Dennis Hopper o el triunfo del fracaso
Dennis Hopper. Foto: Íñigo Ibáñez.
La Mostra se pone canalla recordando la obra y la figura de Dennis Hopper, fallecido el pasado mes de mayo. Proyecta The Last Movie, filme de 1971 en el que dejó las claves de su personalidad y de toda una época. Jorge Berlanga recorre su legado.
La magia continuó poco después con Gigante de George Stevens, hasta que la muerte repentina de Dean provocó el primer golpe en su carrera. La posterior muerte de su padre, también en accidente de automóvil, le llevó a una pelea con Henry Hathaway en el rodaje de Infierno en Texas que le supuso la expulsión de la película y la etiqueta de conflictivo que equivalía a cerrarle las puertas de Hollywood. Decidió irse a Nueva York a estudiar con Lee Strasberg en el Actor's Studio, pero lo que hizo fue introducirse en la órbita de la Factory de Warhol, codearse con el mundo de extravagantes artistas pop de los 60 y convertirse en un excelente fotógrafo. Stuart Rosenberg le dio la oportunidad de volver a la pantalla en 1967 con un papelito en La leyenda del indomable junto a Paul Newman. En plena fiebre psicodélica estaba germinando su primera gran resurrección.
Con un dinero que tenía Peter Fonda en pleno arrebato hippie, decidieron enfrentarse a Hollywood demostrando que se podía hacer cine en plena libertad con un par de Harleys, carretera, drogas y desafío a la autoridad, y encima con éxito comercial. Easy Rider supuso un acontecimiento explosivo. Palma de Oro en el Festival de Cannes y nominada al Oscar al mejor guión (¡cuando el guión fue prácticamente improvisado!). El subidón llevó a un eufórico y extradopado Hopper a embarcarse en la película que iba a ser la revolución definitiva, The Last Movie, con la que el Festival de Venecia le homenajea estos días y con la que pasó un año de absoluto delirio. ¿Cuántas vidas podían quedarle a este personaje irredento? Todavía unas cuantas, marcadas por títulos memorables: El amigo americano, Apocalypse Now, La ley de la calle (con intento de suicidio incluido) y Terciopelo Azul. A partir de los 90 vuelve a los grandes estudios con Waterworld, Speed, Amor a quemarropa y Basquiat, entre muchas otras, incluida Elegy de Isabel Coixet. El año pasado, con un pie en la tumba, por fin le dieron una estrella en el Paseo de la Fama. Su última batalla perdida fue lograr el divorcio de Victoria Duffy antes de morir. Pero lo que nos queda de él es su invencible rebeldía, su lúcida demencia y su capacidad para iluminar escenas con su particular presencia y energía. Con toda la autoridad triunfal que le dieron sus fracasos.