hubiera ido bien, hubiera asumido esa educación y se hubiera convertido en sacerdote. Si hubiera sido cura, sé perfectamente en qué lugar me hubiera colocado y qué hubiera hecho.

Cine de cinéfilos
-Godard dice que prefiere las películas inspiradas en las películas que las películas inspiradas en la vida. ¿Lo suscribe?
-Es un modo retórico y brillante de hablar de cine, pero creo que pocos autores hay más autobiográficos que Godard. El de Godard es un cine de cinéfilos, y comprendo que el mío también lo es, porque hay referencias constantes a películas, pero no con la presencia abrumadora de Godard. Comparto con esa frase el hecho de que todo el cine que he visto forma parte de mi propia experiencia, y hablo de las películas como si fueran parte de mi vida, y muchas veces los personajes para hablar de sí mismos mencionan una película. Pero no son siempre tributos, sino una parte de la narración... así que entiendo bien lo que dice Godard, aunque se cumple en él sólo a medias.

-¿Contempla la posibilidad de rodar con mini-cámaras digitales?
-No ahora mismo todavía, porque es pronto, pero esa posibilidad sí va a provocar en un futuro inmediato que aparezcan obras de un presupuesto mínimo, de directores conocidos a los que no vamos a reconocer. Esa revolución es real y a mí me resulta muy apetecible. De hecho tengo ideas para rodar de ese modo, sobre todo porque es más barato y no involucras a tanta gente. El cine es una manifestación cara, mastodóntica y pesada, y el hecho de poder darle ligereza es fantástico. Las cámaras digitales proporcionan la intimidad que tiene el autor en su mesa creando, y eso a corto plazo nos va a dar obras con una única ambición, que es la ambición de ser hechas, donde el mercado va a ser mucho menos importante. Para el arte, el compromiso con el dinero es malo.

Como la primera vez
-Picasso: "Todo creador se pasa la vida pintando la misma manzana". ¿Almodóvar también se siente así?
-No, no se siente así. Yo creo que las cosas se repiten siempre, pero uno las siente como si fuera la primera vez. Cuando uno se enamora, siempre es la primera vez, por mucho que se parezca a muchas otras veces. Algo parecido ocurre con las películas. Cuando me siento a escribir, es como si escribiera algo completamente nuevo y normalmente si comparas una película con la anterior o la posterior, en realidad no tienen nada que ver. Después, todas juntas forman un todo coherente. Lo que suelo hacer es cambiar con la inmediatamente anterior y siempre tengo la sensación de meterme en un terreno nuevo, lo que pasa es que todo lo acabo remodelando hacia algo familiar, y claro, puede parecer que uno siempre pinta la misma manzana, aunque yo nunca tengo esa sensación.

-Usted ha dicho: "Las mejores películas de autor son las que se hacen pensando en el público". ¿Conoce a su público?
-La verdad es que no. Es un monstruo o un ángel sin cara, sin forma... y desconozco absolutamente cómo funciona. No sé cuáles son los resortes que mueven al público a ver una película. No soy capaz de calcularlo. Yo sólo trato de que el público entienda lo que estoy contando, a pesar de que lo que estoy contando tenga deliberadamente una estructura muy compleja, porque es lo que me atrae como narrador, pero quiero por encima de todo que la película sea transparente.

-Al menos tendrá una intuición de lo que espera de usted...
-La mayoría del público que va a ver mis películas quiere ver comedias, y yo no le doy comedias. Sin embargo tengo que agradecerle que continúe siendo fiel. Sí sé las cosas que en general quiere mi público, y eso se traduce en Mujeres al borde de un ataque de nervios, eso es lo que quieren ver, hasta ahí sí llego, pero me he ido alejando cada vez más de esa línea. No de modo voluntario, yo actúo por puro instinto, porque el instinto es lo más poderoso y es lo que dicta lo que tengo que hacer.

-La "marca Almodóvar" representa muchas cosas para mucha gente. ¿Tener conciencia de lo que representa, y de lo que esperan de usted, no le determina como creador?
-Esa conciencia hay que olvidarla. Es importantísimo cerrarte herméticamente y no pensar en absoluto que soy Almodóvar, que tengo dos Oscar, que tengo cuatro César y que mis películas están funcionando en todo el mundo. Creo que ese es el último pensamiento que debe acompañar a la hora de hacer una película, y hasta ahora lo he seguido. En el momento en que empiece a pensar en ello, mal síntoma.

