Cine

16 Semana de Cine Experimental de Madrid

Dirigido por José Luis Borau, el certamen congrega lo más rupturista de la vanguardia cinematográfica internacional

16 noviembre, 2006 01:00

Inoxidable, de Gerardo de la Fuente

Rotas las convenciones narrativas y con las nuevas tecnologías al alcance, hoy la experimentación cinematográfica recobra vigor como guía del cine convencional. Con el concurso de más de cincuenta películas y la presencia de Richard Lester, Madrid será a partir de mañana el aglutinador de la creación internacional más vanguardista.

No podemos ignorar que, alcanzado este tercer milenio, las relaciones entre el espectador y la imagen están cambiando vertiginosamente. En el marasmo digital que nos invade, cambian no sólo las formas y formatos, también las actitudes frente a la imagen. Un ejemplo: la película Lo que Iva rodó el 21 de octubre de 2003 captura la agonía de una familia a través de la mirada de una adolescente el día de su cumpleños con la cámara que le acaban de regalar. Esta cinta croata de Tomislav Radic será mañana la encargada de inaugurar la 16 Semana de Cine Experimental de Madrid, que en esta edición tiene como país invitado a Craocia. Abonado al cine de vanguardia desde su fundación como brazo cinematográfico de ARCO (aunque al tercer año ya andaba solo), este certamen competitivo con carácter internacional quiere de algún modo ofrecer al espectador las pistas de hacia dónde se dirige el cine. Al frente desde su fundación está José Luis Borau, quien con Leo (2000) demostró cómo la sangre fresca no está necesariamente reñida con la veteranía, algo que permite confiar en la vocación no convencional del certamen. "Nuestro objetivo desde que fundé el festival es el de estimular el experimento con la esperanza de encontrar nuevas formas y lenguajes para la imagen, algo que siempre es posible aunque cada vez sea más difícil", explica el director de Furtivos, que co-dirige el festival junto a Natasha Molina.

Sensibilidad contemporánea
Ahora que no sólo se han superado las fórmulas clásicas sino que las fórmulas derivadas de la subversión de esas fórmulas también parecen agotadas, el futuro del cine se enfrenta hoy a una sensibilidad contemporánea necesariamente individualista y fragmentada, desordenada y ecléctica, donde es cada vez más díficil establecer una línea divisoria entre lo que es investigación en el lenguaje cinematográfico y lo que es pura fascinación y onanismo creativo. La 16 Semana de Cine Experimental de Madrid, que se presenta con un marcado carácter internacional, quiere de algún modo aportar su propio criterio a esa necesaria demarcación. David Reznak, director de la sala "La Enana Marrón", una de las sedes donde se celebra el festival, asegura que "hay que ir hasta el fondo en la búsqueda para encontrar algo realmente novedoso en el campo de las vanguardias". Lo que ha provocado la democratización de las nuevas tecnologías, asegura Reznak, "es que se estila mucho remake de remake de remake, y todo acaba resultando muy repetitivo". El único modo de hacer frente a esta realidad pasa por realizar una importante pesquisa dentro del grueso de producción, que es precisamente el gran desafío de esta semana de cine experimental. "La gran pluralidad de propuestas no permite establecer corrientes, tendencias o modas -señala Borau-. Se presentan piezas de lo más variado y contradictorio, caminos personales y experimentos radicales, aunque bien es cierto que las nuevas tecnologías han dotado de superpoderes a los creadores, que ahora se ven capaces de hacer cualquier cosa con la imagen".

El medio centenar de cortometrajes de sección oficial, que competirán por ocho premios (el más preciado es de 9.000 euros), proceden de no menos de veinte países, seleccionados de un total de cuatrocientas piezas recibidas. Buena parte de los cortos participantes tienen un origen académico, pues son el resultado de prácticas e investigaciones realizadas en centros universitarios y escuelas de cine repartidos por el mundo. Son el caso de piezas como On the Way de Ruth Weber (de la Academia de Cine de Badem-Wörtenberg), Out of Sight de Anton Setola (del Insituto de Animación de Holanda), La invención de Andrés de García Franco (Centro Universitadio de Estudios Cinematográficos) o It Is Not Sound de Trista Namo y Fel Roch (del Norwegian Film Institute).

