Nadia El Fani. Foto: J.S.

Entre la esperanza y la convicción de que el camino aun será arduo. Así se muestra la directora de cine tunecina Nadia El Fani (1960) en el Festival de Cine Africano de Tarifa, donde ha presentado su penúltima película, Ouled Lenin, además ha venido a recibir el calor de sus colegas debido a la brutalidad de los últimos acontecimientos que ha tenido que vivir. Fue a principios de mayo cuando una página en Facebook se burlaba de su cáncer bajo el epígrafe "Para que haya 10 millones de esputos sobre la cabeza de la cerda calva". Lo peor aún llegó después, amenazas de muerte tanto en la red social como por teléfono o carta y una angustia que intenta sobrellevar sin perder (del todo) la sonrisa. La razón de tanto odio es su última película, La laïcité inchallah (La laicidad si Dios quiere) -también conocida como Ni Allah, ni Maître (Ni dios ni maestro)-, presentada a finales de abril en su país de origen, del que tuvo que exiliarse en París hace diez años. En el filme, retrata a todos aquellos musulmanes que se niegan a cumplir con el Ramadán y realiza una apasionada defensa de la laicidad "lo cual no debe confundirse con estar en contra de la religión sino a favor de la libertad", puntualiza. Hija de un histórico militante anticomunista, la cineasta analiza con gran agudeza desde Tarifa las revolucionarias transformaciones que está atravesando el mundo árabe.



Pregunta: La alegría del fin de la dictadura de Ben Ali ha coincidido con sus amenazas de muerte. ¿Cómo lo está viviendo?

Respuesta: Fue un milagro que pudiera filmar mi última película, La laïcité Inchallah. Allí retrato a quienes no ayunan en Ramadán, algo que siempre ha sucedido en Túnez pero que se volvió más difícil en los últimos años porque Ben Ali decretó el cierre de las cafeterías y los restaurantes para aprovechar la religión como mecanismo de control social. La última fase del montaje del filme coincidió con la revolución que derrocó al dictador y pude incluir imágenes. El 24 de abril finalmente pude hacer allí un preestreno de la película y todo fue muy bien, la sala estaba llena y después hubo un debate muy interesante sobre qué significa la laicidad, que era el centro del filme. Me hicieron una entrevista en la televisión donde expuse mis ideas y a partir de aquí llegaron las amenazas. En el mundo árabe, decir que no crees en Dios sigue siendo extremadamente peligroso. He puesto denuncias en Túnez y Francia. Me mantengo fuerte pero soy consciente de que estoy en una posición peligrosa.



P.: ¿Cómo describiría el momento actual de Túnez?

R.: Yo siempre digo que la revolución no ha terminado. Ben Ali abandonó el poder el 14 de enero pero aún no ha habido elecciones. En mi país hay 135.000 policías, los mismos que en Francia, donde la población es seis veces más grande. Además, las instituciones y la forma de hacer las cosas siguen siendo muy parecidos. La esperanza es el pueblo que tiene las cosas más claras que nunca. Debe saberse que en mi país sigue habiendo manifestaciones todos los días. El pueblo se ha mostrado muy lúcido y espero que siga así. El problema es que ha sido una revolución sin líderes y va a costar un tiempo que surjan nuevos. El gran interrogante es si cuando lleguen las elecciones la gente irá a votar, porque si no lo hacen los que seguro que se movilizarán serán los más extremistas. Sería trágico que los tunecinos sustituyeran una dictadura por otra, la de los islamistas.



P.: Todo el mundo tiene miedo de que el extremismo se imponga.