-¿Sigue viva en usted la vocación de provocar?
-Nunca he tenido el interés de ser un provocador, aunque el escándalo me ha seguido a lo largo de toda mi carrera. Ni siquiera en Pepi, Luci, Bom... que era bastante escandalosa. Ahora es cuando estoy empezando a ser más consciente de ello. La provocación se convirtió en una marca de fábrica que se creó a mi alrededor pero no por mi voluntad. Yo no soy una persona como Sánchez Dragó o Fernando Arrabal, que son provocadores conscientes. Nunca he querido transgredir nada. Es más, el hecho de transgredir tiene un componente moral con el que de partida estoy en contra. He presentado personajes y situaciones con absoluta naturalidad porque era muy importante para mí que fueran aceptados con naturalidad como parte de la vida y del universo en que uno vive. Hay artistas para los cuales el escándalo es muy importante y se convierten en profesionales de ello, como Madonna. Yo no soy un profesional del escándalo... aunque haya salido a cantar como una perra en los ochenta, pero lo hacía porque me divertía muchísimo y además era muy saludable.

-Su cine, en todo caso, se ha suavizado últimamente... En Volver no hay ni una escena de sexo...
-Quiero ser delicado. Como ya he hecho muchas escenas, trato no de evitarlo, pero sí de ser lo más sobrio posible. Hay veces que tienes que rodar un polvo porque en esa escena ocurre algo muy importante para los personajes y para la historia, pero si puedo evitarlo, lo evito. En esta última, en efecto, no hay nada de sexo, aparte de las tetas de Penélope, que es un regalo de la naturaleza del que todos tenemos derecho a disfrutar.

-Veinticinco años dirigiendo películas... ¿qué le ha dado el cine que no le haya dado la vida?
-En mi caso, cine y vida están mezclados como las dos caras de la misma moneda. No puedo dividirlos. El dolor de la vida es mucho peor que el dolor del cine, eso sí. Pero si no existiera el cine, para mí la vida no tendría sentido. El cine se ha convertido en el complemento absoluto y único de mis días.


Las sirenas de Hollywood
Hace varios años, Billy Wilder se acercó a Pedro Almodóvar y le aconsejó que jamás cometiera la equivocación de dejarse tentar por las sirenas de Hollywood. "Yo me veo cada vez más lejos de Hollywood y me alegro de haber dicho que no en su momento", asegura hoy el autor oscarizado. "Llegué a hacer un guión mío de Paperboy, había hecho localizaciones, en los pantanos de Jacksonville, estaba todo preparado, pero de pronto...". De pronto sintió que en aquel nido de víboras no podría conservar su independencia. "Si no he rodado allí también ha sido porque no me han propuesto cosas que me interesaran mucho, excepto... Yo fui la primera opción para dirigir Brokeback Mountain, porque una película que sí quería hacer en inglés era un western con personajes gays, incluyendo indios y todo, situado en la segunda fiebre del oro. Escribí un primer borrador de la adaptación de una novela y llamé a Larry McMurtry y a Diana Ossana, los mismos que han producido ahora Brokeback..., pero la propuesta les escandalizó. Esto fue hace siete años".

Por eso, cuando McMurtry y Ossana tuvieron terminado el guión sobre el relato de E. Annie Proulx -"una obra maestra absoluta", dice Almodóvar-, pensaron antes que nadie en el autor de La ley del deseo. "Me lo pensé mil veces -continúa-, había días que pensaba en la última escena, cuando visita a los padres y encuentra la camisa, y estuve a punto de hacer la película sólo por esa escena". Finalmente, declinó la oferta. Algo de lo que no se arrepiente. "Creo que Ang Lee ha resuelto la película del mejor modo posible, mostrando hasta el límite de lo que le han permitido y concentrándose en la esencia de la historia, que es el dolor de dos personas a las que no les permiten amarse... pero mi versión hubiera sido totalmente distinta". Añade que si rodara en inglés, sería "con una productora europea y con la misma independencia que siempre he tenido".

Aunque no haya aceptado sus ofertas, en Hollywood sigue teniendo muchos amigos. "La última vez que hablé con David Lynch estaba experimentando directamente con el ordenador, consiguiendo cosas que le interesaban mucho. Me confesó que ya no se veía contando una historia narrativa, que no tiene el menor interés en ello. Yo, sin embargo, me veo cada vez contando más historias". Sostiene que los autores que ahora le interesan son Martin Scorsese, Lars Von Trier, Ang Lee ("lleva una carrera modélica"), André Techiné, Jacques Audriad, Quentin Tarantino, Wong Kar Wai, Park Chan Wook, Kim Ki-Duk... Su pasión por el cine permanece intacta.