Carlos Saura
Cara a cara con Pere Portabella
22 noviembre, 2007 00:00Carlos Saura
Un diálogo generacional y dos mundos unidos por la música, el de Carlos Saura y Pere Portabella. Empezamos con Saura, que estrena Fados. Se trata de un filme musical en el que rinde homenaje a ese peculiar género portugués. Ello da pie a una colección de números a cargo de figuras como Mariza, Cesaria Evora o Miguel Poveda...
A sus 75 años, Carlos Saura mantiene un nivel de actividad asombroso. Acaba de firmar la dirección escénica de Carmen, que inauguró la temporada del Palau de les Arts de Valencia bajo la dirección musical de Lorin Maazel (eso sí, pasado por agua y con escándalo). Y tiene ya terminado su siguiente estreno, Io Don Giovanni, adaptación al cine de la famosa ópera de Mozart. Está visto que la sempiterna crisis del cine español no le afecta. Saura, como dice él mismo, va a lo suyo. Un espíritu libre que en los últimos años se está decantando claramente por el género musical (tras Flamenco en 1995, pasando por Tango, Salomé e Iberia) Fados supone la quinta incursión en este terreno en doce años:
“Todo comenzó con Bodas de sangre. Corría el año 1980 y el productor Emiliano Piedra me pidió que fuera a ver la versión de Antonio Gades, que por aquel entonces era el director del Ballet Nacional, sobre Bodas de sangre, de Lorca. Me montaron el espectáculo para mí solo y recuerdo mi sorpresa ya que me fascinó, cuando más bien me esperaba una serie de tópicos sobre Lorca como los gitanos renegrecidos y la luna verde, esas cosas. Yo tenía experiencia como fotógrafo oficial que fui del Festival de Granada y el de Santander. Allí, descubrí que lo que más me gustaba no era tanto el espectáculo en sí como los ensayos. Además, la película fue un gran éxito, hace poco la vi en un Top Manta de Moscú, por lo que comencé un fructífero idilio con el género”.
Un idilio que llega hasta Fados, un filme en el que aún se deja notar esa vieja querencia de Saura por retratar la trastienda de los grandes shows, todo en él (como en Flamenco o en Iberia) parece, efectivamente, el ensayo que precede a la representación pública, un contexto que permite a Saura jugar con el error y la complicidad de los actores cuando no se saben observados, y que acentúa ese carácter ilusorio y fabricado de todo espectáculo. Además, el cineasta reincide en su escenografía favorita: “Estructuras de aluminio ignífugas sobre las que se proyectan imágenes que modifican los espacios con algunos elementos móviles. Creo que con esta película he llegado hasta el final en este tipo de propuesta, algo a lo que ha contribuido el uso de cámaras digitales, que me permitían mayor capacidad para respetar la libertad de movimientos de los artistas. A partir de ahora, intentaré nuevas vías”.
El fado, un género musical que nació en el siglo XIX en Portugal, es desde hace algunos años un estilo en alza, gracias en parte al éxito internacional de Mariza, una de las artistas que aparecen en la película. El espectador, conozca el fado o no, se dejará fácilmente transportar por unos ritmos melancólicos y dulces al mismo tiempo, repletos de matices (que se completan con sus dejes jazzísticos, flamencos, de bossa nova o incluso hip hop) con unas letras fastuosas en las que se escuchan cosas como “no es el tiempo el que pasa sino la gente que entra y sale de nuestras vidas”.
No deja de ser curioso cómo Saura, un cineasta culto y más bien exquisito, siempre ha tenido una gran afición por la música popular. En este sentido, recuerda dos episodios en los que sorprendió a propios y extraños con sus gustos. El primero, cuando, contra viento y marea, logró que ¿Por qué te vas?, la celebérrima canción de Jeanette, fuera el tema de Cría cuervos:
“Tanto Geraldine Chaplin, mi mujer de entonces, como el productor, Elías Querejeta, insistieron en que era una canción espantosa. Después, fíjate tú, fue número uno en medio mundo”.
O la renuencia de algunos puristas a considerar las sevillanas como parte del flamenco. Hoy, Sevillanas (1992) está considerada una de las cumbres del género y consagró a Lola Flores. La conversación transcurre durante más de una hora, en la que Saura no abandona su sonrisa hasta que se le menciona su mayor reconocimiento fuera de España, algo que durante un segundo parece amargarle, pero enseguida recupera la compostura: “Como me dijo Camus, este país nunca endiosa y eso es bueno. Así nunca te lo crees del todo”.