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Cine

Guillermo Arriaga: "Los personajes y la historia deben balancearse juntos"

7 octubre, 2009 00:00

Guillermo Arriaga es una de las ilustres visitas que nos regala estos días el Festival Vivamérica. El escritor mexicano, autor de historias como Amores perros y Babel, ofrecerá dos conferencias. En la primera, este jueves, disertará sobre la construcción de personajes. Dará las claves que utiliza él para infundirles credibilidad. Y el sábado, en su segunda intervención, recorrerá los hitos que conforman su particular tradición literaria, en la que confluyen nombres como Homero, Shakespeare, Baroja, Rulfo y Faulkner.

P.- Perfila sus personajes más mediante la acción (verbo) que la descripción (adjetivo), como hacían los clásicos de la novela negra y su admirado Baroja...

R.- Más que de la novela negra, es una tradición clara que viene de los griegos. Si lees a Homero o Herodoto está. También en la Biblia. No soy muy afecto a la novela negra, he leído muy pocas. No es un género que me atraiga demasiado. Lo que me gusta es contar una historia y hacerlo a partir de la materia humana. Y en eso tengo muy clara la tradición: Rulfo tenía un gran sentido de la humanidad, como Dostoievsky, Stendhal, el propio Herodoto... Intento lo más preciso con el lenguaje, tener una propuesta estética, pero que ésta no devore la historia. Deben balancearse juntas.

P.- A la hora de escribir, ¿los personajes le dan la historia o al contrario?

R.- Todo lo que escribo es sobre momentos de mi vida que experimenté en carne propia o que vi y me impactaron. Y mi vida, la verdad, ha sido movidita, así que tengo material. Otros escritores escriben a partir de otros libros. Mi escritura tiene como referencia mi propia experiencia.

P.- Dice que es fundamental querer a los personajes, aunque sean tipos despreciables...

R.- Es algo que aprendí muy pronto al escribir literatura. Al principio tendía a juzgarlos, y como los juzgaba, salían mal. Sí, hay que quererlos, porque si los quieres, puedes entenderlos, y al entenderlos tú pueden entenderlos los demás.

P.- Lo que le interesa, sobre todo, es mostrar las contradicciones de la condición humana, ¿no?

R.- Lo que nos caracteriza como seres humanos es precisamente la paradoja. La moral, en cambio, nos ve en términos absolutos y nítidos. La moral, por ejemplo, dice que te tienes que enamorar de Juan o de Pedro, de uno de los dos, y en la vida sucede que una mujer se enamora de Juan y de Pedro. Esas paradojas son las que construyen la humanidad.

P.- ¿Cuáles son las claves para que un personaje salte del papel a la pantalla y tenga credibilidad?

R.- Cuando escribes una película es como tener a tu mujer embarazada: nunca sabes qué cara va a tener el niño, y de repente tiene la de Sean Penn o Charlize Theron. Para mí, la actuación tiene que ver con el buen gusto. Hay una serie de actores que me emocionan y esos son los que le dan verdad a lo que hacen.

P.- Aparte de en la película que ha dirigido, Lejos de la tierra quemada, ¿ha participado en la decisión de elegir el reparto cuando eras sólo el autor del guión?

R.- Sí. En La tres entierros... estuve muy activamente implicado. Tanto, que incluso salgo como actor.

P.- ¿Y cuáles son sus personajes literarios predilectos?

R.- La verdad es que a los personajes que más curiosidad tengo de conocer son a mis nietos. Aunque espero que mis hijos no cometan la idiotez de darme un nieto ahora, porque mi hija tiene 18 años y mi hijo 16. La verdad que con quien me gustaría sentarme un rato sería con Rulfo, con Faulkner y con Shakespeare. Y como ateo que he sido toda mi vida, también me gustaría sentarme con Jesucristo, para decirle “oye, te creo, pero dime la verdad”. Más que personajes, me interesan la gente de la vida real.

P.- Eres ateo, pero ¿cuando escribe te sientes divino creador?

R.- No. No soy como Vargas Llosa que cree que la escritura de cada novela es un deicidio. Lo que me interesa es retratar personas que caminan al filo del abismo, que ven algo terrible, en general dentro de sí mismos, pero que luego son capaces de regresar, de salir de ese abismo. Es aquí, en este mundo, donde se resuelve todo. Y por eso escribo, porque es muy triste pasar por él sin agregarle nada.