Fotograma de Restless, de Gus Van Sant
La sección oficial a competición ha arrancado de forma fría con dos turbias películas dirigidas por mujeres: Sleeping Beauty, de la debutante Julia Leigh, y We Need to Talk About Kevin, de la escocesa Lynne Ramsay. Dos filmes de planteamientos interesantes, que se internan en territorios truculentos y perversos, pero que pronto revelan sus imposturas y sus debilidades. Cine de mayor calado es el que se ha podido ver en la inauguración de la prestigiosa "Un Certain Regard", de manos de Gus Van Sant, quien con Restless entrega una sencilla pero emotiva historia de amor y muerte entre adolescentes.Sleeping Beauty
Julia Leigh
Sección oficial
El fondo de la cuestión, suponemos, es cómo la decrépita senectud vampiriza y destruye la bella juventud, bajo la coartada intelectual de un relato de Ingeborg Bachmann (A los treinta años), introducido con calzador en mitad de la película. El fondo de la cuestión, también, podría ser la fascinación de la directora por filmar el cuerpo femenino en su plenitud. Pero aquello que debería invitar al misterio, o al menos a la curiosidad mórbida que se le presupone a todo espectador (quien puede estar toda la película preguntándose qué plan maestro acabará revelándose al final del camino), en verdad avanza hacia una falsa catarsis, hacia la frialdad emocional y la vacua impostura. Por momentos, el film parece que quiere seguir las huellas de una fábula perversa como Canino, y en otros lo único que parece buscar es la provocación por sí misma. Pero ni consigue ni lo uno ni lo otro. Una historia como la que nos cuenta Sleeping Beauty, en manos de Ulrich Siedl, de Yorgos Lanthimos o de Philippe Grandrieux pudiera haber dado mucho de sí, pero claramente Julian Leigh tiene un talento mucho más limitado.
We Need to Talk About Kevin
Lynne Ramsay
Sección oficial
El filme se centra en la conflictiva relación materno-filial que mantienen a lo largo de los años Eva y Kevin (Ezra Miller, que interpretaba un papel muy similar en la prodigiosa Afterschool), y que abarca desde el nacimiento y la formación del sociópata hasta su ingreso en la cárcel, donde en los primeros compases del filme la madre va a visitarle con una sola pregunta en la cabeza: "¿Por qué?". Perverso y manipulador, Kevin revela desde muy pequeño su satánica inteligencia, sus cualidades de psicópata y homicida en potencia. Es un personaje predeterminado. En verdad, tan predeterminado como toda la película, que trata (sin éxito) de dar respuesta a esa pregunta en la mente de una madre que en un determinado y comprensible momento dio por imposible la educación moral (y social) de su hijo. ¿Por qué?, se pregunta la directora en su recorrido intermitente por la crónica de un crimen anunciado. "El motivo es que no hay motivo", responde el monstruoso Kevin en un momento del filme.
Restless
Gus Van Sant
Un Certain Regard
La juventud y la muerte, y la belleza que encierran ambos conceptos, son de nuevo los vectores temáticos con los que trabaja Van Sant, como un músico entonando los mismos acordes o un poeta conjugando las mismas rimas. Lleva años haciéndolo. En esta ocasión es la trágica historia de amor de una chica (Mia Wasikowska) con cáncer terminal que conoce a un chico (Henry Hooper) con el extraño hábito de asistir a funerales y de invertir su soledad con un fantasma, un kamikaze japonés al que considera su mejor amigo. Algo de kamikaze tiene desde luego este filme fantasmal y mortuorio. Un filme frágil, que en cualquier momento corre peligro de romperse en mil pedazos. Un filme tan luminoso como devastador, que se define en los claroscuros de la pasión y la muerte. Su historia está despojada hasta los huesos y su emoción bordea el sentimentalismo, pero Van Sant se agarra a lo esencial, a lo mínimo, y a una clase de poesía y cualidad onírica, tan genuina y delicada, que ni la selección del pop indie tan propio de sus filmes, ni el carácter edulcorado de algunas escenas logra desactivar o llevar a los dominios de la cursilería. La excéntrica personalidad de los amantes, como si fueran dandis de otro tiempo, y la intimidad que Van Sant logra extraer de sus sentimientos, nos hace comprender (y sentir) conmovidos el valioso aprendizaje de la película: que morirse es lo más fácil, y que amar es lo más difícil.