Image: Filmar lo invisible

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Cine

Filmar lo invisible

El cine trascendental de Le quattro volte

8 julio, 2011 02:00

Un momento de Le quattro volte, de M. Frammartino

La belleza hipnótica del documental italiano Le quattro volte, en torno a un pequeño pueblo calabrés, viene a sumarse a una temporada de estrenos que, como este filme de Michelangelo Frammartino, ha explorado el carácter místico del hombre. Lejos de proponer relatos cinematográficos al uso, se ofrecen como auténticas experiencias sensoriales.

El cine forma a veces extrañas y reveladoras constelaciones. Durante el último año, una visión mística y cosmológica del hombre, fuertemente conectado con la naturaleza, se ha manifestado en películas que recorren prácticamente todo el espectro de la galaxia cinematográfica. Desde la vertiente salvajemente industrial: Avatar 3D, la película más taquillera de la historia. Desde su opuesto, el cine de festivales radicalmente de autor: Unclee Boonmee recuerda sus vidas pasadas. Ambos filmes, víctimas propiciatorias de espectadores muy distintos, tratan en esencia de trasladar la misma cuestión a la pantalla: cómo filmar la transmigración de las almas. Y lo hacen desde posturas irreconciliables, el new-age de diseño tecnológico frente a la reivindicación de la inocencia primigenia del cine.

Conexiones espirituales
Podríamos pensar en otras películas recientes que también se han visto poseídas por la necesidad de regresar al seno de la naturaleza y despertar sus conexiones espirituales con el hombre -Last Days, El cant dels ocells, El bosque del luto, Ponyo en el acantilado...-, ofreciéndose al espectador más que como películas, como estados de ánimo o experiencias sensoriales. Quizá gran parte de la responsabilidad corresponde a la onda expansiva lanzada por Terrence Malick con La delgada línea roja, y cuyos nutrientes más místicos ha exacerbado hasta el radicalismo en la última Palma de Oro, El árbol de la vida (que llegará a nuestras pantallas en septiembre), si bien los intercambios entre la mística y el cine han estado presentes desde su nacimiento, en maestros como Sjöstrom, Renoir o Tarkovsky. Pues bien, como si viniera a cerrar el círculo, desde la vertiente del documental llega a nuestras pantallas, algo más de un año desde su presentación en la Quincena de Realizadores de Cannes, la película italiana Le quattro volte, una mirada fascinante (y fascinada) a los movimientos cíclicos de la vida expresada en todas sus manifestaciones: hombre, animal, vegetal y mineral.

Este hermoso, hipnótico filme, dirigido por Michelangelo Frammartino, se inspira de hecho en las creencias pitagóricas de los cuatro ciclos de transmigración del espíritu. Rodada en las faldas del monte Calabria, la película nos traslada a un pueblo estancado en formas de vida arcaicas para retratar una cultura rural en extinción, siguiendo el itinerario espiritual de la vida encarnada en un pastor, un chivo, un árbol y el carbón vegetal. "En mi vida personal nunca he logrado creer en lo místico -afirma Frammartino-, pero en el arte es distinto, y admito que, en mi trabajo, he tenido que tratar a menudo con lo invisible". Ese retrato de lo inmaterial, sólo posible a partir de una superlativa capacidad de observación y de sugestión, es sin duda el gran desafío de la película, resuelto con una mirada poética que busca congraciar el paisajismo con la magia, el humor con la metafísica o la antropología con el cosmos. Hay que recurrir al tópico: Le quattro volte filma el espectáculo de la vida.

Lo advirtió Paul Schrader en su imprescindible ensayo El cine trascendental: el problema al que se enfrentan este tipo de propuestas es que su mística sea impostada. Con todo su dinamismo y cacharrería tecnológica, la espectacularidad de Avatar está muy lejos de los niveles de asombro que propone Le quattro volte, que encuentra formas muchos menos mecánicas para apelar a la materia invisible que conecta a todos los organismos vivos.

Agitaciones de la naturaleza
Un extraordinario, casi mágico plano secuencia nos da la medida del misterio que recorre la película italiana: en un cruce de caminos, la cámara gira sobre su eje y extrae un momento tragicómico (con la participación de un perro, una camioneta y una procesión) de apariencia totalmente imprevisible, pero filmado como si obedeciera a un guión y con los movimientos de cámara más precisos posibles. ¿Qué clase de alquimia ha producido un momento cinematográfico de esta intensidad? Frammartino armoniza sin resquicios los métodos de la ficción y los azares del documental, es decir, la artificiosidad dramática y el registro de lo real. En más de una ocasión, Le quattro volte, con su suntuosa fotografía y su belleza plástica, logra controlar las incontrolables agitaciones de la naturaleza.

"Quien sabe filmar montañas sabe filmar a los hombres", dijo Ernst Lubistch. Era otra forma de decir que los paisajes también tienen alma. A medida que avanza, Le quattro volte va abandonando el elemento humano con el que arranca para centrarse en todo aquello que le rodea, el fondo y el revés de su existencia. "Esta pérdida progresiva del protagonista -explica Frammartino- encierra el descubrimiento de una dignidad par entre lo humano y los demás reinos". El cineasta italiano propone algo tan insólito en el cine contemporáneo como es desprenderse de su homocentrismo: "En esta tierra es donde he aprendido a redimensionar el papel del hombre, o al menos a apartar la mirada de él: ¿podrá liberarse el cine de la tiranía de lo humano?".

Le quattro volte emprende su viaje cíclico invitando al espectador a una experiencia verdaderamente insólita en una sala de cine. "Quiero privar al espectador de todos los puntos de referencia. Cuando veo una película, siempre tengo la sensación de que en ella se ha fijado algo que va mucho más allá de lo que se ha captado, como si la imagen fuera una forma de acceso a lo invisible".