Matt Damon y Emily Blunt protagonizan Destino oculto

Se llena la cartelera esta semana de fotocopias y simulacros de éxitos, de trabajos y sensibilidades artísticas atrapadas en el tiempo, procedentes además de distintas cinematografías, incluyendo la española. Con Ispansi, Carlos Iglesias perpetúa su aparente pasión por el cine ilustrado y de clasicismo narrativo y entrega, como ya hiciera en su debut Un franco, catorce pesetas, un drama histórico sobre emigrantes españoles en Europa que califica como "un homenaje al cine épico, propagandístico, soviético de posguerra, recreando el neoexpresionismo ruso como su mayor aporte a la cultura cinematográfica universal" [sic]. Lo que hay detrás de este parapeto de palabras es un drama histórico convencional, con un toque de sonrisas y otro de lágrimas, romance, traiciones y héroes, ideológicamente vacilante, que trata de emular, con menos medios y talentos implicados, a filmes hoy irreproductibles como Doctor Zivago.



Más prescindible en todo caso es la comedia grotesca Bienvenidos al Sur, un ‘remake' italiano de la exitosa y popular comedia francesa del mismo título, y que en Italia ya ha convocado a más de 5 millones de espectadores. Dirigido por Luca Minero, este filme es un claro botón de muestra de la grave crisis creativa que atraviesa el cine italiano, completamente desaparecido de la cinematografía europea más revulsiva (y exquisita) desde hace décadas, si no fuera por contados autores como Nanni Moretti, Marco Bellochio o Luca Guadagnino. Procedente de México, donde también ha cosechado un gran éxito de público, llega a nuestras salas otra comedia, El estudiante, de Roberto Girualt. El filme narra las peripecias de un anciano de 70 años que decide inscribirse en la Universidad para estudiar Literatura. Derivación mal entendida y edulcorada de El Quijote, el guión de Gastón Pavlovich propone una historia de sentimientos encendidos con moraleja incluida: la verdadera edad va por dentro.



Los filmes Mañana, cuando la guerra empiece y En tiempo de brujas tampoco serán largamente recordados. El segundo, dirigido por Dominic Sena, es otro vehículo de "lucimiento" para Nicolas Cage, actor tan aficionado a adentrarse en proyectos de dudosa calidad y a poner el piloto automático en sus intervenciones que parece haber creado un subgénero en sí mismo. A ese subgénero pertenece En tiempo de brujas, una de aventuras con elementos sobrenaturales y escenarios fantahistóricos en la Edad Media en torno a un heroico caballero cruzado. Respecto a la producción Mañana, cuando la guerra empiece, de Stuart Beattie, todo indica que se trata de la variante australiana de la fórmula Crepúsculo, pandilla de adolescentes enfrentados a un ejército invasor que se transforman de inocentes criaturas a duros guerrilleros. Un producto de acción inane y explotación de clichés para hormonas adolescentes.



Dos producciones norteamericanas despiertan un moderado interés. Destino oculto, de George Nolfi (guionista de Ocean's Twelve y de El ultimátum de Bourne), es la adaptación de un relato de Philip K. Dick que combina sus habituales elementos de ciencia-ficción y de thriller criminal con el romance entre un político (Matt Damon) y una bailarina (Emily Blunt). Por su parte, la película Rango, un "western" de animación dirigido por Gore Verbinski (responsable de Piratas del Caribe) ha despertado el entusiasmo del confiable crítico argentino Diego Battle, así que merecerá la pena comprobar qué nos ofrece en esta ocasión la competencia de la implacable Pixar.



Frente a este panorama, la película de Brillante Mendoza, una de las voces más controvertidas del emergente cine filipino (su filme Kinatay, que se editará en breve en DVD, generó cierta polémica en Cannes por su hiperrealismo oscuro y violento), destaca por su excelencia cinematográfica. Lola es el emocionante relato sobre dos tenaces ancianas en Manila que se cruzan y se encuentran tras una terrible tragedia en la que están implicados sus respectivos nietos. Decía el perspicaz Claude Chabrol que algunos (más bien pocos) hacen cine porque tienen la necesidad de expresarse con imágenes en movimiento, y aunque no encontraran la forma de hacerlo en un marco industrial regido por las ofertas de la ley y la demanda, seguirían haciendo cine de cualquier forma posible y bajo cualquier circunstancia, mientras que los demás "no quieren hacer cine, sino estar en el cine, lo que no es exactamente igual". Brillante Mendoza, sin duda, pertenece a los primeros.