Fuera del limbo
Cuando algunos artistas llevan varios años pronosticando el fin del cine, otros cineastas se resisten a permanecer estancados en los lugares comunes de la narración cinematográfica. Algunos son conocidos, como David Lynch, Olivier Assayas, Peter Greenaway o Michael Haneke, pero no es sobre ellos donde apunta el foco del certamen, sino al submundo del anonimato al que pertenece la inmensidad oculta del cine underground. "Aunque pueda parecer lo contrario -señala Borau-, no son artistas que permanecen en un limbo hermético, sino que todos los que se presentan al festival quieren incorporarse al cine convencional". La autobiografía de una maqueta de plástico muerta (Ill figure, de Raphäel Lambert y Romain Winkler), un humanoide devorado por su entorno (Loop / Unloop, de Hening Marqua), la última visita de una madre descrita por la cámara de su hijo (Old Bird, de Hanneke Stark) o sombras moviéndose en un plano estático (3 minuten, de Cristoph Brunner), son sólo algunas de las manifestaciones de estos artistas anónimos comprometidos con la exploración de la sintáxis audiovisual.

En una selección donde abunda la partipación europea, principalmente francesa -aunque no falten representantes de Estados Unidos, Canadá o Colombia-, por parte de la experimentación española concurren entre otros los realizadores Juan Carlos Mostaza (Broken Wire), Christian Pozo (Anonymous), Octavi Segarra (Versus), Juan Domingo Ferris (En el cubo de mi madre) y Gerardo de la Fuente López (Inoxidable). "Lo que conmueve del cine experimental español es la ilusión con la trabajan nuestros artistas", apunta Borau. Son los representantes de una tradición bien corta en España y es que, como sostiene Reznak, "aquí nunca hubo una producción constante de cine experimental como la hubo en Alemania, Inglaterra o Francia, y fue directamente el cine industrial el que intentó, sin mucho éxito, adentrarse en este terreno". Hoy no es que se haya avanzado mucho al respecto. Acaso más constreñida que nunca, lo máximo a lo que aspira la industria de cine española en cuestiones de experimentación es a dar pábulo a la hueca creatividad con la que algún actor como Jordi Mollá (No somos nadie), Liberto Rabal (Síndrome) o Antonio Banderas (véase en breve la indescriptible El camino de los ingleses) logra dar salida a sus ínfulas creativas.

Secciones paralelas
La cita anual madrileña con el cine de autoanálisis, que se celebrará en diversas sedes de la ciudad madrileña -los cines Golem Alphaville, la Universidad Complutense, la sala Enana Marrón, el Ateneo de Madrid y el Goethe Institut-, también echa la mirada atrás "para contrastar las rupturas de hoy con las rupturas del pasado", sotiene Borau. Así, aparte de contar con la presencia del experimentado experimentador Richard Lester, que asistirá al homenaje que se rinde a la figurinista Yvonne Blake (responsable, por ejemplo, del inolvidable vestuario de Fahrenheit 451), el festival dedicará una retrospectiva a las vanguardias británicas desde los años sesenta hasta nuestros días (en el programa "Luz y tiempo: Historia parcial del cine experimental y videoarte británico") y otra al llamado "Nuevo Hollywood", proyectando las primeras obras de cineastas como Terrence Malick, Francis Coppola, Martin Scorsese o Steven Speilberg. Asimismo, proyectará los trabajos realizados por estudiantes de distintas escuelas madrileñas de cine ("Madrid en corto"), y una muestra sobre el cine africano permitirá a los asistentes descubrir la diversidad de propuestas de una cinematografía ya de por sí alejada de ideas preconcebidas. Lo dicho, una semana para experimentar.

¿SABÍAS QUE ...?

Un logo con historia

El logo de la Semana de Cine Experimental de Madrid es un dibujo original de Chaplin que el cineasta regaló a Edgar Neville y que éste a su vez entregó a José Luis Borau, quien decidió utilizarlo como logotipo del certamen desde su fundación en 1991.