Image: Enamorada de Jesús

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Cine

Enamorada de Jesús

28 enero, 2011 01:00

Thérèse, de Alain Cavalier.

Las pantallas españolas recuperan hoy, 25 años después de su sonado triunfo en Cannes, la obra maestra Thérèse, de Alain Cavalier, en torno a la corta vida de Santa Teresa de Lisieux.

En apariencia, más allá de sus títulos, no hay películas más distanciadas entre sí que Irène (2009) y Thérèse (1986). Separadas por un periodo de casi 25 años, las dirigió sin embargo la misma persona, el francés Alain Cavalier (Vendome, 1931). Irène (2010), la última película (inédita en nuestras salas) de este cineasta de largo recorrido -que empezó en el cine comercial para avanzar progresivamente hacia películas rabiosamente íntimas y vanguardistas- es un filme autobiográfico grabado con una cámara doméstica, un diario sobre los vacíos y tormentos que dejó en su vida el fallecimiento de su primera mujer, la actriz Irène Tunc. Por su parte, todo en Thérese (1986) es pura estilización, una obra en 450 planos concebidos como auténticos lienzos vivientes, en los que con extraordinaria depuración formal Cavalier narra la aciaga historia de Santa Teresa de Lisieux. A pesar de sus enormes diferencias, ambas películas emergen como dos impactantes y hermosos retratos del alma femenina. Ahí reside uno de los grandes hechizos que ejerce el cine de Cavalier sobre el espectador. "Thérèse es en cierto modo la acumulación de mujeres que he filmado -explica el cineasta-. Entre todas son como autorretratos con muchos rostros".

Por cortesía de Karma Films, las pantallas españolas recuperan ahora, un cuarto de siglo después de su estreno en Cannes -donde fue aplaudida durante veinte minutos, ensalzada como un "filme milagroso" y galardonada con el premio del Jurado-, esta obra sin parangón, una joya oculta del cine contemporáneo. El filme condensa en noventa minutos los nueve años de enclaustramiento de la joven Thérèse Martin (Catherine Mouchet) en el convento del Carmelo. Enamorada de Jesucristo -en su rito de "investidura", las carmelitas visten de novia y celebran una boda con Jesús-, la joven ingresa en la orden con apenas 15 años y fallece de tuberculosis con 24, dejando un diario, Historia de un alma, que se convierte en un best seller de la literatura religiosa. Canonizada en 1927, Thérèse compartió su vida en el convento con sus tres hermanas, sujeta a todo tipo de privaciones y disciplinas arcaicas (basadas en la sublimación del dolor), y enfrentando el despertar de su sexualidad con su desbocado amor espiritual.

Aunque el cine francés ha tratado en más de una ocasión la figura de Santa Teresa de Lisieux, nunca lo ha hecho de este modo tan bello y decisivo. El ascetismo en la breve vida de Thérèse (1873-1897) es el que Cavalier, que pasó su infancia en un colegio religioso, invoca estéticamente en la película, filmada enteramente en estudios. Planos frontales, fondos neutros, espacios abstractos, luz minimalista, en la escena sólo comparecen los objetos necesarios para darle sentido, de modo que la atención recae siempre sobre el rostro humano, el gran tema del cine de Cavalier. La devoción pura de Thérèse -que nunca pierde la sonrisa a pesar de las precarias condiciones en las que vive- es retratada de tal modo que no podemos saber nunca lo que el director piensa sobre ella. Sea con ironía o comprensión, el filme muestra las contradicciones del amor espiritual y la clausura religiosa con una delicadeza que siempre privilegia el sentimiento femenino de las monjas sobre el fervor piadoso de sus decisiones.