Image: La Duquesa de Langeais

Image: La Duquesa de Langeais

Cine

La Duquesa de Langeais

Director: Jacques Rivette

1 mayo, 2008 02:00

Guillaume Depardieu en una escena de la película

Intérpretes: Jeanne Balibar, Guillaume Depardieu. Guión: Pascal Bonitzer. Francia, 2007. Duración: 137 mins.

La literatura de Balzac inspira la imaginación de Jacques Rivette. Primero fue Out 1: Spectre (1971), donde Jean-Pierre Leaud, obsesionado con un pasaje de La Historia de los trece, recurre a un experto en el novelista, interpretado por Eric Rohmer. Luego llegó La Belle noiseuse (1991), con la que el director fagocitaba por completo La obra maestra desconocida, y ahora toma como pretexto la segunda novela de la "Trilogía de los trece" para filmar la película que, aparentemente, guarda mayor fidelidad a la escritura del novelista. Pero ya se sabe, nunca hay que fiarse de las apariencias…

En primer lugar, porque las imágenes de Ne touchez pas la hache / La duquesa de Langeais (2007) juegan de forma expresa con su propia naturaleza literaria. En segundo término, porque Rivette utiliza a fondo la baza del artificio (un poco a la manera del Renoir de La carroza de oro, pero también a la suya propia: recuérdese Va savoir, 2001) para encontrar la verdad emocional de los personajes, que emerge con fuerza gracias a ese inteligente juego de espejos entre distintas formas artísticas (cine, literatura, teatro…) que sostiene la verdadera apuesta lingöística y estilística del filme.

El pretexto narrativo es bien conocido: los amores y desencuentros entre una joven aristócrata y un militar bonapartista. La materia que lo da forma es una inteligente construcción especular que habla de la desincronización emocional de esas dos figuras a las que Guillaume Depardieu y Jeanne Balibar les ofrecen sus cuerpos modernos y contemporáneos, filmados por Rivette con plena conciencia de su lánguida gestualidad y de su convulsa violencia interior. Juego de apariencias que contrarían o sofocan el fuego interior, el film acaba proponiendo una lúcida meditación sobre las barreras sociales y religiosas que se oponen al deseo y sobre la encrucijada histórica que contempla el desencuentro entre el ejército y la aristocracia.

La historia narrada por Rivette se despliega a lo largo de un flash-back que sucede cinco años antes y que discurre íntegramente en interiores cortesanos. Su puesta en escena nos invita, de forma expresa, a leer el relato como un diálogo entre el cine (la historia central), el teatro (un prólogo que escenifica el encuentro entre los protagonistas) y la literatura (un epílogo que nos invita a repensar los sucesos como un libro leído durante la infancia, "o mejor como un poema"). Juego de formas y diálogo de narradores que construyen, finalmente, una película de apariencia clásica, pero de naturaleza profundamente moderna.