Mujeres en el parque
Director: Felipe Vega.
11 enero, 2007 01:00Bárbara Lennie en Mujeres en el parque
Si Nubes de verano fuera la primera entrega de esa "colección de cuentos que forman un libro", como dice Felipe Vega que podrían verse sus dos últimas películas, aquel sería el cuento playero de verano y Mujeres en el parque ocuparía el lugar del cuento urbano de otoño, siguiendo en esto una ordenación de nítida inspiración rohmeriana. Esta referencia fílmica convive con asumidas resonancias chejovianas en estos dos capítulos de una filmografía que parece haber encontrado, desde esta perspectiva, un estimulante programa de acción que no debería pasar desapercibido.No están los tiempos que corren, y mucho menos en el cine español, como para dejar pasar este doble y honesto intento de indagar en la trastienda y en las contradicciones de las personas reales, de seres que se parecen a nosotros mismos o a otros que conocemos y de los que apenas llegamos a vislumbrar sus anhelos o sus secretos. Un intento que parte, además, del más escrupuloso respeto a la idiosincrasia de los personajes y que consigue traducir en imágenes tan exactas como pudorosas una mirada moral.
La mirada de unos creadores (Felipe Vega y su guionista: Manuel Hidalgo) que contemplan a sus criaturas sin juzgarlas ni justificarlas, sin ínfulas moralistas y sin observarlas desde una atalaya distante. Por eso la cercanía y el esfuerzo de comprensión forman parte indisoluble de un retrato que sabe encontrar, sin embargo, la suficiente distancia analítica como para permitir al espectador su propia forma de acercarse, de comprender o de valorar los comportamientos y las razones de los protagonistas. Un hombre adulto cuya vida transcurre entre dos mujeres, y una chica joven (la hija de aquel) cuya existencia sufre las contradicciones y silencios de sus padres, integran, junto con el novio de esta última, un rondó de idas y venidas, de vivencias cotidianas y perplejidades sorpresivas, sobre el que una narración suave, que apenas se hace notar, va tejiendo una tela de araña casi imperceptible. Avanza de esta forma ese trasfondo perturbador, hecho de tantos silencios acumulados, que explica el desconcierto con el que la chica (y con ella los espectadores) se enfrentan al giro final del relato.
La radiografía se traza desde una mirada comprensiva hacia las generaciones jóvenes y particularmente dura, tan reflexiva como crítica, hacia las generaciones de los personajes adultos. Ajuste de cuentas en clave de recuento moral sobre una generación que es también la de los autores del film, Mujeres en el parque se abre así a una lectura que implica tanto a los creadores como a sus criaturas. Lectura que ofrece un doble espejo nada autocomplaciente que nos impulsa a mirar la pantalla y a mirarnos a nosotros mismos simultáneamente. Viaje de ida y vuelta, por lo tanto, al cine y a la vida, organizado por una cámara tan discreta como eficaz, perjudicado de forma intermitente por unos diálogos que soportan cierto exceso de retórica explicativa, pero organizado por una planificación de arquitectura elegante, capaz de atrapar al vuelo la fragilidad de los personajes sin llamar la atención y sin subrayados innecesarios. Un viaje que merece la pena.