Image: Balance inesperado en el ecuador del festival

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Cine

Balance inesperado en el ecuador del festival

Lo más estimulante proviene de los nombres de menor relumbrón

19 mayo, 2009 02:00

El director Brillante Mendoza, a la derecha, posa con los miembros del equipo de Kinatay. Foto: Reuters

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  • Carlos Reviriego
    (Especial para elcultural.com)
    Alcanzado el ecuador del festival, el día que Pedro Almodóvar ha presentado su película a competición Los abrazos rotos, va siendo hora de hacer balance de lo que por ahora ha dado de sí la Sección Oficial. De momento, no hay ninguna película que saque cabeza claramente por encima del resto. Lo que sí parece claro, tanto por las reacciones en los pases de prensa como por lo que se comenta en los corrillos críticos, es que los grandes nombres que de momento han presentado filme (y no incluyo a Almodóvar) no han demostrado estar a la altura de la fama que les precede y han decepcionado o han despertado respuestas tibias. Lo más estimulante a competición, por el contrario, se ha podido ver en las películas de aquellos directores que, en principio, tienen menor proyección mediática, aquellos que no ocupaban las apuestas por llevarse la Palma de Oro de 2009.

    Ni Lars von Trier, con la excesiva y burlona Anticristo; ni Jane Campion, con su contenido viaje de época a los universos poéticos de Keats en Bright Star; ni Ang Lee, con su amable visión liviana de Woodstock; ni Ken Loach, que presentó una comedia futbolera descaradamente complaciente con el espectador (Looking for Eric), se posicionan como opciones coherentes a recibir la Palma. Al contrario, son otros cineastas, menos populares a escala internacional, los que han arriesgado y sorprendido en La Croisette. El francés Jacques Audiard, después de la potencia dramática del thriller De latir mi corazón se ha parado, ha convencido con la intensidad de Un prophète, película carcelaria que introduce nuevos elementos en el género. También el italiano Marco Bellochio, con Vincere, se posiciona con un brillante filme sobre la mujer y el hijo secreto de Mussolini, película irregular, sesgada en dos partes, que no en vano lanza un implacable y persuasivo discurso político y cinematográfico.

    Tanto el filipino Brillante Mendoza como el hong-konés Johnnie To, con Kinatay y Vengeance, respectivamente, han plasmado en la pantalla sus distintas concepciones sobre la representación de la violencia en la pantalla. El primero, con crudeza descarnada y un discurso consistente; el segundo, mediante su habitual estilización hipersofisticada y juguetona. Ninguna de las dos, sin embargo, parecen opciones claras en el palmarés que decidirá un jurado compuesto por mayoría de actrices (cinco de nueve) y presidido por Isabelle Huppert. Es precisamente este factor el que hace pensar que Almodóvar parte con cierta ventaja, siempre que su valiente filme no decepcione al Jurado. Pero aún quedan directores de relumbrón. Quentin Tarantinio presenta el miércoles Inglorious Basterds, aproximación pretendidamente fulleriana al cine bélico que es sin duda la película más esperada del festival. Y queda el personalísimo y turbador universo de Michael Haneke (The White Ribbon), y el no menos polémico Gaspar Noé con Enter the Void, y el veterano Alan Resnais, que hace medio siglo exactamente parió en este mismo escenario la Nouvelle Vague con Hiroshima, mon amour, y que regresa con Les Herbes folles… Y queda, claro, la experiencia japonesa de Isabel Coixet en Mapa de los sonidos de Tokio. Mucha tela que cortar. Mucho cine pendiente.