Michelle Jenner y Montxo Armendáriz. Foto: Sergio Enríquez-Nistal.

Un veterano director y una actriz debutante se asoman a los traumas de la pederastia. Montxo Armendáriz y Michelle Jenner estrenan hoy No tengas miedo, el duro y audaz relato de una joven que padeció de niña los abusos sexuales de su padre.

Cuando nos recibe en Oria Films, productora independiente comandada por su compañera Puy Oria, Montxo Armendáriz se muestra inquieto. No se decide a twittear un mensaje que sabe que traerá cola. Tras consultarlo con su productora y con la joven actriz Michelle Jenner, que también ha acudido a la cita en la céntrica calle madrileña, finalmente pulsa 'Enter' con convicción. Ya no hay marcha atrás. Hasta que finalice la entrevista, una cascada de comentarios brotará bajo el mensaje: "Está claro que nadie es profeta en su tierra. No creo que vuelva a rodar en Navarra, a pesar de toda la gente que nos ha ayudado a hacer NTM". El acrónimo designa No tengas miedo, su última película, rodada íntegramente en Pamplona.



¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué no volverá a rodar allí donde transcurren la mayoría de sus películas? El director navarro no quiere entrar en detalles -"Ya daremos explicaciones cuando sea el momento"-, pero de la decepción y los vagos comentarios es fácil intuir los efectos de estos tiempos de recortes en las administraciones públicas. Tiempos en los que no ha sido fácil levantar un proyecto de las características de No tengas miedo -que ha costado 3,5 millones de euros-, sobre todo en el contexto de un cine español que huye endémicamente de los tabúes sociales. Pero esa es precisamente la especialidad del autor de obras como Las cartas de Alou, Silencio roto o Historias del Kronen. En su último trabajo aborda los infiernos de la pederastia con el retrato obsesivo de Silvia, una joven de 25 años que sufrió los abusos sexuales de su padre cuando era niña. En cierta medida, el filme conecta directamente con películas de conciencia social que han tenido un importante eco, como lo tuvieron El bola (Achero Mañas, 1999) o Te doy mis ojos (Icíar Bollain, 2003) al catalizar en realismos estilizados el maltrato infantil y de género. "Son películas que participan de mi entendimiento del cine como un escaparate de lo que discurre bajo las apariencias sociales -explica Armendáriz-, que quieren llamar la atención sobre determinados dramas para tratar de comprenderlos y de articular las soluciones adecuadas".



Analítico y emotivo

Siempre ha mostrado Armendáriz una capacidad extraordinaria para filmar aquellas historias que se ajustan al milímetro a las peculiaridades de su estilo y al alcance de una mirada tan analítica como emocional. En este caso, han transcurrido seis años desde que filmó Obaba, su anterior trabajo. Director de cocción lenta, nunca había estado tanto tiempo alejado de los focos desde que debutara con Tasio (1984). Aquella magnífica crónica de resistencia de un carbonero navarro con la que plantó las raíces de su cine sigue siendo el gran referente de su mirada junto a la aplaudida Secretos del corazón (1997), que le valió el Premio Nacional de Cinematografía. Encontramos en todos sus filmes, con sus desmayos y conquistas, algo de memorable, algo que los hace brillar. Esta vez, sin embargo, se ha enfrentado a nuevos desafíos como narrador de historias: "En el nivel formal, No tengas miedo supone una ruptura con mi trayectoria, es completamente distinto a lo que he hecho antes. Me crié con el cine moderno y mi concepto del cine es que cada historia debe encontrar su propia forma. Para ésta no ha sido fácil hallar el estilo adecuado".



En diversas ocasiones, Armendáriz ha confiado en intérpretes semi-desconocidos, y sobre todo jóvenes (cuando no eran niños), para llevar el peso del drama. "En el papel de Silvia buscaba una actriz que me diera fragilidad y fortaleza al mismo tiempo". No conocía Armendáriz a Michelle Jenner (Barcelona, 1986), un rostro televisivo que colecciona admiradores con sus apariciones de "niña pizpireta", como ella misma se define, en las series Todas las mujeres o Los hombres de Paco, pero cuando la conoció, le hizo la prueba del silencio: "La tuve más de un minuto sin decir nada, y sólo con sus ojos me dio toda clase de expresiones. Iba a necesitar a una actriz así para una película con tanto silencio". Inhibición, timidez, vulnerabilidad, firmeza. Todo eso quemando el plano, todo eso inscrito en los ojos y los gestos de Silvia, probablemente el personaje de mayor complejidad psicológica que ha creado Armendáriz. "Cuando leí el guión pensé que iba a necesitar mucha ayuda -recuerda Jenner-. Era mi primera protagonista, y yo nunca había trabajado con un material tan crudo. Creo que me agarré a aquello de que valiente no es el que no tiene miedo sino el que lo tiene y se enfrenta a él. Me ayudó mucho para acompañar a Silvia en este viaje".