R.: El problema de los islamistas es que pretenden utilizar la religión para controlar a la sociedad. Al erigirse en guardianes de la verdad absoluta creen que es una cuestión de justicia divina que sean ellos quienes ostenten el poder. Además, están intentando aprovecharse de un hecho cierto y es que fueron severamente reprimidos por la dictadura. Se olvidan que no fueron las únicas víctimas aunque fueran las más visibles debido a que están muy bien organizados al disponer de mucho dinero de Arabia Saudí y Qatar. La izquierda, en cambio, no tiene ese apoyo y le resulta muy difícil tener esa visibilidad.
  • Si la pregunta es si la mayoría de tunecinos es islamista, la respuesta es que no.
  • El problema es que los países árabes son muy religiosos y aunque en teoría una puede ser atea siempre se interpreta como que estás en contra de la religión. Eso es falso. Yo defiendo la libertad de todos para creer en lo que quieran, religiosos o no. Hay mucha más gente no religiosa de lo que se cree, sólo que no se atreven a decirlo. Nuestra lucha ahora es que la nueva Constitución no incluya ninguna referencia al Islam.



    P.: ¿Cuáles serían las consecuencias de un Túnez islamista?

    R.: Devastadoras en todos los sentidos. Los islamistas, por ejemplo, pretenden prohibir el alcohol, lo cual sería un drama porque mi país vive del turismo y nos quedaríamos sin la visita de los occidentales. La ventaja de Túnez es que la población tiene una educación básica bastante buena, tenemos más de un 80% de la población alfabetizada. Además, hay una clase media muy poderosa que vive del turismo y que no permitirá que se corte su fuente de ingresos. Los islamistas dicen que no hay que preocuparse porque vendrán turistas musulmanes pero eso es ridículo. Finalmente, las mujeres de Túnez siempre han trabajado y no permitirán que se recorte sus derechos como el divorcio o la prohibición de la poligamia. Mi país es muy particular dentro del mundo árabe, en las facultades por ejemplo hay una mayoría de mujeres. No es casualidad que la revolución empezara allí.



    P.: Usted vive en París desde hace diez años.

    R.: La falta de libertad era asfixiante. Tengo una hija que en esa época comenzaba su adolescencia y no quería que creciera en una dictadura. Además, esa falta de libertad es especialmente cruel con los artistas. Yo jamás he recibido una ayuda estatal ni he podido financiar mis filmes con dinero tunecino, siempre he dependido de Francia. Algunos aceptaron contemporizar con el poder para seguir rodando pero ése no era mi caso. Mi exilio se precipitó cuando intentaron meterme en la cárcel con una denuncia falsa. No lo consiguieron pero me quedó claro que era cuestión de tiempo. Desde luego, espero poder volver a vivir allí cuanto antes. No me imagino haciendo películas sobre cualquier otro lugar.



    P.: Algunas veces se presenta la dictadura de Ben Ali como una especie de "dictablanda".

    R.: Eso es falso. Estábamos viviendo una de las peores represiones del mundo. Muchos islamistas fueron asesinados, eran víctimas propiciatorias porque iban mucho a la mezquita y se distinguían muy fácilmente por su vestimenta. Entre los progresistas hubo muchos que se unieron a la intelligentsia pero muchos también sufrieron. Los estudiantes que osaban manifestarse en las facultades, aunque fuera por cuestiones como la fecha de los exámenes o las normas de la facultad, eran encarcelados diez años. Yo misma perdí muchos amigos que no querían ser vistos conmigo porque estaba prohibido hablar de política y yo nunca he sabido callarme. En Túnez la libertad de expresión era inexistente. Cuando presenté mi penúltima película, Ouled Lenin, mucha gente se acercó al final de la proyección para decirme que no entendían cómo podía haberla rodado y mucho menos mostrarla. Claro que al final de la proyección apagaron las luces y nos expulsó la policía para impedir que hubiera un debate. Eran capaces de todo, nunca sabías por dónde podía venir el golpe.



    P.: Usted es homosexual

    R.: Esto es un tabú hasta un punto que no puede imaginar. Es algo de lo que nunca puedo hablar en mi país porque el odio que generaría sería tan grande que nadie iría a ver mis películas. De todos modos, este va a ser mi siguiente paso ya que planeo hacer una película defendiendo a los homosexuales árabes, que viven una situación realmente angustiosa. De todos modos, ahora es el momento de defender la libertad de conciencia. Hoy es el momento de luchar por eso, que es lo básico. Y pronto llegará otro momento en el que tocará hablar de los homosexuales. Nuestro camino a la modernidad tiene su propio tempo.



