Cine

El fútbol recorre los cinco continentes

"La gran final" retrata con humor la pasión por el deporte rey

20 abril, 2006 02:00

Escena de La gran final en el Desierto del Terelé (Níger)

A dos meses de que empiece el Mundial de Alemania, La gran final asalta las pantallas. Gerardo Olivares relata en clave de humor cómo la pasión por el fútbol une a tres comunidades aisladas del planeta. El director, enfrentado a su primer filme de ficción, nos relata el proceso de realización de esta original y variopinta comedia.

Que el fútbol levanta pasiones no es ninguna novedad, pero tal y como lo plantea el documentalista Gerardo Olivares (Córdoba, 1964) en su primera película de ficción, La gran final, la pasión futbolera adquiere otras dimensiones y se traslada a otras latitudes poco frecuentadas. Presentada fuera de competición en el último Festival de Berlín -"donde el público, sobre todo los alemanes, se reía sin parar", asegura Olivares-, esta original comedia narra las tribulaciones de tres comunidades aisladas por ver la final de la copa del mundo de fútbol Japón-Corea 2002 entre Alemania y Brasil.

Una familia de nómadas en la cordillera del Altai (Mongolia), una caravana de camelleros tuareg en el desierto del Teneré (Níger) y una tribu de indios en la selva amazónica (Brasil). Asia, África y América. Todos quieren vibrar con la final, pero en su mundo no es sencillo conseguir una televisión o una antena parabólica. La pasión por Ronaldo, Zidane, Ballack y compañía logrará lo imposible.

"Todo empezó en un viaje a Mongolia -expica Olivares-. Yo buscaba localizaciones para un documental sobre la caza de cetrería en la cordillera de Altai, y me encontré con una caravana de nómadas. Uno de ellos llevaba una televisión entre las piernas, sobre el caballo, y me pregunté para qué la querría". El que parecía ser el jefe del grupo, le explicó adónde se dirigían: "Al árbol de hierro". Poco después, descubriría que el árbol era un espantapájaros de metal en mitad del desierto, un artefacto compuesto de hierros retorcidos que abandonaron los militares y que empleaban como antena. "Iban a ver un culebrón brasileño", recuerda el cineasta.

"Más que el fútbol, el protagonista de la película es la televisión", añade Olivares. "Vengo del mundo del documental, llevo dieciséis años dando la vuelta al mundo, y siempre me ha llamado la atención que estés donde estés, sea el sitio más remoto o aislado, la gente sabe lo que pasa en el mundo. La televisión es su gran ventana".

Dispuesto a rodar algo sobre este fenómeno, y no reconociéndose muy "futbolero", Olivares encontró junto a su guionista Chema Rodríguez el único acontecimiento que pensaron capaz de poner a comunidades tan distintas y alejadas delante de la tele en un mismo momento: la gran final del último Mundial de Fútbol, que sólo en España fue seguida por casi siete millones de espectadores, y en la que Brasil derrotó a Alemania por dos goles frente a ninguno.

La gran aventura
Para alguien que con 18 años salió de Córdoba con una vespa y terminó en Laponia, que ha dado la vuelta al mundo en camión y ha atravesado el desierto del Sáhara en un Seat Panda, una producción de cine no tiene por qué convertirse en una gran aventura. Pero La gran final no es una producción al uso. Rodada con 2 millones de euros (80% español y 20% alemán) y a lo largo de cincuenta semanas no consecutivas, la infernal logística de producción obligó a trabajar con distintos equipos técnicos dependiendo de los tres continentes donde rodaron, lo que no ha impedido que el filme mantenga la misma impecable factura en las tres historias que se suceden paralelamente en la pantalla. "Ha sido un rodaje complicadísimo, a veces una auténtica pesadilla -recuerda el director-. En el desierto teníamos el pueblo más cercano a tres días en todoterreno y no fue fácil meter un equipo de cuarenta personas en la selva amazónica".

Se une además la búsqueda de actores no profesionales, especialmente complicada en Brasil -"Cuando encontramos una tribu en la selva, construimos un campamento idéntico al suyo en la zona de rodaje para que se sintieran como en casa"-, las barreras idiomáticas y el trabajo con ellos -"algunos ni siquiera habían visto una cámara en su vida, aunque tienen un talento innato para la interpretación"-, que por la naturaleza del proyecto se convirtieron en el principal material de inspiración para la historia.

"El guión cambiaba todos los días, añadíamos anécdotas y situaciones que acontecían. La idea de arreglar la televisión con un paraguas, fue de ellos, y el tipo que vende páginas del 'Playboy' a los tuareg está basado en un personaje real". Cazadores, comerciantes, militares, cocineros, pescadores siendo ellos mismos en un relato inocente y surreal, de humor amable y en ocasiones infantil. Será el fútbol, pasión que aquí y en cualquier remoto lugar del planeta, como viene a demostrar La gran final, divide a los sexos y convierte en niños a los adultos.