Image: Quemar después de leer

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Cine

Quemar después de leer

Director: Ethan y Joel Coen

9 octubre, 2008 02:00

McDormand y Pitt, en 'Quemar después de leer'

Intérpretes: Brad Pitt, Frances McDormand. Guión: Ethan y Joel Coen. Estados Unidos, 2008. Duración: 96 mins.

Por suerte para todos, los Coen siguen en racha. Si a principios de año nos deleitaban con una pieza negra en terreno -físico y psicológico- desértico de la calidad (y aspereza) de No es país para viejos (2007), ahora estrenan con esta delirante comedia titulada Quemar después de leer, un regreso por la puerta grande a uno de los géneros que más buenos resultados les ha propiciado a lo largo de su rica carrera. Los Coen no transgreden, asimilan. Se hacen suyos los códigos clásicos para poder situar a su antojo a sus desquiciados personajes recorriendo imposibles aventuras. ítaca queda tan lejos como resolver apropiadamente un secuestro -Fargo (1996), El gran Lebowski (1998)-, un robo -No es país para viejos- o un asesinato -El hombre que nunca estuvo allí (2001), The ladykillers (2004)-, por la sencilla razón de que los protagonistas envueltos en el entuerto son incapaces de actuar de forma coherente. Si nos creyéramos la sátira como algo real, acabaríamos por pensar que los norteamericanos, siempre bajo el prisma de los firmantes de Sangre fácil (1984), son gente bastante estúpida. Porque otra cosa no, pero anormalidad, la hay a raudales en Quemar después de leer. Los hermanos retratan los tiempos de conspiración y paranoia que se viven en los Estados Unidos para desatar una imposible comedia de espías: un rocambolesco entuerto plagado de infidelidades, trompicones y asesinatos. La ficción se desata como quien salta de un avión sin paracaídas. Los Coen lo tienen claro: sus personajes se merecen todo aquello que les pasa. De ahí que ese grupo de desalmados egoístas unidos por el más absurdo de los azares se persigan sin encontrarse o, en el caso de que lo hagan, acabe más de uno con un hacha clavada en la cabeza. No hay un solo personaje positivo en Quemar después de leer, aunque todos ellos acaben resultando entrañables. Lo más parecido a ello sería el atontado entrenador personal interpretado por un desatado Brad Pitt, sin duda, el encefalograma más plano del grupo.

Mientras los personajes se desquician dando vueltas sobre sí mismos y su irresponsable circunstancia, los Coen se lo pasan en grande. Construyen lo que resulta, en el fondo, un slapstick de corte clásico que funciona a mil por hora -no se recuerda una película tan acelerada de la pareja desde Arizona baby (1987)- con un mecanismo de relojería perfectamente afinado. No hay un solo plano que sobre o falte en la película, la ecuación es tan calculada que acaba dando rabia. Como siempre en estos casos la clave se encuentra en la portentosa fluidez de la narración que acaba convirtiendo la película en un disfrute continuo. El espíritu Lebowski se reparte a partes iguales entre un sugestivo reparto coral. Todos los actores al completo -no son pocos: George Clooney, Frances McDormand, John Malkovich, Tilda Swinton, J.K. Simmons, Richard Jenkins y Brad Pitt- están soberbios en su hipertrofia descriptiva. Se nota que se lo han pasado en grande haciendo el cabra, afeando su aspecto, convirtiendo cada gesto y frase en algo torpemente hilarante. Curiosamente la agilidad y desparpajo de la obra pueda llegar a hacer parecer que ésta sea una película divertida pero intrascendente. De ninguna manera. Hay que recordar que hacer fácil lo difícil y sencillo lo complejo es algo que sólo está al alcance de los grandes maestros.