Los directores de cine de vanguardia Nathaniel Dorsky y Zoe Beloff.

Lo explica Nathaniel Dorsky, superviviente de los 60, cuando el cine experimental de Nueva York bullía de actividad y creatividad, hoy sigue existiendo una vanguardia cinematográfica quizá menos visible pero muy viva proveniente de Estados Unidos. La Casa Encendida está organizando hasta finales de junio un interesante ciclo con algunos de estos cineastas que trabajan desde la absoluta trinchera para crear filmes inclasificables que respiran libertad. En la sede madrileña, reunimos a dos de estos directores, Nathaniel Dorsky (Nueva York, 1943) y Zoe Beloff, escocesa en la cincuentena, que reside actualmente en Nueva York. Dorsky explora asuntos espirituales partiendo del cine como forma de exploración en el misterio último de la vida. Su obra, que ha sido exhibida y expuesta en los mejores festivales y cines del mundo, es una indagación también en la belleza como forma de llegar a esa trascendencia que adjudica al cine, o al arte en general. Beloff, más comprometida con la narrativa convencional, impone un acercamiento más intelectual a sus filmes, muy relacionados con la idea de la imagen como icono del subconsciente y la compenetración entre el avance de la tecnología y su efecto sobre las pulsiones íntimas de los seres humanos.



- Se mueven en el terreno de un cine muy alejado de lo convencional. Muchos creadores de características similares a las suyas se autodenominan artistas y no cineastas. ¿Cuál es su caso?

Beloff - Siempre me he considerado a mí misma una cineasta. Sin embargo, la realidad es que la mayor parte de mi trabajo se encuentra en galerías de arte y no en cines. Además mis trabajos audiovisuales también se completan con poemas, dibujos etcétera, así que quizá prefiero lo de artista porque es más amplio. En realidad, algunas de mis piezas sí están pensadas para el cine pero otra para las galerías. La diferencia fundamental es que en el cine la gente se sienta y se levanta en unos tiempos determinados. En las galerías la gente entra y sale.



Dorsky - Es una pregunta muy complicada. Crecí en la tradición del cine experimental y desde pequeño me consideré un cineasta ya que comencé a rodar de muy pequeño. Me gusta el concepto de sentarte en una sala oscura durante hora y media y no tanto lo de entrar y salir en una sala de un museo. Pero en los últimos diez años el crecimiento del audiovisual ha sido enorme en el mundo del arte. Y te encuentras con piezas visuales muy mediocres que su creador llama arte y eso les da un valor increíble. Era una situación muy frustrante y extraña así que es natural que muchos cineastas como yo hayamos comenzado a ejercer como artistas por una cuestión de nivel socioeconómico.



Beloff - Lo que yo siento es que me interesan muchas formas de acercarme a la imagen y quizá la palabra cineasta se ha quedado corta en el contexto actual.



Dorsky - En parte estoy de acuerdo. Mis películas son muy artísticas. Y el cine está muy basado en la pintura o la poesía así que en gran medida me considero a mí mismo un artista. Pero si me haces escoger, prefiero cineasta por mi amor por las películas y el cine.



Beloff - Dorsky viene de un background distinto al mío que es la vanguardia americana. A mí sí me gusta contar historias, trabajo con actores, guiones... creo que Nathaniel está más metido en la poética de filme de lo que yo lo estoy.



- Dorsky decía una vez que hay un tipo de cine que está más cercano al teatro y hay otro que está más cerca de la poesía. ¿Se considera un poeta del cine?

Dorsky - Sucede lo mismo con el lenguaje. Puede ser utilizado por el drama o para la poesía. En el primero ves el mundo como un objeto en el que la gente tiene conflictos, los resuelve y etcétera, pero la poesía expresa sentimientos, fundamentalmente el misterio de la existencia. Puede explicar la gloria de sentarse al sol y qué significa. El problema es que el cine dramático tiene mucho más dinero que el poético pero tú necesitas los mismos medios para crear la misma belleza. Mis películas son poéticas, sin duda.



Beloff - Mis raíces no tienen nada que ver al estar asentadas en la narrativa. Mi trabajo explora la historia de la imagen animada en relación la tecnología. Es un aproximamiento más analítico y teórico. Yo no diría que más intelectual, pero sí parto de un lugar muy diferente. Mis películas conllevan mucha investigación, mucha lectura e investigación.



- La memoria es uno de sus temas fundamentales, ¿no es así Señora Beloff?

Beloff - La memoria relacionada con el inconsciente en el contexto de la tecnología. Aquí estoy presentando dos piezas, Shadowland y Charming Augustine, trabajan en esta línea. Ambas tratan sobre la historia del cine no como un aparato mecánico sino cómo surgió porque la sociedad llegó a desearlo. Hablo sobre la proyección mental y su relación con la espiritualidad. Está relacionado con nuestros instintos más primarios. También me interesa mucho cómo la sociedad ha reaccionado ante los desórdenes psicológicos y la forma en que ha tratado de curarlos. En suma, pongo en relación la historia de la tecnología con la de los estados mentales.



- En su caso, Señor Dorsky, el budismo es un elemento clave.

Una forma más adecuada de decirlo es que lo básico es que existe un misterio de la vida y que el budismo es un reflejo de ese misterio. Una postura proselitista diría lo contrario, que el misterio es el reflejo del budismo. Por tanto lo esencial es la existencia. Utilizo el budismo como una filosofía que intenta aclarar esto. No me considero un budista sino alguien que utiliza ese punto de vista porque me parece una forma oportuna de observar el misterio humano. En realidad, todos los seres humanos necesitamos una historia para no volvernos locos. Cada sociedad tiene un relato para explicar la existencia y todas son arrogantes y destruyen las anteriores. Sucedió con los griegos y los cristianos y ahora estamos con el Big Bang. Dentro de unos años nos sorprenderá que fuéramos tan ingenuos cuando ahora muchos creen que es insuperable. En realidad, no sabemos nada, y eso es de lo que tratan mis películas.



- ¿Creen que sigue existiendo una vanguardia americana o que podemos hablar simplemente de un montón de individualidades que realizan trabajos de vanguardia sin conexión entre sí?

Beloff -existe una vanguardia pero no me considero parte de ello ni ellos me consideran a mí parte de eso. Lo único que tenemos en común es que nuestras películas no ganan dinero. Lo que sucede con mi narrativa es que tengo muy en cuenta la relación con las ideas. Cuando trabajé en una película sobre finales del siglo XIX me planteé cómo hubiera sido esa película si se hubiera rodado entonces, partiendo de la hipótesis de que el cine se hubiera inventado veinte años antes. Eso nos une, pero insisto, mi tradición es distinta.



Dorsky - Cuando era joven, en los 60, hubo una enorme explosión de cine experimental en Nueva York, fue un momento muy emocionante. Lo que pasaba es que la sociedad era tan cerrada y estricta que tan sólo salir con cámaras al hombro a rodar lo que pasaba era revolucionario. Otra gran influencia fueron cineastas internacionales como Antonioni, Buñuel u OZu. Tengo estas dos influencias. Uno, el cine extranjero, mejor realizado y concebido. El otro, esa idea de salir con tu cámara y trabajar con ella como un poeta con las palabras. Lo que no ha cambiado desde entonces, y mucho ha cambiado, es la voluntad de encontrar un lenguaje que sea enteramente propio del cine.