Chema de la Peña, director de la película sobre el 23 F

La historia, ese plató cinematográfico. Vayamos al 23-F: un grupo de militares empieza a pronunciar su malestar con ciertos problemas nacionales (la crisis económica, el terrorismo...), y sus reticencias ante un sistema democrático incipiente. Se organizan. Un conjunto de guardias civiles irrumpe en el Congreso. Hay tiros, un teniente general con bigotes que grita, unos políticos que se esconden tras el escaño y un país que durante unas horas se marea y tiembla en la confusión. Tiene una película y, si esto hubiera pasado en Estados Unidos y no en España, "tendría ya 20 películas". Quien lo afirma es Chema de la Peña (Sud Express), el director que aceptó ponerse tras la cámara para rodar uno de los momentos clave de la historia reciente de nuestro país.



Lo hizo por encargo, después de que el productor Ignacio Salazar le pusiera un guión embrionario sobre la mesa. "Luego hubo muchas revisiones y un proceso de entrevistas personales con muchos de los implicados", recuerda de la Peña, que desde el principio quiso reivindicar esta película que hoy se estrena como "un thriller político que pudiera atrapar durante 90 minutos a cualquier espectador", fuera español y conocedor de los hechos o fuera extranjero y no dispusiera de información alguna. Se trataba también, amplía el director, de construir una estructura de thriller a través de los verdaderos acontecimientos, pero tuvieron que circunscribirse a las 17 horas del asalto. "Ese fue nuestro arco narrativo, y desde ahí fuimos a la trama nuclear, al triángulo formado por Armada, Tejero y el Rey", comenta.



En 1981 Chema de la Peña tenía 16 años. Volvía de la calle y al llegar a casa se encontró el patio revuelto: "Mi madre me dijo que acababa de llamar mi abuela contando que había entrado la ETA en el congreso. En contra de lo que se cree, las imágenes de televisión sólo se vieron al día siguiente, y esto es una prueba del caos que hubo durante las tres primeras horas". En esas tres primeras horas está el clímax de su trama, en la que tuvo que saber cortar por cuestiones de metraje, y esto a pesar de que, en su opinión, "cada personaje tenía una película".



El planteamiento documental de la película también les exigía rodar en los escenarios reales, y por supuesto en el Congreso, pero sólo consiguieron dos días de permiso de 10 que necesitaban. "Fue un regalo envenenado, así que tuvimos que reconstruirlo en decorados", explica el director, al que no le importaría regresar a esta coyuntura histórica: "Hay episodios maravillosos en la transición, con 23-F queremos abrir una brecha para que se hagan nuevas películas. Está la llegada del PSOE al poder o la ascensión y caída de Suárez, que en un año pasó de ser el hombre más amado al más odiado. Todos ellos, Suárez, González, Fraga... son personajes muy interesantes para el cine".



La película no pone en duda ninguno de los hechos ni la versión que la historia dejó sobre lo sucedido. El papel del Rey es decisivo y así se remarca en la trama. Luego, eso sí, de la Peña ha querido que el espectador extraiga sus propias conclusiones. Esto, y que también se entretenga, que se quede atrapado ante una película que, insiste, es ante todo un thriller. Y por pedir que no quede: "Sería estupendo que la vieran el Rey y Tejero y saber lo que opinan", bromea.