Fotograma de El árbol de la vida, de Terrence Malick
El apartado internacional nos ha dado muchas caras. Destaca especialmente la trascendental obra de Terrence Malick El árbol de la vida, la mejor según nuestros críticos. Raúl Ruiz, Winding Refn, Kaurismäki y Amalric dieron gran nivel a 2011.
El árbol de la vida
Director: Terrence MalickActores: Brad Pitt, Sean Penn, Jessica Chastain
Cruel dilema el que propone Terrence Malick en El árbol de la vida, una fisura que divide al mundo entre los dominios de la razón y del sentimiento, entre la entrega a una fe ciega o la sumisión al dictamen de las entrópicas leyes de la naturaleza. Hay que tener valor, incluso estar un poco loco, para querer plasmar en imágenes algo parecido a una respuesta a la cruzada existencial que rige la vida de todo hombre: primero porque dicha empresa es imposible -de ahí, supongo, que la película sea imperfecta, lo que posiblemente la hace aún mejor- y, segundo, porque cualquier posicionamiento será susceptible de ser atacado.Malick desde luego cree en Dios, pero sobre todo cree en el cine. El montaje de El árbol de la vida no bebe de ninguna realidad tangible, sino de los propios mecanismos del cine: el clásico y el moderno, puesto que Malick los hace chocar con una fiereza subyugante en la parte central de la cinta, donde retrata una tragedia en el hogar de una familia americana de los años cincuenta. Es una narrativa conformada a través de las brumas de los recuerdos (la voz en off imperante es la del joven de la casa, ya mayor, que rememora su infancia), de ahí esos huecos a rellenar, esas ausencias voluntarias que el dolor trata de ocultar. David Lynch lo hizo con los sueños y las fugas, Willam Faulkner lo hizo con los personajes mentalmente escindidos. Malick, por el contrario, se nutre de lo que narra: es la propia naturaleza de la vida la que ha hecho que esos recuerdos sean esquivos e incompletos, olvidados en el tiempo y el espacio. Seguramente, de lo más ambicioso que jamás haya filmado ningún cineasta.
Misterios de Lisboa
Director: Raúl RuizActores: Léa Seydoux, Melvil Poupaud, Clotilde Hesme
Raúl Ruiz, el director más importante en la historia del cine chileno, fue premiado en el Festival de San Sebastián con una película de más de cuatro horas cuyo vertiginoso ritmo nunca decae. Misterios de Lisboa rescata la vigencia del folletín decimonónico en el cine moderno y es capaz de aunar la grandeza del cine, la corporeidad del teatro y la expansión narrativa de la televisión.En esta monumental entrega, adaptación de la popular novela de Camilo Castelo Branco, Ruiz sintetiza las artes de la representación escénica. Un cura heterodoxo, una condesa celosa, un aristócrata camaleónico y un joven huérfano. Portugal, Francia, Italia y Brasil. El material sentimental del folletín, todo su tormentoso caudal de pasiones y maquinaciones, se congrega sin complejos en esta película. Las múltiples historias, centrífugas y superpuestas, como si fueran cajas chinas, se disparan a un ritmo vertiginoso, impidiendo así, en un ejercicio de maestría rítmica, que el interés del espectador desfallezca a lo largo de los 272 minutos de la película, extraídos a su vez de una miniserie televisiva de seis episodios de una hora. Raúl Ruiz nos trajo en 2011 un filme tan pegado al clasicismo como a la experimentación narrativa.
Drive
Director: Nicolas Winding RefnActores: Ryan Gosling, Carey Mulligan, Albert Brooks
El final de año acaba de traer una película con altas dosis de fascinación. Desde su estreno en Cannes -que premió a su director-, Drive ha conquistado los gustos de especialistas y aficionados convirtiéndose en un verdadero fenómeno de culto que aglutina todo tipo de entusiasmos. Ryan Gosling, habitando casi todos los planos del filme, atraviesa esta fábula mortalmente melancólica con el laconismo propio de la tradición heroica moldeada por Clint Eastwood y Steve McQueen, pero también con la del silencioso samurái de Jean-Pierre Melville y Alain Delon.Como Quentin Tarantino, el director danés ha sabido procesar los discursos de la violencia cinemática con una sensibilidad extremadamente pop, al tiempo que regurgita con sus imágenes lecciones de cineastas que van de Robert Bresson a Jim Jarmusch, proyectándose en el linaje de machos-alfa norteamericanos: Sam Fuller, Nicholas Ray, Arthur Penn, John Huston, Clint Eastwood o Abel Ferrara. Pero Drive no es un cóctel posmoderno sobre la naturaleza trágica del héroe actual, ni otro thriller noir enfebrecidamente nostálgico. La singularidad de su tono, el talento y el carisma de Winding Refn descansan en una depuración emocional y narrativa en clave geométrica y en una bella y penetrante caligrafía estética propulsada por la atmósfera retro-ochentera de su banda sonora.