Cine

Imperio Sundance

Con el cine ‘indie’ en pleno cambio, comienza hoy su festival más emblemático

18 enero, 2007 01:00

Angel-A, de Luc Besson

Dice Geoffrey Gilmore, director del Festival de Sundance, que el cine independiente ha alcanzado una nueva madurez. Preocupado por más temas y con una visión más compleja del mundo, el movimiento independiente se enfrenta a una reconversión en las formas y las intenciones. Con un programa de 122 películas procedentes de 25 países, Sundance 2007, que se inaugura hoy, es el gran campo de pruebas.

"El modelo popular de cine independiente norteamericano ha pasado de la libertad de Jarmush a la servidumbre de Tarantino", escribe Jonathan Rosenbaum. Esto es, Jarmush es el dueño absoluto de los negativos de sus películas, mientras que Tarantino edita las suyas con el consentimiento de los todopoderosos hermanos Wenstein de Miramax (la filial artie de Walt Disney). El cine ‘indie’ ya no es lo que era en los ochenta, cuando Stranger than Paradise recogió el testigo de John Cassavetes y tomó la avanzadilla del cine independiente en la industria norteamericana. De las servidumbres del supuesto cine independiente puede dar perfecta cuenta la plataforma Sundance, transformada desde hace años de un festival regional en un emporio con tantas sujeciones y sinergias financieras como cualquier gran corporativa empresarial (en su página web salta a los ojos un link al merchandising). El festival que hoy comienza, asociado todavía en su 22 edición (y hasta cuándo) al "cine independiente", es por tanto una pieza más del mecano promocional de la empresa presidida por Robert Redford, aunque sea también mucho más que sólo eso.

En su defensa, es cierto que la concepción híbrida ‘indie-hollywood’ que tiene su origen en Sundance ha permitido el florecimiento de cineastas tan extraordinarios como Paul Thomas Anderson o Sofia Coppola, y que un vistazo al palmarés reciente del certamen arroja nombres tan interesantes para el futuro del cine norteamericano como los de Rian Johnson (Brick), Miranda July (Tú, yo y todo lo demás), Andrew Jarecki (Capturing the Friedmans), Phil Morrison (Junebug) o Shari Springer Berman y Robert Pulcini (American Splendor). Inevitablemente, la marca registrada Sundance se ha apropiado de un concepto, de una forma de hacer cine que, por muy engañosa que sea, cumple su papel a la perfección y reporta jugosos dividendos a la industria. Todo aspirante a formar parte de ella sabe que Sundance es la mejor puerta de entrada.

Por tanto, un año más, el festival que tiene lugar en Park City (Utah) aglutina una paralizante lista de nuevos nombres y propuestas, que forman el núcleo de una progamación de 122 películas, procedentes de 25 países, de las que 82 serán estrenos mundiales. Tras recibir 3.287 películas -1.852 procedentes de Estados Unidos-, el director del certamen, Geoffrey Gilmore, está en condiciones de asegurar que el movimiento independiente vive una "nueva madurez", en la que las perspectivas y lecturas del mundo se han vuelto más complejas, fusionando en gran medida la postura personal con la política. "Estamos en la cumbre de una nueva era de cine independiente -le ha dicho el director a la publicación "Variety"-. Ya no tiene tanto que ver con la innovación, sino que se abre un nuevo horizonte con otros compromisos". Si estos son formales o de contenido estará por ver, si bien John Cooper, director de programación, adelanta que "ahora nos enfrentamos a un nuevo catálogo de intereses".

Relecturas políticas
El peso político de un mundo cada vez más pendiente y dependiente de los intereses personales -ahí tenemos al presidente de Estados Unidos desoyendo informes y especialistas para engordar su oligopolio petrolífero- no puede sino traducirse en un cine fresco que se acerca con rabia a la lectura de la historia y a las cuestiones políticas. Sin ir más lejos, la película de la noche de inauguración, Chicago 10, es una propuesta de carácter documental realizada por Brett Morgen en la que, mediante material de archivo, técnicas de animación y música, rastrea el proceso jurídico emprendido contra los manifestantes anti-Vietnam en la Convención Demócrata de Chicago de 1968.

El rechazo y aturdimiento moral que provoca en Estados Unidos la intervención armada en Irak también tendrá su reflejo en los documentales a competición Ghosts of Abu Ghraib, de Rory Kennedy, y No End in Sight, donde Charles Ferguson muestra la cadena de decisiones que condujeron hasta la ocupación norteamericana. "Los cineastas son más conscientes de los conflictos que tienen lugar en todo el mundo. Y están tomando la responsabilidad", afirma Gilmore. Los desequilibrios sociales, la inmigración y los futuros baldíos en Africa, Asia y América del Sur se convierten así en grandes temas para varios cineastas, especialmente los europeos, asiáticos y latinoamericanos, que presentan sus películas, ficción y documentales, en diversas secciones que no entran en competición con la hornada de directores estadounidenses. Sundance será también un espejo reflectante en Estados Unidos para el penúltimo filme de Luc Besson, la fábula parisina y en blanco y negro Angel-A.

Dinámicas familiares
Como no podía ser de otro modo, el tema estrella de las propuestas autóctonas hay que adjudicarlo a las dinámicas familiares. Así, Tamara Jenkins cuenta con Phillip Seymour Hoffman y Laura Linney en The Savages para narrar un afilado drama familiar. La actriz Sarah Polley estrena en Sundance su debut en la dirección -que produce Atom Egoyan-, Away From Her, un conmovedor drama sobre la salvaje irrupción del Alzheimer en una mujer (Julie Christie) que se convertirá en una extraña para su marido (Gordon Pinsent). Tom Dicillo, quien fuera aprendiz de y junto a Jarmusch, parodia el universo de los fabricantes de fama en Delirious, donde participa Steve Buscemi, quien presenta además su cuarto largometraje, Interview, una relectura del film del mismo título del desaparecido cineasta alemán Theo Van Gogh. Otro de los ‘independientes’ más insobornables, Hal Hartley, recupera en Fay Grim a los mismos personajes que creó hace diez años para Henry Fool. Y en lo que promete ser el documental-fenómeno del certamen, Amir Bar-Lev narra con ironía en My Kid Could Paint That el caso de una niña de cuatro años cuyas pinturas le han reportado más de 300.000 dólares a su familia. Ver para creer.

El camino a Utah

El cine español suele estar presente anualmente en Sundance, una inmejorable plataforma para las cintas españolas que quieren entrar con buen pie en las denominadas salas de arte y ensayo de Estados Unidos. A eso mismo aspira Antonio Banderas con su audaz debut en la dirección, El camino de los ingleses, que en Norteamérica llevará por título Summer Rain ("Lluvia de verano"). Con apenas dos candidaturas a los premios Goya, y una carrera en taquillas españolas ciertamente digna para la naturaleza del proyecto, esta singular y ambiciosa adaptación de una novela de Antonio Soler espera encontrar mejor suerte en Estados Unidos, donde quizá la popularidad de su director pueda en cierta medida ocultar la naturaleza extraña y radical de su propuesta. No menos radical, aunque más estimulante, es la otra pieza española en acudir a Sundance, el cortometraje El cerco (The Fence, en Estados Unidos), dirigido por Ricardo Iscar y Nacho Martín. Galrdonado en la pasada edición del Festival de Berlín como Mejor Corto Europeo y con una apabullante nómina de premios en su haber, este rosselliniano documento sobre la pesca del atún en la bahía de Cádiz transforma el atávico método de la "almadraba", su ritual de agua y sangre, en una inolvidable y extraordinaria experiencia cinematográfica.