Peter Falk. Foto: AP Photo.

Contra toda expectativa, se convirtió en el actor mejor pagado de la televisión de los años setenta -medio millón de dólares por episodio-, incorporando a uno de sus personajes más memorables, que tuvo en su carrera un efecto similar al que tuvo el papel de Kojak en Telly Savalas (1922-1994). Por eso Peter Falk (1927-2011), que falleció el pasado 23 de junio a los 83 años tras un largo periodo aquejado de Alzheimer, es y será recordado como el desastrado inspector Colombo.



No es del todo justo que el detective dedicado a poner al descubierto la villanía de la 'beautiful people' y de los sectores más poderosos de la sociedad fagocite el resto de su carrera, pues una de las grandes batallas de Falk, al contrario que muchos otros actores, fue precisamente la de escapar de corsés interpretativos. Unos corsés no sólo constreñidos a la eterna gabardina marrón de Colombo, sino sobre a todo a una serie de tics gestuales y de idiosincrasias físicas -tenía un ojo de cristal, resultado de la extirpación de un tumor cancerígeno cuando tenía 3 años de edad- que sin duda limitaron sus posibilidades de optar a papeles protagónicos. Su corta estatura, sus andares rocambolescos, su voz ronca, su defecto en el habla (tenía dificultades para pronunciar la "l") hicieron de él, por ejemplo, una presencia con gran magnetismo para los papeles de villano, como en El sindicato del crimen (1960), que le valió una nominación al Oscar, o en papeles de criminales como el simpático compañero de Glen Ford en Un gángster para un milagro (Frank Capra, 1961) o en Cuatro gángsters de Chicago (Gordon Douglas, 1964), donde compartió pantalla con Bing Crosby y el 'rat pack' de Frank Sinatra, Dean Martin y Sammy Davis Jr.



Peter Falk pertenecía a la "familia" de actores de John Cassavetes, con quien mantuvo una encendida y larga amistad. De hecho, la prematura muerte del autor de Faces en 1989 le afectó profundamente, y a partir de entonces se sumergió en el trabajo, a un ritmo feroz, tras aceptar la oferta de la NBC de volver a encarnar a Colombo en los años noventa, esta vez pudiendo ejercer control creativo como productor, protagonizando más de veinte tv-movies de la serie Colombo de 1988 al año 2000. Con John Cassavetes, el cineasta más talentoso a la hora de extraer momentos de gran cine a partir del cuerpo de los actores, fue con quien pudo dar lo mejor de sí mismo. Probablemente sea su papel en Una mujer bajo la influencia (1974), un retrato brutalmente realista de la demencia, el que más justicia puede hacerle a su talento. El trabajo de Falk como el marido de una mujer con distrofia emocional, interpretado con extraordinaria sensibilidad por Gena Rowland, reveló su talento como un actor-personaje, un sobresaliente prodigio de la improvisación, del dominio de los ritmos de escena, las miradas y los gestos elocuentes. La verdad de su personaje procedía del método de interpretación más difícil y depurado, el la de la presencia y el silencio. Unos años antes ya había trabajado a las órdenes de Cassavetes protagonizando el drama Husbands (1970), junto al propio Cassavetes y a Ben Gazarra, incorporando a tres amigos de mediana edad que se entregan al hedonismo tras la muerte de un amigo común, y volvería a hacerlo en Opening Night (1977) y en Big Trouble (1985).





La acusada personalidad de Peter Falk llamó primero la atención de Nicholas Ray, quien le ofreció su debut en la pantalla grande -en Wind Across the Ever Glades (1958)-, tras haberse labrado una importante carrera teatral (en obras de Molière o Eugene O'Neill), y luego pensaría en él otros grandes directores como Frank Capra, Stanley Kramer (El mundo está loco, loco, loco, 1963), Blake Edwards (La carrera del siglo, 1965), Edgard Dmytryk (La batalla de Anzio, 1968) o William Friedkin (El mayor robo del siglo, 1978), con quienes tuvo la oportunidad de mostrar la variopinta y versátil naturaleza de su talento, desenvolviéndose con gran eficiencia tanto en registros dramáticos como cómicos. En el segundo periodo de su carrera, sesgada por la enorme popularidad alcanzada con Colombo, Falk intervendría en dos películas de Wim Wenders -Cielo sobre Berlín (1988) y Tan lejos, tan cerca (1993)-, y se interpretaría a sí mismo en El juego de Hollywood (1992), de Robert Altman. También será eternamente recordado por su papel como el abuelo narrador de La princesa prometida (1987), de Rob Reiner.