Cine

Filmografía (monumental) de España

13 noviembre, 2010 01:00

Cincuenta años ofreciéndose como espejo y radiografía de las vicisitudes sociales y políticas de España. Medio siglo de gran cine, no sólo como cronista, sino como comentarista del tiempo y el lugar que le tocó vivir. Creador imprescindible de una sociedad en permanente transformación, Luis G. Berlanga capturó como nadie en la pantalla el alma invariable, paradójica y pasional, enconada y sainetera, del españolito común.

Ofrecemos aquí un recorrido por la obra del genial cineasta, desde Esa pareja feliz (1951) a París Tombuctú (1999), que incluye todos sus largometrajes para cine (no están contemplados ni los cortometrajes ni las colaboraciones televisivas), aquellos con los que se ha ganado la inmortalidad en la historia del arte español y en la cinematografía internacional. La enfermedad del Alzheimer que padeció el maestro durante los últimos años se ofrece como acuciante paradoja del verdadero propósito al que dedicó su vida y su talento: embalsamar en una pantalla la memoria del tiempo. Hoy, repasando su filmografía, podremos recorrer la historia reciente de nuestro país con la lucidez, el humor y la sensibilidad de un creador irrepetible.



ESA PAREJA FELIZ (1951). Co-dirigida con Juan Antonio Bardem

Ocupa un lugar fundacional en la historia del cine español. Es una obra que se enfrenta al pasado y al mismo tiempo anuncia un nuevo cine. Alejándose de la representación folclórica, la cámara se vuelve hacia la vida cotidiana del ciudadano, los problemas, las ilusiones y las frustraciones de una pareja de españolitos de clase trabajadora, Juan (Fernando Fernán-Gomez) y Carmen (Elvira Quintillé), que, al ganar un concurso radiofónico, se ve atrapada en la fantasía de una vida opulenta, aunque sólo por un día. Berlanga habló del cine de Frank Capra y del teatro de Arniches como grandes referencias, pero lo cierto es que el gran sustrato del filme es el Neorrealismo itialiano, como lo sería para todas sus primeras obras. Metáfora de una realidad vital y social incapaz de satisfacer las necesidades de las clases más desfavorecidas, Esa pareja feliz será el tronco común del que crecerían después las trayectorias divergentes y a veces contradictorias de Bardem y Berlanga.



¡BIENVENIDO, MÍSTER MARSHALL! (1952)

¡Qué sería del cine español sin este filme! Un historia minusválida, un arte huérfano, incompleto. Primera película en solitario de Berlanga, es el prototipo del filme que trasciende por completo sus ambiciones iniciales -estaba destinada a ser una peliculita más al servicio del lanzamiento de una folclórica, Lolita Sevilla- para adquirir una importancia nuclear, tanto en la obra de Berlanga como en la historia del cine español y en la filmografía de geniales intérpretes como José Isbert y Manolo Morán. Esta especie de fantasía humorística en torno a los preparativos de un pueblo para la llegada del Plan Marshall define la médula y el alma del pueblo español, su carácter y su forma de relacionarse socialmente, sus instituciones y complejos, y sigue hoy igual de fresca y vigente que hace más de cincuenta años. Hay en el filme -cuyo guión contó con la colaboración del comediógrafo Miguel Mihura- una feliz confluencia de tradición y modernidad, de sátira y caricatura, de hipérbole y de ironía, un extraordinario punto de partida que ya recoge las características más apreciables del cine "berlanguiano".



¡NOVIO A LA VISTA! (1953)

Berlanga adapta aquí un viejo argumento de Edgar Neville, que éste escribe en colaboración con José Luis Colina, Juan Antonio Bardem y el propio Berlanga. Abordada desde un punto de vista juvenil, la historia se centra en un grupo de adolescentes que van a la costa de veraneo con sus familias. El humor es más amable y menos negro que el que caracterizaba sus anteriores filmes, y quizá por eso el filme no ha tenido tanta trascendencia en su obra. En todo caso, hay una gran sensibilidad hacia la melancolía adolescente y se establecen también aquí varias de las pulsiones eróticas del cine que después desarrollaría. Por otro lado, ¡Novio a la vista!, con sus delicias pamplineascas, emerge como un hermoso y refinado tributo de Berlanga al cine de Jacques Tati y al dinamismo chaplinesco.

