Image: Superhéroes a saldo

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Cine

Superhéroes a saldo

3 junio, 2010 02:00

Aaron Johnson encarna a Kick-Ass.

El director Matthew Vaughn lleva hoy a nuestras pantallas el cómic de Mark Millar y John S. Romita inspirado en internet, el cine y la televisión.

Carlos Reviriego
A veces, los mejores termómetros para tomarle la temperatura al cine norteamericano, diagnosticar sus síntomas y revelar su evolución no se encuentran ni en los grandes festivales ni en las creaciones más vanguardistas. A veces, una película de apariencia inofensiva o espuria, perdida entre la maleza de estrenos o en las intransitables callejuelas de freakland, puede decirnos más sobre las mutaciones del cine que el más riguroso de los ensayos audiovisuales.

Generalmente, esas películas no las firma ningún director estrella ni cuentan con un fuerte respaldo promocional, pero están presentes en las pantallas comerciales de todo el mundo y en las ramificaciones más visitadas de internet. Desde Aterriza como puedas (1980) a Zoolander (2001) o Resacón en Las Vegas (2009), son películas libres y desatadas que surgen con cierta frecuencia para mostrarnos indicios y presagios. Éste podría ser el caso de Kick-Ass.

Varios elementos llaman la atención sobre la singularidad de este filme, dirigido por el británico Matthew Vaughn (Layer Cake y Stardust) y basado en un cómic de Mark Millar y John S. Romita Jr. Por un lado, su atrevimiento al integrar la cultura de superhéroes en una historia que rompe todas leyes de la verosimilitud pero que, al menos en su primer tramo, trata de hacerlo de forma totalmente verosímil. "De todos los millones de personas que quieren ser superhéroes, ¿no habrá una que lo haya intentado?", se pregunta el neoyorquino Daze (Aaron Jonson) al principio del filme. Él está dispuesto a ser el primero. Una vez embutido en un ridículo traje verde y convertido en Kick-Ass, pronto se verá enfrentado a una banda del hampa neoyorquino para comprobar que no está solo en su delirio.

Tendencia al barroquismo
Otros superhéroes, mucho más preparados que él -Big Daddy (Nicolas Cage) y Hit Girl (Chloe Moretz)- le llevan la delantera. Es con la aparición de estos nuevos personajes que la película sufre su primera mutación. Como ocurría con Superfumados (otra gamberrada), hay en Kick-Ass una deliberada tendencia al barroquismo, con diversos tonos que se van superponiendo uno encima de otro. Kick-Ass no es tanto una nerd comedy (comedia de ‘pringaos') o una película de superhéroes (en lugar del logo Marvel, arranca con un rótulo casero de ‘Marv') como un conglomerado de estilos en el que la parodia y la acción imponen su arbitrariedad por encima de cualquier tipo de equilibrio. Su búsqueda, que comienza en el territorio del adolescente calenturiento, pasa por mostrar las costuras de las franquicias de superhéroes al tiempo que declara su amor por ellas adoptando la forma de lo mismo que aparentemente ridiculiza. Ahí es donde el filme conecta de forma diáfana con el sentimiento de la incrédula postmodernidad y la revalorización de los geeks (empollones) en el cine y la TV contemporáneos. Con seguridad, los cuatro protagonistas de The Big Bang Theory adorarían Kick-Ass.

Energía contagiosa
Y es que los personajes del filme de Vaughn sólo responden a una realidad filtrada por los cómics, la televisión y los grupos sociales cibernéticos. Sus nociones vitales quedan encerradas en esos marcos expresivos, que limitan y multiplican al mismo tiempo las posibilidades del cine. El argumento que propone Kick-Ass sólo es posible en un mundo donde la primera reacción de los jóvenes ante una pelea no es intervenir, sino grabarla con el móvil y colgarla en YouTube. Espejo del melting-pot (amalgama) referencial que nos rodea, la contagiosa energía de unas secuencias de acción progresivamente más sofisticadas y brutales -lo más interesante del filme--, a caballo entre la burla macabra y la gravedad inmoral, no podrían existir sin un aceptado contexto de hiper-violencia en el ecosistema de las imágenes. Es una lástima que el humor sea tan cicatero, que sufra déficit de encanto pop o que, a la postre, el sabotaje a los subgéneros se convierta más bien en rendidas falsificaciones repletas de clichés. Dice el joven protagonista que para ser un superhéroe sólo es necesaria una perfecta combinación de optimismo e ingenuidad. Lo mismo que para disfrutar de Kick-Ass.