Cine

Emilio Estevez

"Con Bob Kennedy también murió la decencia de América”

18 enero, 2007 01:00

Emilio Estevez

Alejado desde hace años de la industria, el actor y director Emilio Estevez reaparece con su cuarto largometraje, Bobby, relato coral que transcurre durante las veinticuatro horas que precedieron al asesinato de Robert Kennedy en Los Angeles. Con un reparto extraordinario, el filme mira con nostalgia y emoción el final de una era.

La premisa de Bobby es transparente: el asesinato de Robert Kennedy pudo muy bien haber sido la última oportunidad de Estados Unidos para salvarse. El actor Emilio Estévez (Nueva York, 1962), alejado de la industria de Hollywood desde hace casi diez años -"Ha sido una década muy dura, porque este negocio tiene muy poca memoria"-, ha logrado sacar adelante su cuarto largometraje detrás de la pantalla. Y el resultado es más que satisfactorio. Tragedia colectiva, ejercicio de nostalgia y trinchera política, el filme concentra en su narrativa las veinticuatro horas del 5 de junio de 1968, aquellas que precedieron al asesinato del senador demócrata Bob Kennedy. La película sigue a lo largo de su metraje las peripecias, sueños y frustraciones de una serie de personajes que o bien se alojan o bien trabajan en el Hotel Ambassador de Los Angeles donde se produjo el homicidio, un catártico final que actúa como trágico epicentro del drama. "Tras el asesinato de JFK en 1963, Bobby entró en crisis y se transformó como persona -sostiene Estevez-. Los personajes de la película también están rotos, tienen sus propias crisis y eso de algún modo les une a Bobby".

Espíritu esperanzador
Concentrando las preocupaciones sociales y el espíritu esperanzador de la época en pequeñas historias cruzadas, las que afectan a los 22 testigos (algunos de ellos víctimas colaterales) del tiroteo, el filme relata entre otras subtramas cómo una joven (Lindsay Lohan) se casa con un amigo del instituto (Elijah Wood) para evitar ser llamado a filas; o las luchas interraciales que tienen lugar en la cocina del hotel entre el chef negro (Laurence Fishburne), un pinche latino (Freddy Rodriguez) y el supervisor blanco (Christian Slater); o el influjo y descubrimiento de las drogas a través de la experiencia cómico-lisérgica de dos voluntarios de la campaña demócrata (Brian Gerarghty y Shia LaBeouf). Historias todas ellas que se desarrollan en torno a un reparto de lujo que sólo un actor y amigo podría haber reunido, pues no hay presupuesto suficiente para juntar en una misma película a intérpretes como Sharon Stone, Demi Moore, Martin Sheen (padre del director), Anthony Hopkins, Helen Hunt, Harry Belafonte, William H. Macy y un lárgo etcétera. "Muchas de las personas que aparecen en esta película -explica Estevez- son más conocidas por decir ‘no’ que por decir ‘sí’ a los guiones, como es el caso de Demi, de Sharon o de Hopkins, así que tenerlos en la película ha sido un milagro".

Hija natural de Altman
Estevez asegura que encuentra en Bobby claras "influencias del aspecto de filmes como Grand Hotel o La aventura del Poseidon", a lo que añade que es como "una película de Irwin Allen pero sin Irwin Allen, un desastre emocional", si bien resulta más consistente leer la película como una hija natural -algunos dirán que bastarda- de las creaciones corales de Robert Altman. "Me gusta muchísimo su trabajo -asegura el actor-. Aunque no lo haya conocido, le considero de algún modo mi mentor". Como en el clásico de los setenta Nashville, incluso, la coctelera de rostros y dramas cruzados avanza hacia un desenlace catártico que es también un asesinato. El drama es aquí, en todo caso, más angustioso si cabe que en la película de Altman, pues el final es bien conocido por el espectador (aunque no sus detalles, algo que esta película viene a enmendar de forma reveladora), de modo que la película adquiere categoría de reflexión sobre la inexorabilidad trágica del destino.
Reveladores son asimismos los discursos en off y las imágenes de archivo que emplea Estevez siempre que aparece Bob Kennedy en pantalla, evitándose así la siempre arriesgada operación de ponerle un rostro y una voz nueva (por mucho que se parezcan) a un personaje tan célebre. "Bobby fue una inspiración para mucha gente. Con su muerte también murió la decencia en América y tenemos que encontrarla de nuevo". Haciendo honor a una cierta moral antigua y a sus convicciones humanas, el discurso ideológico del filme puede pecar de un exceso de ingenuidad (sobre todo en lo referente al enaltecimiento de la figura de Robert Kennedy), pero la sana intención que recorre la película es tan limpia y sincera, y sus paralelismos con la actualidad tan obvios -"aunque empecé a escribir el guión antes de los acontecimientos del 11 de septiembre", asegura el director-, que unas gotas de cinismo à la Altman no hubieran sino jugado en contra del sentimiento nostálgico que recorre la propuesta (y que, contra todo pronóstico, funciona a la perfección).