Yo. Una búsqueda incierta
Director: Rafa Cortés
5 julio, 2007 02:00áex Brendemöhl es Hans, un alemán perdido en Mallorca
De forma casi silenciosa, algunas veces por los márgenes y otras por los pequeños resquicios que apenas deja abierta la producción mayoritaria en el país, algunas películas españolas empiezan a plantearse -de manera más o menos consciente- la búsqueda de nuevas formas de realismo y de nuevos modelos narrativos. Poco a poco, la lista empieza a cobrar entidad: Lo que sé de Lola (Javier Rebollo), La línea recta (José María de Orbe), La influencia (Pedro Aguilera), La soledad (Jaime Rosales), Bolboreta, mariposa, papallona (Pablo García) y ahora Yo (Rafa Cortés) exploran, todas ellas, la opacidad de las superficies para tratar de arañar las apariencias y abrir las pantallas hacia territorios no domesticables por la dramaturgia convencional.Habrá que ver con cautela, hoy por hoy, el auténtico alcance de este camino abierto por los títulos citados, pero resulta difícil no ceder a la tentación de atisbar una cierta "rebelión" contra los modelos habituales y todavía hegemónicos del cine español. Una revuelta que se expresa aún con timidez, pero que ha conseguido abrir ya una cierta brecha en los festivales cinematográficos más despiertos: desde Gijón a Rotterdam pasando por el mismísimo y prestigioso Cannes de todavía reciente memoria, donde -no por casualidad- se les ofrecían sendas tribunas a La soledad, a La influencia y también a Yo, que llegaba al certamen convertida en la revelación FIPRESCI del año tras haber recibido antes el premio de la Crítica Internacional en el encuentro de Rotterdam.
La historia protagonizada aquí por un joven alemán, que llega a un pequeño pueblo de Mallorca para trabajar como empleado de un compatriota y que acaba literalmente absorbido por el misterio que parece encerrar el entorno, podía haber dado lugar a un retrato pintoresco en clave de humor o a un relato convencional de intriga psicológica. La opción que toman los responsables del filme (Rafa Cortés como director, pero también el propio álex Brendemöhl, actor y coguionista) es, sin embargo, muy diferente. El protagonista desvela poco a poco una inquietante ambigöedad, su personalidad se escinde y se disuelve hasta casi confundirse con la turbia atmósfera que lo envuelve, el misterio permanece sin resolver y la intriga se abre, progresivamente, hacia el territorio inasible y casi desestabilizador del fantástico.
Por estas arenas movedizas, que rechazan la comodidad referencial de los códigos ya probados y que invitan al espectador a no fiarse de ninguna apariencia, porque nada ni nadie parece ser realmente lo que parece dentro de este perturbadora ficción, Rafa Cortes acaba componiendo una obra llena de agujeros y de irregularidades, algo insegura y acaso torpe todavía en su búsqueda de una dramaturgia no pautada por los mismos cánones de siempre, pero ciertamente estimulante. Una película sin parentesco conocido y de confusos ascendientes dentro de la tradición cinematográfica nacional, pero capaz de organizar un relato de desarrollo imprevisible (algo que cada día se agradece más en el cine contemporáneo) y cruzada por múltiples intuiciones que a veces, si bien de forma intermitente, proporcionan algunos fogonazos aislados, ciertos hallazgos y giros que consiguen ofrecer suficientes motivos y aspectos de interés.
Se conforma así un extraño y llamativo "ovni" que acierta a replantear algunos misterios de la personalidad y a diseccionar, con paciencia y con minuciosidad, las contradicciones de un microcosmos cerrado y endogámico, auténtico "agujero negro" que fagocita todo intento de racionalizar el misterio o de domesticar la sinrazón. Así que, mira por donde, la propuesta acaba desvelando por otros caminos una reveladora condición metafórica sobre la irracional y domesticada sociedad en la que nacen y a la que, en el fondo, remiten sus esquivas y escurridizas imágenes.