CALABUCH (1956)

Para algunos, el filme más sutil en la carrera del genio valenciano. Calabuch parte de la fantasía de un científico nuclear que viaja a un pueblo de pescadores en la costa de Levante para huir de los propósitos armamentísticos con que el Gobierno norteamericano quiere hacer uso de sus teorías. Irónico y libertario, Berlanga mezcla aquí la política internacional con un atinado y salvaje retrato de costumbres español para hilvanar una comedia aparentemente amable, por momentos sentimental, pero bajo la que late una reflexión realmente negra y pesimista sobre la organización política del mundo y los destinos de las sociedades "civilizadas". Personajes memorables y grandes momentos de humor para una auténtica joya del cine español, que todavía tiene que recibir el verdadero reconocimiento que se merece.

LOS JUEVES, MILAGRO (1957)

Entre la comedia y la ambigüedad metafísica, se trata del único trabajo de Berlanga que aborda de frente el tema religioso, realizado en un momento en el que en la "feliz" sociedad del subdesarrollo se hablaba mucho de los milagros de Lourdes y de Fátima. Escrito con José Luis Colina, el argumento se centra en cómo las fuerzas vivas de un pueblo en decadencia se inventa un milagro (que acontece todos los jueves) para que el balneario, y su agua milagrosa, recuperen el atractivo turístico que tuvo en su día. Los planes de un grupo por conseguir algo, como siempre en las películas de Berlanga, se tuercen y caminan hacia el cataclismo cuando un farsante simula ser el prodigioso taumaturgo. El filme pasó por varios filtros de la censura, especialmente la segunda parte, de manera que perdió gran parte de las intenciones originales del director, si bien tiene la virtud de ofrecerse como síntoma de esa ambigüedad moral y política que siempre acompañó a Berlanga, aparte de contener uno de los acercamientos documentales, insertado en la ficción -el retrato del pueblo, en el que intervienen no actores, auténticos lugareños del pueblo donde se rodó la película- más memorables en la obra del genial cineasta.

PLÁCIDO (1957)

Primer gran punto de inflexión en la filmografía de Berlanga, determinada por que el cineasta conoce a Rafael Azcona y establecen a partir de entonces su larga y fructífera colaboración a lo largo de los años, formando sin duda el tándem creativo más extraordinario y esencial del cine español de la segunda mitad del siglo XX. Obra maestra indiscutible, Plácido contiene ya todos los elementos, perfectamente afinados y en todo su reconocible esplendor, que hacen inconfundible la genialidad cinematográfica del valenciano: largos, tumultuosos y abigarrados planos secuencia; el distanciamiento humorístico a la hora de acercarse al horror; el guión como vehículo de reflexiones progresistas sobre el momento en que se hace la película… En esta "película navideña", en torno a la cicatera caridad oficial, sólo pensada para limpiar conciencias burguesas -el filme surge a partir de una campaña ideada por el régimen franquista bajo el lema "siente un pobre a su mesa"-, Berlanga y Azcona ponen en marcha un verdadero ejercicio de funambulismo político camuflado bajo el sainete costumbrista y la envoltura de una producción inofensiva.

EL VERDUGO (1963)

Tremendamente política en su duro alegato contra la pena de muerte, parece un milagro que este filme llegara a rodarse, si bien no fueron pocos los problemas de censura por los que pasó. Nino Manfredi interpreta a José Luis Rodríguez, el hombre común llevado por las circunstancias, un empleado de Pompas Fúnebres que desea casarse con Carmen (Emma Penella), la hija del verdugo Amadeo (José Isbert). Cuando éste se jubila, José Luis no tendrá más remedio que suceder a su suegro, en la confianza de que no tenga que practicar nunca su oficio. Testimonio impresionante, de estilo tremendista, sobre cómo el hombre contemporáneo se ve arrastrado, para su supervivencia, a ceder continuamente a sus principios morales, este fresco impresionante se abre en dos vertientes: un diagnóstico preciso y agudo de la base social del franquismo y una expansión cinematográfica extraordinaria, donde Berlanga realmente desarrolla la maestría artesanal de su oficio, apoyado además sobre un guión de absoluta excelencia literaria. Para muchos, expertos y profanos, se trata de la mejor película del cine español. Probablemente lo sea. Su (re)visión es siempre inagotable en matices y riqueza dramática. El filme, que se presentó en el Festival de Venecia cuando Franco acababa de ordenar el fusilamiento del comunista Julián Grimau y la ejecución por garrote vil de dos anarquistas, fue duramente atacado por distintos sectores políticos de la España franquista, que la consideró un "libelo contra España, la película más antipatriótica y antiespañola que se hubiera visto jamás".

