Image: La conmovedora y convincente Stella

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Cine

La conmovedora y convincente Stella

Con altos ecos autobiográficos y una estética retro, llega a nuestras pantallas el tercer largometraje de la actriz y directora francesa Sylvie Verheyde

9 septiembre, 2011 02:00

La debutante Léora Brbara protagoniza Stella

Con altos ecos autobiográficos y una estética retro, la directora francesa Sylvie Verheyde conmueve y convence con Stella. Se trata de la agridulce toma de conciencia adolescente de una curiosa niña de once años en el París de 1977.
Afortunadamente, no todas las distribuidoras programan a ciegas o al dictado de los mercados. La recién creada Good Films se estrena este viernes en la confusa y algo esclerótica maquinaria de la distribución cinematográfica con una película que hace honor al nombre de la compañía. Stella, el tercer largometraje de la actriz y directora francesa Sylvie Verheyde (el primero en llegar a España), es una delicada y cautivadora historia de iniciación que congracia la frescura con la inteligencia, la sensibilidad autobiográfica con la emoción universal, el buen cine con la pulsión popular. "La película se basa en los recuerdos personales de mi niñez, en mi primer año en la escuela secundaria, en 1977", explica la directora. A lo largo de un año escolar, con sus respectivas vacaciones, el filme sigue el itinerario vital de Stella, una niña de once años tan lúcida como curiosa.

"Tengo miedo de todo. Todo el tiempo". Cualquier preadolescente podría dejar su vida en manos de una frase así. Es la voz en off de Stella, que acompaña su viaje iniciático hacia un territorio emocional que desconoce -el colegio, el primer amor, la música y los libros, el distanciamiento de sus padres...- con una serie de reflexiones que conjugan la ironía y la honestidad. "Al principio iba a ser una voz de adulto escrita en pasado: mi voz -explica Verheyde-. Era una forma de mantener una distancia y añadir una chispa de humor. Finalmente, empleé el tiempo presente y la transformé en la voz de Stella". Interpretada con extraordinaria confianza por la debutante Léora Barbara, la directora otorga a su protagonista cierta cualidad de heroína, de personaje novelesco, tendiendo un puente entre el filme y grandes hitos de la educación sentimental de la infancia, como Cero en conducta (J. Vigo), Los contrabandistas de Moonfleet (F. Lang), Los cuatrocientos golpes (F. Truffaut) o, desde la óptica femenina, El sur (V. Erice).

Como el Antoine Doinel truffatiano, Stella también vive inmersa en la confrontación de dos mundos muy desiguales: la rigidez de la escuela y la flexibilidad de su hogar, un bar regentado por sus padres, en proceso de separación, a quienes dan vida Karole Rocher y el cantante Benjamin Biolay.

Como una adulta
"El bar, aunque sea su casa, no es realmente idóneo para una niña pequeña. No le deja espacio para comportarse como tal -sostiene la directora-. Por otro lado, ella tampoco posee los códigos de una prestigiosa escuela secundaria". Incluso en su lugar de vacaciones al norte del país, donde la tratan como "la parisina", la pequeña Stella también se siente desplazada. En la escuela encuentra una amiga con quien compartir sus deslumbramientos, Gladys (Mélissa Rodriguès), hija de unos intelectuales argentinos que le descubre el amor por los libros. También mantendrá una relación especial con Alain-Bernard (el tristemente fallecido Guillame Depardieu), el único cliente del bar que se dirige a ella como si fuera adulta.

El aura impecablemente chic que siempre acompañó a la Nouvelle Vague es el que contagia el filme de Verheyde, quien rueda cámara en mano las escenas en el bar -retratado como un mundo duro y violento, pero también con calidez y ternura- y sostiene el plano en las escenas escolares. La envoltura retro de la película evoca las texturas fotográficas de finales de los setenta, así como su selección musical, con temas de Sheila, Daniel Guichard, Gérard Lenorman o Bernard Lavilliers. "A medida que la película avanza, Stella está más ligada a sus sentimientos y es cuando la música toma una mayor relevancia", afirma Verheyde. Stella va tomando así la forma de una suerte de tratado sobre la educación, el clasismo y la toma de conciencia adolescente que desprende una energía insólita, capaz de llegar a la complejidad desde la sencillez y a la emoción sin rastro de sentimentalismo.