Image: La fantasía Pixar seduce a Cannes

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Cine

La fantasía Pixar seduce a Cannes

14 mayo, 2009 02:00

Fotograma de Up

Carlos Reviriego
Todavía no ha aterrizado en Cannes, pero su presencia es abrumadora. Quizá también clarividente. Positif, Incorruptibles, Elle, L'Express, Cote Magazine, Psychologies... Por el número de portadas que ocupa Penélope Cruz , podríamos decir que este 2009 bien podría ser su gran año en el certamen de la Costa Azul. Y por extensión el de Pedro Almodóvar, quien el próximo martes competirá por tercera vez por la Palma de Oro con sus Abrazos rotos, segunda de las películas con producción cien por cien española programada en la Croisette (el domingo lo hará Agora, de Amenábar). Con un Jurado con mayoría de actrices (cinco de nueve), los vientos parecen en principio favorables. Pero esa será la última historia a contar de este Cannes que, sobre el papel, se presenta más español que nunca. De momento, el festival cinematográfico más monstruoso y fascinante del planeta acaba de empezar, y lo ha hecho dando su bendición a la tecnología 3D. La foto de inauguración era de una evidencia clamorosa. Thierry Fremaux, el director del sarao, ha subido al escenario de la sala Debussy para saludar a los periodistas que llenaban la sala, les ha pedido que se pongan las gafas de visión estereoscópica y los fotógrafos han inmortalizado la imagen. En la pantalla, la última producción Pixar, Up, ha hecho felices por noventa minutos a todos los presentes. Un pistoletazo de salida que ha llenado el cielo de la Croisette de globos de colores.

El filme de Pet Docter y Bob Peterson mantiene la línea de excelente calidad que la casa de John Lasseter viene ungiendo al cine de animación desde su debut con Toy Story, hace ya la friolera de quince años. La visión estereoscópica, su apabullante profundidad de campo, abunda en el espectáculo visual de la película, pero no desvirtúa su contenido estético y dramático, pues una de las grandes virtudes de Up, al contrario de por ejemplo Monstruos contra Alienígenas, es la moderación, casi indiferencia, con la que hace empleo de la renacida imagen envolvente, aquella tecnología que significó en los años cincuenta uno de los mayores fracasos comerciales de la historia de Hollywood. La integridad de Up al poner en práctica las tres dimensiones es que no carga la historia y la pantalla de gags visuales y bromas interactivas -como una pelota lanzada al espectador o un personaje miccionando en dirección al patio de butacas-, como se ha visto en otras recientes incursiones en la tecnología de tres dimensiones.

El alto vuelo de la imaginación
Pero vayamos al grano. Up es un hermoso, aleccionador y mágico relato sobre el sentido de la aventura y el coraje, la huida de la soledad y el duelo, de la transmisión generacional y la necesidad de que la imaginación (y la vida) emprenda altos vuelos. El suelo del que despegan los héroes protagonistas es un suelo que en los inicios del filme se llena de planes urbanísticos dispuestos a devorar la pequeña casa en la que ha vivido toda su vida Carl, el entrañable anciano protagonista, un avatar animado de Spencer Tracy que comparte heroísmo con un pequeño boy scout en quien el anciano verá el vivo reflejo de lo que él fue hace tantos años. Precisamente es con la imagen de ese niño frente a la gran pantalla, colocándose unas gafas de aviador que no pueden dejar de asociarse con las que los espectadores de Up deben ponerse para apreciar el 3D (la nueva aventura estética del arte cinematográfico), con la que empieza la nueva propuesta de Pixar. Un bonito guiño a su público más fiel, la encarnación del espíritu espectatorial del cine en una mirada sintética.

El newsreel estilo años veinte que ve emocionado este niño que luego se hará anciano nos presenta al aventurero de pocos escrúpulos Charles Muntz, el villano de la función. El modo en que el filme resuelve el paso por la vida del niño que alcanza la vejez (se enamora de su vecina, se casa, intentan infructuosamente formar una familia, viven con estrecheces económicas pero felices y acaba enterrando a su mujer), es uno de los más bellos y conmovedores momentos que ha creado la factoría Pixar: una lección maestra de síntesis narrativa que para sí la querrían muchas películas de ese cine que aún sigue considerando la animación una suerte de forma cinematográfica bastarda y de categoría inferior. Semejante arranque, un cortometraje perfecto en sí mismo, se seguirá recordando de aquí a doce días como uno de los momentos más intensos y memorables del festival.

En la segunda parte del filme, que transcurre en un sitio idílico de América del Sur llamado Paradise Falls, el rincón del mundo en el que Carl y su mujer querrían haber disfrutado de su retiro, entra en escena el excéntrico pájaro Kevin, especie en extinción que ya forma parte con derecho propio de la galería de inolvidables criaturas creadas por los genios de Pixar. En este lugar paradisíaco, la aventura es el leit motiv de un cine de atracciones que no desdeña la inteligencia y no echa mano del sentimentalismo meloso para conquistar los corazones del espectador. Up hace gala de un look ciertamente singular, que se esfuerza por distinguirse de otras producciones de John Lasseter para integrar el relato en el espíritu estético del tema, la época y los espacios geográficos que pone en forma, y que apuesta por la sencillez frente al barroquismo, conectando con las viejas películas de Disney, y haciendo desfilar por la pantalla personajes trazados con la desproporción caricaturesca propia los clásicos de la factoría animada. Aunque se echa en falta un tono más canalla y más guiños adultos en un trama quizá demasiado políticamente correcta para lo que nos tiene acostumbrados Pixar, Up sigue manteniendo intacta (si no vigoriza) la capacidad de fascinación y deslumbramiento que el mejor cine de animación ha venido proporcionando en el nuevo siglo. Un excelente aperitivo para abrir boca en la gran fiesta del cine mundial.