LA BOTIQUE (1967) / VIVAN LOS NOVIOS (1969)

Como señala José Luis Borau, debido a las reiteradas prohibiciones de las autoridades de nuevos proyectos después de la conflictivas tres obras anteriores -donde las relaciones con la censura fueron realmente estrepitosas-, Berlanga decide refugiarse en una de sus preocupaciones centrales, pero que nunca hasta entonces había llevado al primer plano de sus filmes, esto es, las inestables y conflictivas relaciones de pareja. De ese impulso surgen, tras cuatro años de silencio,La botique y Vivan los novios, la primera de ellas rodada en Argentina, amable comedia en torno a los flirteos adúlteros de un hombre de negocios, mientras que en Vivan los novios Berlanga ejercita una deliciosa forma de vaudevil en torno al matrimonio, con un humor negrísimo y el personaje epítome del español común desorientado durante aquellos años de aperturismo sexual, así como un plantel de intérpretes extraordinario, que forman en sí mismo esa "familia" berlanguiana (con José Luis López Vázquez a la cabeza) que habitan y dan forma a muchas de sus películas.

TAMAÑO NATURAL (1973)

Probablemente se inició con esta película el debate público en torno a la popular y presunta "misoginia" de Berlanga, que volvió a dirigir después de cuatro años sin colocarse detrás de la cámara y cuando la sociedad española había pasado por una gran transformación determinada por una flexibilización de la censura hacia el tratamiento de los temas sexuales en la prensa y las artes. El argumento, que escribe de nuevo con Rafael Azcona y la colaboración de Jean-Claude Carrière, sin duda da para ello: decepcionado por sus relaciones con las mujeres, un dentista (interpretado por Michel Piccoli) abandona a su esposa y a su amante para recluirse con la única compañía de una muñeca hinchable. La relación que acaba desarrollando con este objeto sexual le irá progresivamente desquiciando. Proyecto realmente bizarro que representa una nueva batalla del cine español contra la burguesía, en la línea surrealista del Buñuel más reconocible, y en la capacidad del cine berlanguiano para jugar con la simbología y el lado oscuro del ser humano de un modo cáustico y fantasioso.

"TRILOGÍA NACIONAL". LA ESCOPETA NACIONAL (1978) / PATRIMONIO NACIONAL (1980) / NACIONAL III (1982)

Dicen que el inicio de todo fue una anécdota de cacería que implicaba a Manuel Fraga Iribarne y a la hija de Franco. En esta "trilogía" en torno al Marqués de Leguineche, poblada de comentarios políticos, sociales y sexuales de su tiempo, rabiosamente contemporánea y personal, Berlanga desarrolla diversas narraciones sobre la misma familia aristocrática afín al régimen franquista, poniendo en solfa su imparable degradación desde los últimos años del Generalísimo hasta el intento de Golpe de Estado de 1981, y que emerge como metáfora manifiesta (cruda y sin autocensuras) de la propia decadencia de un modo de entender la vida social y política de España. En el terreno formal (y moral), Berlanga lleva hasta el extremo su concepción del plano secuencia y de las escenas con personajes en constante movimiento, entrando y saliendo del plano y esgrimiendo diálogos que se pisan entre sí. Una forma de cine sólo posible con la confianza plena en unos actores que, bajo el liderazgo de Berlanga y con los textos de Azcona, siempre parecen estar en estado de gracia. Por desgracia, debido a que el grupo de filmes surge a partir del gran éxito del primero -La escopeta nacional, sin duda el mejor- será inevitable que cada entrega pierda interés respecto a su predecesora, mostrando menor interés por lo que cuenta y por cómo lo cuenta. A día de hoy, sin embargo, adquieren una importancia crucial como testimonios casi documentales, de pura etología social, con un humor inteligentísimo, entre ácido y delirante, sobre el período español de la transición democrática.

LA VAQUILLA (1985)

El cine también "escribe" la Historia. Veinticinco años después de su realización, podemos decir que La vaquilla permanece todavía como lo más cercano a esa película definitiva sobre la guerra "incivil" española; una película que cuelga con el sambenito de los artefactos irreverentes cuando no irrespetuosos, porque su método para helar el corazón pasa por congelar nuestra carcajada. ¿Una comedia sobre la guerra civil? Mucho más que eso: una inmersión en el alma contradictoria y popular del humor numantino, de la España improvisada, hambrienta y alimentada por odios, de la disputa disparatada, de la tradición sangrienta al esperpento costumbrista (si el oxímoron es posible), pero sobre todo, de la igualación humana frente a la tragedia. Un proyecto que Berlanga ya escribió en 1948 y que no pudo realizar hasta pasados cuarenta años, con las aguas más tranquilas y la censura liquidada, y después de haber podido levantar, gracias al productor Alfredo Matas, la mayor superproducción conocida hasta entonces por la industria española: doce semanas de rodaje, un protagonismo colectivo con un reparto estelar (de Alfredo Langa a José Sacristán) para dar forma a la perfecta "zoología" nacional, entre la miserabilización, el absurdo de la guerra y la persistente ambigüedad ideológica de la que siempre hizo gala el gran cineasta.