La cámara de No tengas miedo sigue el itinerario urbano de Silvia por una ciudad gris, huyendo de sí misma y a la vez sumergiéndose en su angustia, capturando entre brumas lo que discurre detrás de lo evidente. "Me propuse seguirla en largos planos secuencias, de un modo naturalista, con cámara al hombro, siempre a la altura de su mirada, y a ser posible sin romper el plano con cortes, porque quería colocar al espectador en su mente y transmitir su desazón", cuenta Armendáriz. Cercano al estilo verité de los hermanos Dardenne, "pero también al de Rossellini y al de Majed Majidi", el cineasta despliega diversos recursos dramáticos que acentúan este carácter de pesadumbre en la interpretación de Jenner. Uno de ellos es el modo en que expresa el desdoblamiento de Silvia filmando su rostro a través de espejos y cristales: "Es un personaje partido en trozos, con muchos estados anímicos, que está desarrollando un principio de ludopatía". Otro de los recursos es que Silvia toca el chelo, "y la carga de ese instrumento en su espalda -explica la actriz- ha sido crucial para componer mi personaje, porque representa ese pesar con el que avanza en su vida".



Tensiones de rodaje

Tras dos meses de ensayos, la complejidad de algunos planos-secuencia llevó a Armendáriz a rodar hasta 28 tomas de algunas escenas: "Una secuencia crucial que dura casi cinco minutos la repetimos 18 veces". Coinciden director y actriz que no estuvo libre el rodaje de tensiones y de inseguridades, pues en su método de trabajo el cineasta navarro no contempla la posibilidad de que el actor tenga un seguimiento instantáneo de su trabajo. "Yo no he visto nada de mi interpretación hasta que la película estaba terminada -dice Jenner-. En el set no nos dejaba acercarnos al monitor". Y es que la experiencia le dice a Armendáriz que "generalmente los actores no saben verse y sacan conclusiones erróneas de su trabajo. Deben fiarse de mí".



Es cierto que el exquisito tacto de No tengas miedo puede cifrarse en la asombrosa interpretación de Michelle Jenner, pero también en la dilatación y dosificación del tiempo, gracias en parte a un alarde de montaje oculto (mérito del montador Fernando Franco) en el que la estructura del filme nunca se hace evidente, sino que mediante flashbacks muy discretos va acumulando una tensión hasta restallar en emoción liberadora. "Planifiqué una estructura absolutamente rota y mezclada, aunque la sensación sea la de estar siguiendo una historia totalmente lineal -explica el director-. Eso responde a que todas las víctimas que he conocido llevan en apariencia una vida muy normal, pero internamente están deshechas y luchan por mantener un equilibrio aparente". Bajo el convencimiento de alejarse del registro melodramático, Armendáriz huye de moralinas y acentos sentimentales. Narra con delicadeza y respeto, sin música dramática. No exhibe el miedo y el dolor de Silvia, lo transmite.



Se adentra No tengas miedo en los enigmas de la elipsis, esa paradoja expresiva que hace visible lo invisible. Uno de los momentos más perturbadores del cine español reciente es el primer (y único) instante en que No tengas miedo se atreve a filmar la aberración. O más bien a ocultarla. Lo hace Armendáriz con un ligero desplazamiento de cámara, focalizando el objetivo en el rostro de la niña en pánico, aunque es fácil intuir lo que está ocurriendo en el fuera de campo. "Quería huir absolutamente del morbo y del escándalo. Me costó mucho encontrar el tono de la película en ese sentido, porque había que mostrar por la vía de la ocultación".



Papeles desagradables

El espectador debe por tanto urdir en su interior la trama escondida, los movimientos sugeridos, lo que ocurre alrededor de Silvia. Por ejemplo, la evolución de sus padres a lo largo de los años, interpretados por Lluís Homar y Belén Rueda como si fueran villanos, y a quien Armendáriz nunca estará "suficientemente agradecido" por haber aceptado papeles tan desagradables. "La madre de Silvia es el personaje más simbólico de la sociedad, el que mira para otro lado. Se separa del marido y quiere cerrar página hasta el punto de negarle a su hija su propio trauma. Desgraciadamente esto es algo habitual en muchas familias de las víctimas".



En la investigación que realizó Armendáriz conoció a diversas víctimas y pederastas, incluso logró que contaran a cámara sus experiencias. Algunos de estos testimonios, encarnados por víctimas reales o ficcionalizados por actores, han encontrado su salida en el filme. "Introduzco estos bloques por dos motivos. El primero para ahorrarme la necesidad de que Silvia verbalice su estado. Y también para otorgar una dimensión social al relato, que la gente no piense que estoy contando un caso aislado, sino que responde a conductas sociales muy desatendidas. Todo lo que sale en la película tiene un referente real. No me he inventado nada". Uno de estos testimonios, ciertamente revelador, aporta otra vertiente, el de la víctima que se convierte en abusador. "Es muy sutil. Nunca se dice ni se sabe por qué el padre abusa de su hija. No se le redime, pero tampoco se le acusa. En esta película me he tenido que quitar muchos prejuicios y muchos tópicos de la cabeza. ¿Sufrió el padre abusos cuando era niño? Es posible, yo no lo sé, eso debería completarlo el espectador". La película sigue así ramificándose en la memoria y la conciencia de quien la ve, como hace siempre el verdadero cine, que se digiere más allá de la experiencia del visionado. "Como decía Renoir, no me interesa hacer películas perfectas, sino tender puentes para el contacto humano", concluye el cineasta. Y probablemente lo seguirá haciendo. Aunque sea lejos de Pamplona.