Un fotograma de Capitán América.

El cine de aventuras, generalmente tridimensional, colapsará las pantallas durante el mes de agosto. Superhéroes, samuráis, simios y guerreros mitológicos se disputarán la taquilla con el último filme de J. J. Abrams, en connivencia con Spielberg, y la última comedia producida por Judd Apatow. También habrá hueco para el cine más político y periférico, de la mano del cineasta iraní Asghar Farhadi.

Con predominio del cine norteamericano y las grandes franquicias de Hollywood, a las que se suman algunas propuestas de autor, he aquí una selección de ocho estrenos para el mes de agosto:



La fórmula suele ser infalible: el carisma del superhéroe es el carisma de la película. Esta enésima adaptación de un cómic de la Marvel, realizada por el director de 007: Casino Royale, tiene como protagonista a Ryan Reynolds, carente de la presencia magnética que requiere su personaje, Hal Jordan, piloto de élite al que un ejército cósmico recluta para salvar el universo. Porque la (fallida) ambición de esta franquicia (rodada en 3D) es proporcional a la misión de su protagonista: ya no se trata de salvar a la Humanidad, sino defender su honor intergaláctico. La clásica lucha del bien y del mal privilegia una pesada maquinaria de efectos visuales para que el espectáculo se imponga a la historia, y el espectador en busca de una trama convincente pronto se extravía en la pesquisa de una linterna verde que no termina nunca de encender la pantalla.

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En el empeño de Hollywood por ir añadiendo capas de contenido a sus franquicias más exitosas, pareciera que ya no despierta tanto interés estirar la progresión de sus mitologías como fantasear con sus orígenes. Y los resultados suelen ser estimulantes. Lo vimos en el primer Batman de Nolan y lo hemos visto en la última entrega de los X-Men: el pasado promete más que el futuro. Enriquecido y a veces vejado por las múltiples versiones cinematográficas y una mítica serie de televisión, cualquier novedad en torno al planeta de los simios sigue convocando tantos entusiastas como los vulcanos de Star Trek. La 20th Century Fox echa mano ahora de la tecnología de captura de imagen desarrollada por Avatar para proponer una inmersión en los primeros brotes de la leyenda. Esperemos que esta revolución simiesca quite el mal sabor de boca que dejó la desafortunada lectura de Tim Burton.

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El proyecto ha dado vueltas durante años, el guión ha pasado por diversas manos y otros tantos realizadores se han postulado como candidatos a dirigirlo. Finalmente, Joe Johnston (Jumanji, Parque Jurásico 3) es quien tomó las riendas de una producción imponente, más cerca de la seriedad de El caballero oscuro que de la levedad de Los cuatro fantásticos. Fiel al aliento pulp de los cómics originales, combinando el toque vintage con toda la artillería digital contemporánea, la celebración patriótica de Capitán América. El primer vengador se sitúa durante la II Guerra Mundial: el ejército norteamericano ha creado un supersoldado para combatir a los nazis y al infame Calavera Roja, uno de los villanos más convincentes del mundo Marvel.

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El filme arranca con un harakiri, gesto japonés de honor mortuorio, y recupera para la gran pantalla, con un pátina de inevitable nostalgia, los códigos del honor y la venganza del cine clásico japonés de samuráis. Con 13 asesinos, que vendría a ser una relectura contemporánea de Los siete samuráis de Kurosawa, Takashi Miike apuesta por la sobriedad formal y narrativa, un movimiento desconcertante en el veterano autor de Ichi the Killer, celebrado por sus salvajes retratos de violencia y sus tramas bizarras y enfermizas. Rememorando el clasicismo de los maestros nipones, esta épica en torno a un samurái que recluta a doce hombres para vengarse de un joven tirano dedica sus últimos, memorables cuarenta minutos a la encarnizada batalla entre los trece asesinos y un ejército de doscientos hombres.

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Las comedias de Judd Apattow como productor, escritor y/o director -de Supersalidos a Hazme reír- han provocado el malestar femenino ante unos filmes manifiestamente misóginos. Su última producción parece una respuesta a sus detractores. Empleando material de derribo para experimentar con una clase de filme muy reconocible -la comedia romántica que gira alrededor de un enlace matrimonial-, los hombres son ahora solo comparsas en una trama protagonizada por una novia y cinco damas de honor. Enloquecido, irregular y excesivo, el filme propone un discurso del humor a partir del patetismo, la inmadurez y la humillación, y reserva dos escenas antológicas para concentrar en ellas una energía cómica que compensa los desmayos del resto del metraje. Además, las grandes cómicas del ‘Saturday Night Live' Kristen Wiig y Maya Rudolph, así como Melisa McCarthy (como un Zack Galifianakis con faldas) mantienen el nivel muy alto.

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Una de las producciones más esperadas de la temporada. El último largometraje del creador de Perdidos, y el primero que él mismo escribe, solo podía nacer al amparo de una producción de Steven Spielberg. Y es que Super 8 es una película aún más "spielbergiana" que las que viene realizando el propio Spielberg en los últimos veinte años, un verdadero tributo en clave de revival a hitos cinematográficos de la infancia de Abrams -y de la historia del cine fantástico- como Encuentros en la tercera fase, ET, Tiburón o Los Goonies. En un pueblo de Ohio un grupo de chavales es testigo de un misterioso incidente cuando ruedan una película amateur de zombies, al tiempo que los militares toman el control del pueblo en busca de una extraña criatura. Abrams sólo corrige a Spielberg en el ritmo (más rápido), equilibrando humor, emoción y grandes dosis de aventuras en una action movie situada en 1979 que recupera la inocencia del género.

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El primer reclamo de esta nueva visita al mito bárbaro de Conan, con el que John Milius dio a Schwarzenneger su pasaporte al estrellato en 1982, es su protagonista, Jason Momoa, quien ya ha convencido a millones de espectadores con su incorporación de Khal Drogo en la serie Juego de tronos. Si el 3D no hubiera dejado de despertar tantas expectativas, la tridimensionalidad sería el segundo reclamo de esta clásica historia de venganza, musculatura y testosterona sangrienta. Las primeras imágenes vistas de esta gran producción se llenan de negrura, violencia y fantasía, honrando el paladar fanta-terrorífico de su director, el alemán Marcus Nispel -responsable de los 'remakes' de La matanza de Texas (2003) y Viernes 13 (2009)-, si bien carecen del humor y la sensualidad del filme ochentero.

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Tras conmover al jurado del Festival de Berlín -Oso de Oro a Mejor Película y Osos de Plata a ambos protagonistas-, llega a nuestras salas este cuento moral de una lógica implacable, en torno a una pareja iraní que se enfrenta a un dilema irresoluble: abandonar el país para dar una vida mejor a su hija o quedarse a cuidar a un pariente con Alzheimer. Tabúes de la cultura islámica como el aborto o el divorcio trazan el eje del discurso dramático del filme de Farhadi (autor de A propósito de Elly), un retrato familiar profuso en matices, de enorme rigor narrativo, que emerge también como el retrato de todo un país, con sus contradicciones y conflictos internos.