MOROS Y CRISTIANOS (1987)

Película que se contempla como una amable propina en su filmografía, el final de una etapa, apenas un "apacible divertimento", en palabras de José Luis Borau, centrado en el viaje a Madrid de una familia de turroneros alicantinos en contra de la voluntad del patriarca familiar. El filme, sin embargo, adquiere una importancia mayor de la que tuvo en su momento, pues se confirmó como la última colaboración entre Berlanga y Azcona, el silencioso crepúsculo de un trabajo en equipo esencial para comprender las derivas del cine español. En todo caso, aunque la película esté lejos de los mejores momentos creativos del gran dúo de creadores, contiene algunos de los más conocidos momentos de su filmografía, un reparto fuera de lo común que se ofrece como summa de la fauna interpretativa española (Fernán-Gómez, Verónica Forqué, Chus Lampreave, López Vázquez, Andrés Pajares, Antonio Resines, Rosá María Sardá…) y que además supuso también uno de los mayores éxitos comerciales en la carrera de Berlanga.

TODOS A LA CÁRCEL (1993)

Ya sin Azcona, y con la ayuda de su hijo Jorge Berlanga en la escritura del guión, Berlanga aborda una incómoda, controvertida y muy aguda reflexión panorámica en torno a la degradación y corrupción del poder socialista, que llevaba ya una década gobernando España y que, paradójicamente, aún no había destapado sus grandes casos de corrupción, con lo que el filme adquiere una evidente cualidad visionaria. Berlanga enriquece su singular prosa cinematográfica, de absoluto protagonismo coral, con recursos propios de la escatología fallera, lo que imprime una cierta dispersión al filme. Sin embargo, la película contiene todo aquello que hace de la filmografía berlanguiana una experiencia tan singular y estimulante. Realizada después de seis años de inactividad, el maestro no había perdido sin embargo el pulso, y el filme ofrece diversas capas de lectura, que se superponen una a la otra sin solución de continuidad, y que ocultan bajo una aparente espectacularidad (sus chistes escatológicos, su humor de brocha gorda, servido en bruto) toda una gama de sutilezas, de sarcasmos y paradojas, donde late una estructura narrativa que siempre logra mantener en tensión lo espontáneo con lo calculado, la libertad con el rigor, lo intelectual con lo popular.

PARÍS-TOMBUCTÚ (1999)

Después de realizar una mini-serie para televisión sobre Blasco Ibáñez (recibida con tibieza por crítica y público, pero cuyas conquistas artísticas son innegables), Berlanga decide firmar su testamento fílmico, la verdadera caída del imperio austrohúngaro, esa película crepuscular que en el autor de El verdugo debe ser necesariamente negra y desesperanzada (el pesimismo de Berlanga respecto al ser humano no hizo sino acrecentarse a lo largo de los años), y que en su caso se ofrece como suma y compendio de sus obsesiones temáticas y sus inquietudes formales. La realiza con 78 años y sin embargo es probablemente su película más impulsiva, más libre, más surrealista, más desatada… en definitiva, más joven. Es el alma de España una vez más, pero sobre todo es la película en la que Berlanga, como hombre, está más presente que nunca, con sus temores, virtudes y defectos. Y para ello revisita esos lugares y situaciones que han conformado su filmografía en etapas, pero no en forma de mero almanaque aglutinador, sino con una conciencia autocrítica y revisionista, recogiendo los ecos de Calabuch, de Moros y crsitinos, de Bienvenido Mr. Marshall, de La escopeta nacional, de El verdugo, de Tamaño natural… Un cambalache, un desván, una desmesura quizá algo cargante, pero una muestra de inteligencia donde no cabe la limitación, donde se pasa de lo genial a lo tosco en una misma escena, y que termina con un escalofriante "Tengo miedo" atravesando la pantalla. Es el epitafio de alguien que acaso atisbaba el final en el próximo gesto.