    P.: Explica algunos de los males del mundo árabe. Hablemos ahora del mundo occidental, ¿percibe racismo?

    R.: Por supuesto, por eso todo el mundo se ha quedado tan sorprendido con las revoluciones árabes, nadie confiaba en que pudiéramos luchar por la democracia y una sociedad moderna. Cuando preparaba mi primera película de ficción, Bedwin Hacker (2003), centrada en el mundo de las nuevas tecnologías en Túnez, en Francia me decían que ése no era un tema tunecino. Para mí eso es racismo, se espera que nos quedemos en una imagen de sociedad tradicional y anticuada. Allí yo ya anticipaba lo que pasaría después y es que las nuevas tecnologías tendrían un papel fundamental en la revolución. Debo decir que en este sentido percibo una actitud mucho más abierta en Estados Unidos que en Europa. En América mi película se entendió a la perfección y tuvo una gran difusión, en cambio en Europa cuesta mucho más que se entienda que hay árabes modernos y progresistas.



    P.: ¿Existe el riesgo de que estas revoluciones se queden en papel mojado?

    R.: En el caso de Túnez, como he dicho, tengo una gran confianza en el buen juicio del pueblo. Ahora se trata de que la gente entienda que la siguiente fase no consiste en que todos estemos de acuerdo sino en saber convivir con el desacuerdo. No se trata de crear un nuevo acuerdo nacional sino de saber vivir discutiendo y teniendo puntos de vista diferentes. Nuestra gran suerte es que no tenemos petróleo ni ninguna riqueza. Eso basa nuestra fuerza en el trabajo y sí percibo las ganas de construir un nuevo país. Gracias a Facebook, donde se están generando importantes debates todos los días, veo que las nuevas generaciones sí saben discutir de forma civilizada. Estoy conmovida con su madurez política.



    P.: En Occidente, lógicamente, nuestro gran temor es el terrorismo. ¿Hasta qué punto debemos estar preocupados?

    R.: Desde luego, es un peligro terrible. Pero sin duda se ha exagerado y además se ha presentado como una lucha de religiones, cosa que es falsa. Los gobiernos utilizan el miedo a los integristas para hacerles olvidar los problemas locales. Las amenazas del terrorismo no son peores que las del capitalismo, lo estamos viendo con la falta de trabajo y los terribles problemas económicos. Reclamamos la libertad pero también la dignidad, que es lo mismo por lo que estáis luchando ahora en España. Por otra parte, no hay que olvidar que el Gobierno de Estados Unidos siempre se ha entendido mucho mejor con los islamistas que con los progresistas árabes. Durante años han negociado con ellos sin problemas. A veces, parece que da más miedo que los árabes construyamos sociedades modernas y prósperas. Los islamistas quieren aparentar que están en contra de Occidente pero la realidad es justo la contraria, son verdaderos cómplices del capitalismo ya que están siguiendo su juego.



    P.: El presidente Obama ha expresado todo su apoyo a las revoluciones árabes. ¿Cómo lo valora?

    R.: Sin duda Obama es mucho mejor que Bush. De todos modos, no hay que dejarse engañar. Lo primero que pidió Estados Unidos a Egipto fue que no rompiera sus acuerdos con Israel. Los americanos defenderán primero sus intereses como han hecho siempre.



    Fragmento de la película Ni Allah, ni Maître (Ni dios ni maestro)



    - Hay islamistas que quieren venir e imponerse pero no hay sitio para ellos porque el pueblo ha dicho que esta en contra de un gobierno islamista. lo que somos es musulmanes.

    - (Nadia) Es el problema de nuestra constitución en el articulo 1 dice que la religión de la republica es musulmana. Que hacemos con los ateos, con los cristianos o los judíos? Porque todos somos tunecinos y no todos musulmanes y tenemos derecho a vivir en un Pais libre y expresarnos de la forma que queremos.

    - Eso es así desde hace siglos.

    - (Nadia) Sí pero no tiene por que estar escrito. Eso es importante.